Algunos datos de la persecución

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El historiador Vicente Cárcel Ortí, autor de un libro sobre la persecución religiosa en esta época, recuerda algunos datos en un artículo publicado en la revista Palabra (agosto-septiembre 2007).

A los mártires de la guerra se les llama así porque murieron única y exclusivamente por motivos religiosos. No fueron caídos en acciones bélicas, ni víctimas de la represión política (…) Los mártires nunca fueron combatientes en el campo de batalla, pues no estaban en guerra con nadie ni hicieron la guerra contra nadie. Eran hombres y mujeres de paz (…) Tampoco fueron militantes de partidos políticos beligerantes, sino personas que desarrollaban pacíficamente su labor apostólica en las parroquias o en otros lugares: escuelas, colegios, orfelinatos, hospitales, asilos, leproserías… Lo mismo hay que decir de los seglares, hombres y mujeres, que estaban en sus casas desarrollando sus actividades normales o ejerciendo sus profesiones y fueron sacados violentamente para ser asesinados porque eran católicos fervientes (…)

Los sacerdotes y religiosos martirizados eran en su mayoría pobres, tan pobres o más que sus mismos asesinos (…) Las vocaciones sacerdotales y religiosas fueron tradicionalmente de extracción humilde en su inmensa mayoría y de la media burguesía en una reducida minoría.

(…) [De los asesinados por motivos religiosos] 4.184 pertenecen al clero secular, incluidos doce obispos, un administrador apostólico y los seminaristas; 2.365 son religiosos y 283 religiosas. (…) Los seglares de ambos sexos podrían ser unos tres mil, con lo cual tendríamos una cifra aproximada de unos 10.000 mártires.


El historiador italiano Andrea Riccardi escribe en el libro El siglo de los mártires (Milán, 2000) a propósito de la persecución religiosa en España por parte de los anarquistas, socialistas radicales y comunistas.

La escalada de los asesinatos fue impresionate: desde el 18 de julio hasta el final de ese mes, las víctimas del clero ascendieron a 861; en agosto, a 2.077, con una media de sesenta muertes al día. En el otoño los asesinatos continuaron, a pesar de que su número disminuyó, y a principios de 1937 descendieron sensiblemente. (…) En este contexto los obispos decidieron firmar la carta colectiva redactada por el cardenal Gomá -publicada el 1 de julio de 1937-, en la que los prelados denunciaban la persecución sufrida por la Iglesia y se manifestaban abiertamente partidarios de los “nacionales”.

Sin embargo, la persecución que sufrió la Iglesia no fue una consecuencia de la carta colectiva. “La verdad -dijo el cardenal Tarancón- es que la gran matanza de sacerdotes se realizó cuando la Iglesia no se había definido, en ningún momento, por alguno de los dos bandos (…) Extrañamente todos aquellos muertos suelen atribuirse a la famosa carta colectiva del episcopado español: los rojos, en definitiva, habrían tomado reporesalias contra la posición adquirida por la Iglesia, pero es cierto lo contrario: la carta, de hecho, detuvo prácticamente la sangría… en realidad fue la consecuencia de aquellas muertes y no lo contrario” (pp. 300-301).

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