No caben los valores neutros

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En la laudatio sobre Joseph Weiler, el catedrático de la Universidad de Navarra Rafael Domingo se refirió, entre otras cosas, a su defensa de los valores religiosos en la vida pública. Seleccionamos unos párrafos:

Joseph Weiler es una “síntesis viviente”, totalmente genuina y atípica, de tradición judía, scholarship británica, genio italiano e innovación norteamericana, puesta al servicio de la universidad en su sentido más genuino de comunidad de saberes. En esta síntesis se halla la clave para comprender el pensamiento de este gran patriarca del Derecho internacional enamorado de Europa, de la universidad, del arte en todas sus expresiones, y, especialmente, de su numerosa y querida familia.

Más allá de la Constitución formal

En el ámbito estrictamente jurídico, Weiler ha estimulado un constitucionalismo más allá de la idea de Estado y, por supuesto, más allá de la idea de constitución formal, así como una adecuada jurisdiccionalización de los derechos humanos. Weiler ha defendido, a su vez, la persona humana como sujeto primario del Derecho internacional, un puesto injustamente reservado durante siglos a los Estados soberanos. Su constitucionalismo supranacional ha jugado un papel determinante en el proceso de integración de la Unión Europea, en el que Weiler ha realizado durante lustros, como asesor jurídico, una labor callada pero de gran eficacia.

No sorprende que sus dictámenes, escritos y conferencias sobre cualquier cuestión relacionada con la Unión Europea gocen de tanta repercusión intelectual y mediática. Algo similar sucede con su extraordinaria labor desarrollada en el ámbito de la Organización Mundial de Comercio. Y esto se debe, principalmente, a esa especial capacidad que tiene Weiler para conectar el mundo de las ideas con el mundo de lo posible: la academia con la política en su más noble expresión.

Teología de la justicia

Pero Weiler ha sabido trascender la ciencia del Derecho, para convertirse en un verdadero teólogo de la justicia. Y en la naciente Unión Europea, es precisamente donde Weiler ha encontrado el terreno abonado para que germinen sus nuevas ideas. Una acertada teología de la justicia constituye, en mi opinión, el mejor antídoto contra el positivismo jurídico en todas sus manifestaciones, así como un instrumento de primera magnitud para preparar lo que podríamos denominar «el retorno de Dios».

Me refiero al tránsito, tanto en la vida pública como el mundo de las ideas y de las ciencias en general, de una sociedad intelectualmente construida veluti si Deus non daretur a una nueva sociedad, más libre, más digna y más justa, en la que Dios ocupe el lugar que le corresponde.

He aquí, mi principal punto de convergencia con el pensamiento de Weiler, y la causa que, pienso, justifica la incorporación de este distinguido catedrático a nuestra comunidad universitaria. Sí, Weiler es verdaderamente consciente de que el gran debate intelectual de la hora presente no es sólo interreligioso, en sentido estricto, inter religiones, sino más bien y sobre todo entre creyentes y no creyentes, o, mejor dicho, entre, así me gusta llamarlos, “absentistas” y “presentistas”.

Son absentistas aquellas y aquellos, creyentes o no, que defienden la total ausencia de Dios en el ámbito público, relegándolo a la condición de res privata. Son presentistas, en cambio, todas aquellas personas, creyentes, agnósticos e incluso ateos –¿por qué no?–, que consideran un valor en sí mismo la presencia de Dios, Bien Supremo, en la vida pública. En este contexto, Joseph Weiler es un presentista impenitente y confeso. Esto explica que Weiler, no en cuanto judío observante, pero sí sin renunciar a esa condición, no haya dudado en defender las raíces cristianas de Europa, así como recientemente, ante el Tribunal Europeo de Derecho Humanos, la presencia de crucifijos en lugares públicos.

Para Weiler no caben los valores neutros. ¡Y no son posibles las comunidades políticas neutras! Esta ausencia de neutralidad, a nivel regional, nacional o supranacional, piénsese en Europa, por ejemplo, ha de ser suplida con pluralismo, permitiendo la existencia de comunidades diferenciadas ancladas en principios, valores y tradiciones diferentes, sin más límite que el derivado de la propia dignidad humana.

Esta pseudoneutralidad es la principal arma de los absentistas para erradicar los valores religiosos de cualquier sociedad, construyendo un mundo falso, artificial, en donde el hombre, la mujer, sin Dios, se acaban cosificando. Ante este proyecto inhumano, Weiler se ha rebelado con toda su potencia intelectual con el fin de tratar de poner las bases jurídicas de un mundo de plena libertad religiosa en el que Dios esté presente. En la tierra cabemos todos. También su Hacedor.

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