La Comisión Internacional para el diálogo entre la Iglesia católica y la Comunión anglicana (ARCIC) ha celebrado su encuentro anual en Toronto del 11 al 19 de mayo. Se trata de una reunión ecuménica con un significado especial: en 2016 se cumplen cincuenta años del inicio del diálogo entre las dos Iglesias.
Cincuenta años atrás, en marzo de 1966, Pablo VI celebró un encuentro histórico con el arzobispo de Canterbury, entonces Michael Ramsey, en la Basílica romana de San Pablo Extramuros. Ambos firmaron una declaración conjunta que “inauguraba un diálogo formal entre la Iglesia católica romana y la Comunión anglicana (…) fundado en los evangelios y en las tradiciones antiguas compartidas”.
“El progreso ecuménico se mide en décadas, no en días” (David Moxon)
Otros gestos de acercamiento habían tenido lugar antes, aunque sin carácter oficial: la visita privada de Geoffrey Fisher, arzobispo de Canterbury, a Juan XXIII en 1960; el nombramiento de un representante de la Iglesia de Inglaterra ante la Santa Sede en 1961, o el envío de observadores anglicanos durante las sesiones del Vaticano II, donde el Decreto sobre el Ecumenismo reconoció “las tradiciones y las estructuras católicas” (n. 13) que conservaba la Comunión anglicana. El documento firmado en 1966 reafirmaba esta cercanía, sentando las bases para un camino hacia la unidad.
Los frutos del diálogo
Una de las principales iniciativas a favor del diálogo fue la creación en 1967 del Centro Anglicano en Roma y de la comisión ARCIC, un foro para tratar cuestiones teológicas y pastorales. El trabajo de esta comisión se divide en fases: ARCIC I comenzó en 1971 y finalizó en 1981, ARCIC II abarcó el periodo 1983-2005 y ARCIC III es una fase todavía abierta, cuya primera reunión se celebró en Bose (Italia) en 2011.
Los frutos de este diálogo han quedado recogidos en veinte documentos que profundizan en algunos puntos de unión reconocidos por católicos y anglicanos. El último, publicado al término de ARCIC II, se titula “María: Gracia y esperanza en Cristo” (cfr. Aceprensa, 25-05-2005).
Sin dejar de lado los grandes obstáculos, el diálogo ecuménico también prospera a través de gestos sencillos pero elocuentes
El encuentro de Toronto es un hito decisivo en la trayectoria de la presente fase; allí se ha acordado la publicación del primer documento sobre uno de los dos grandes temas abordados por ARCIC III: la relación entre la Iglesia universal y las Iglesias locales. El volumen saldrá a la luz en otoño de 2016 y se titulará “Hacia una Iglesia plenamente reconciliada”. Tal y como explica David Moxon, arzobispo anglicano y codirector de ARCIC, será un libro del tercer milenio, “amigable y de fácil lectura”, algo que se ha conseguido gracias al asesoramiento de jóvenes canadienses.
Además, los 18 miembros de la comisión reunidos en Toronto también han tratado el segundo gran tema asignado a ARCIC III, de mayor complejidad: la relación entre el discernimiento de cuestiones morales y la estructura eclesial.
Mostrar al otro las propias heridas
El volumen próximo a ser publicado adopta una perspectiva novedosa, que “contrasta de algún modo con las declaraciones conjuntas anteriores, correspondientes a las dos primeras fases de ARCIC”, según afirma Bernard Longley, arzobispo católico de Birmingham (Reino Unido) y codirector esta comisión junto con Moxon.
La novedad está en lo que se ha llamado “ecumenismo receptivo”, que consiste en dar a conocer al otro los propios fracasos y debilidades. “Cuéntame la pesadilla que más temes para la evangelización y yo te contaré la mía. En otras palabras, muéstrame tus heridas”, así resume el arzobispo Moxon esta nueva perspectiva.
