Habíamos llegado a pensar que la objeción de conciencia era un tic de gente religiosa, por no decir fundamentalista. Pasteleros y floristas que no quieren participar en bodas gais; médicos y enfermeras que rechazan hacer abortos; doctores para quienes una muerte digna no tiene nada que ver con la inyección letal… Pero no; estamos descubriendo que también entre el público que se considera progresista hay conciencias muy sensibles, por no decir escrupulosas. Hasta el punto que no quieren ver en sus negocios a gente que defiende políticas que a ellos no les gustan.
- El sónar (Ignacio Aréchaga).