Abdennur Prado, presidente de la Junta Islámica Catalana, sale al paso en un artículo (El País, 15-02-2008) de la idea lanzada por el Partido Popular de un “contrato social” para la integración de los inmigrantes. A su juicio, esto apunta contra los musulmanes, sospechosos de mantener costumbres que chocan con las españolas. Prado ve aquí el prejuicio de la “derecha españolista”, que considera al islam ajeno a la cultura nacional, mientras que ve connatural la identificación entre católico y español.
La pretensión de que el inmigrante haga un esfuerzo por integrarse en el país de acogida no parece irrazonable. Otra cosa es que la fórmula del “contrato social” sea la más adecuada para conseguirlo. Pero para criticar esa propuesta Abdennur Prado hace una utilización de la historia española cuando menos bizca.
Para reivindicar el arraigo del islam en España, apela a la época de Al Andalus y critica a quienes piensan que los musulmanes que vivieron en la península durante ocho siglos eran extranjeros. Descalifica de paso a autores que han puesto en duda la reciente e idílica imagen de Al Andalus y la convivencia de las Tres Culturas, como ejemplo de “alianza de civilizaciones” anticipada, y les achaca torcidas intenciones políticas.
Pero la apelación a la historia ya no sirve si se trata de recordar la tradición católica de España. Le parece muy mal que los obispos españoles señalen que la historia de España ha estado unida a la fe cristiana, que ha marcado su cultura, su identidad, su carácter nacional. “Todo aquel que se oponga a esta mitología es automáticamente tachado de ‘anti-español’”, asegura Prado. Más bien habría que tacharlo de español ignorante. Pues, al margen de que sea o no así en el futuro, no cabe duda de que España y la fe católica han ido de la mano, aunque también haya habido buenas realizaciones no cristianas en esta historia.
En cualquier caso, uno no puede redorar los blasones de la tradición de Al Andalus y despachar luego la tradición cristiana como “nacional-catolicismo”, digno de olvido en nombre de la modernidad. “Lo que hoy da cohesión a nuestra sociedad -asegura Prado- no es la mitología nacional-católica, sino valores compartidos como los derechos humanos y el laicismo, el pluralismo religioso y la igualdad hombre-mujer”. Pero si compartimos esos valores no será precisamente por la aportación del islam, pues todos ellos brillan por su ausencia en países de cultura islámica. Si los musulmanes en España pueden invocarlos es porque esos valores arraigaron, con dificultad y siglos, en países europeos de cultura cristiana.