En las universidades francesas ha aparecido recientemente la deriva identitaria que se ha extendido en muchas anglosajonas. Laetitia Strauch-Bonart ofrece en Le Point una explicación de la influencia que tiene esta corriente.
Los llamados genéricamente cultural studies centran la atención en el género o la raza y sostienen que en uno y otro campo, las identidades dominantes oprimen a las otras. Criticar este análisis se interpreta como tomar partido por los opresores.
Así, señala Strauch-Bonart, quienes recientemente en Francia han denunciado el islamismo radical son tildados de “fascistas”, “islamófobos”, “reaccionarios” o “trumpistas”. Es, dice la comentarista, “el intento de invalidar una posición por la simple razón de que la comparte alguien detestable”: como “decir que los vegetarianos son nazis porque Hitler era vegetariano”.
“Esta intimidación moral –prosigue– no es solo perjudicial para el debate argumentado: además incita a los progresistas alérgicos a la visión identitaria de los cultural studies a callar, por miedo o solidaridad, confirmando por desgracia la falsa impresión de que se trata de un debate entre buenos –los woke– y malos –los reaccionarios–. Y también impide a los moderados de derecha o de izquierda, que son la mayoría, responder de manera adecuada”.
Para ilustrar esta autocensura, Strauch-Bonart recurre a una observación del filósofo Nassim Nicholas Taleb en su libro Jouer sa peu. Según él, “un grupo intolerante que quiere imponer sus reglas pero no acepta las de los otros prevalecerá siempre sobre la mayoría tolerante”. Y pone el ejemplo de la soda kosher en EE.UU. Como los judíos practicantes no pueden llegar a un compromiso en este punto, muchos fabricantes solo producen soda kosher, que están dispuestos a beber tanto los judíos como los demás.
“En el caso que nos ocupa –concluye Strauch-Bonart–, esto significa que si los moderados no critican con energía los estudios culturales, estos seguirán prosperando en su forma actual”. Pero “cuando los principios fundamentales de nuestra sociedad están juego”, también los más tolerantes deben aprender a no dejar pasar.