El “ecumenismo receptivo” es un modo diferente de enriquecer el diálogo mediante una comprensión profunda de la posición del otro
No hay que olvidar que ARCIC se enfrenta con algunos obstáculos que no existían al comienzo del diálogo. En el caso de los anglicanos, cuestiones como la ordenación de mujeres o el modo de abordar la homosexualidad son una barrera en el camino de la unidad. Resulta especialmente problemática la ordenación episcopal de mujeres; tal como explicó el cardenal Walter Kasper en una alocución a los obispos anglicanos (cfr. Aceprensa, 31-07-2008), esta decisión “bloquea sustancial y definitivamente un posible reconocimiento de las órdenes anglicanas por parte de la Iglesia católica”.
También hay desacuerdo en lo que respecta a la homosexualidad. En 1993, la declaración de ARCIC II explicaba cómo ambas comuniones “rechazan (…) la afirmación, hecha a veces, por la cual se pretende que las relaciones homosexuales y el matrimonio sean moralmente equivalentes e igualmente capaces de expresar el recto orden y uso del deseo sexual” (n. 87). No obstante, la postura actual de la Comunión anglicana sobre las uniones homosexuales ha dejado de ser unánime, ya que algunos obispos pretenden equipararlas al matrimonio.
En lo que respecta a la Iglesia católica, el arzobispo Longley menciona el caso de los católicos que no respaldan las enseñanzas morales de la Humanae vitae sobre la natalidad. Por último, algunos sectores de la Comunión anglicana quieren ver un obstáculo en los ordinariatos personales para antiguos anglicanos, creados por Benedicto XVI en 2009 (cfr. Aceprensa, 21-10-2009); aunque esta medida respondía a la petición real de grupos anglicanos deseosos de lograr la plena comunión con Roma.
Frente a estos obstáculos, “existe la tentación de tirar del enchufe y dejarlo todo”, reconocía Donald Bolen, obispo católico codirector de la comisión canadiense de ARCIC.
El lenguaje de los gestos
Sin dejar de lado los grandes obstáculos, el diálogo ecuménico también prospera a través de gestos sencillos pero elocuentes. Así lo expresa el padre Tony Currer, miembro del Consejo Pontificio para la Unidad de los Cristianos: “Hemos dejado atrás el lenguaje de expresiones como ‘vacío y nulo’”, sostiene Currer en alusión a las palabras de la bula Apostolicae Curae, el documento que ratificó la invalidez del sacerdocio anglicano. Fue el propio Pablo VI quien empleó este lenguaje en 1966 cuando, tras concluir la reunión con el arzobispo Ramsey, se quitó su anillo episcopal y se lo puso al Primado anglicano.
El encuentro de Toronto ha decidido publicar un documento conjunto sobre la relación entre la Iglesia universal y las iglesias locales
En Canadá destaca una iniciativa impulsada a finales de 2015 por la comisión canadiense de ARCIC con el título “Did you ever wonder…”. Consiste en una página web con vídeos breves donde personas de las dos comuniones responden a preguntas sobre la fe y la vida. “Nos enfrentábamos a un ambiente secularizado en el que nuestras dos Iglesias estaban intentando comunicar la fe de un modo nuevo a una nueva generación, una generación a veces escéptica”, explica Bruce Myers, obispo anglicano de Quebec. Era necesario ir más allá del esquema habitual de declaraciones conjuntas y hacer algo asequible a los nativos digitales, para que el trabajo de ARCIC no se quedara en una estantería.
Además, a comienzos de octubre de 2016 el Papa Francisco y el arzobispo de Canterbury, Justin Welby, recibirán en Roma a 36 obispos católicos y anglicanos, con motivo de los cincuenta años de diálogo: rezarán juntos en la iglesia romana de san Gregorio al Celio, desde donde san Agustín de Canterbury fue enviado a evangelizar Inglaterra. De modo similar, estos obispos serán bendecidos y enviados “a demostrar que es posible la ayuda mutua”, explica el arzobispo Moxon. “El progreso ecuménico se mide en décadas, no en días”.