¿Implica la crítica a las ideas del adversario la necesidad de acallarlo forzosamente, amenazarlo, anular su prestigio…? ¿No es esta más bien una manifestación de matonismo? Robert P. George, profesor de Filosofía del Derecho en la Universidad de Princeton, deja en negro sobre blanco la diferencia entre ambas actitudes, en un artículo publicado en el blog Mirror of Justice.
Según explica, la búsqueda de la verdad es propia de espíritus autocríticos, por lo que se debe evitar la tentación de aislarse en las creencias propias y alejarlas de la crítica, con la excusa de que “nuestros críticos legítimos son unos matones”.
Para el jurista, hay varias distinciones muy claras entre el crítico y el acosador. Un crítico, dice, hace “negocios” con la única moneda admisible en el debate intelectual, al presentar indicios, razones y argumentos, mientras que el matón únicamente cuestiona los motivos de las personas y las insulta.
“El crítico desea debatir un asunto para tratar de persuadirte o de que veas las cosas desde una perspectiva diferente; el matón quiere que no se debata. El crítico apela a la razón, a tu intelecto y a tu conciencia; el acosador trata de inducirte temor por medio de la amenaza y la vergüenza; quiere intimidarte y que te rindas”.
La lista de rasgos diferenciadores es extensa. Así, explica, si un crítico lo único que desea es que su oponente no persevere en un error, el matón puede intentar privarle de su forma de ganarse la vida, como castigo por pensar “equivocadamente”. Y si el primero quiere que se le rete y a la vez plantear retos, el segundo toma cualquier cuestionamiento de sus ideas como un ataque personal, una muestra de “intolerancia”.
Para el que solo sabe hostigar, subraya, no hay disenso posible: criterio que no se ajusta a los suyos es, llanamente, una estupidez, tal vez incluso signo de enfermedad mental, o un indicio de malicia.
Según el docente, existe el peligro de que se intente hacer avanzar buenas causas por malos medios, incluido el hostigamiento al que piensa diferente, y pone como ejemplo la lucha contra el comunismo en los años 50: la animaba el objetivo de la democracia y la libertad, pero algunos pretendieron hacerla avanzar por medio del matonismo.
“El senador Joseph McCarthy es el más vivo ejemplo. Algunos provocaron que se sintiera vergüenza de una causa noble, que quedó así desacreditada en ciertos círculos. En aquel entonces, como ahora, los matones buscaron y muchas veces lograron que se despidiera a mucha gente, incluidos profesores universitarios, o que muchos fueran disciplinados por disentir de las ideas que, en la pasión del momento, se creía que una persona decente tenía que asumir”.
Como conclusión, George exhorta: “Escuchen a los críticos e implíquense con ellos en un debate cívico y genuinamente interesado por la búsqueda de la verdad. Y desafíen a los matones”.