Roma. Las tensiones internas en la Iglesia ortodoxa rusa hicieron fracasar a última hora la posibilidad de un encuentro personal entre Juan Pablo II y el Patriarca ruso Alexis II. Aunque la reunión nunca se llegó a anunciar oficialmente, tanto en el Vaticano como en Moscú trabajaban confiados en que el histórico encuentro -el primero en 943 años de separación- se celebraría en Viena el 21 de junio. La ocasión sería la reunión ecuménica de Graz, donde se darán cita representantes de todas las confesiones cristianas.
Diez días antes de esa fecha, el patriarca ruso envió una carta al Vaticano para explicar por qué se debía posponer sine die el encuentro. Entre las razones aducidas por Alexis II se mencionan la necesidad de «prepararlo mejor» y la ausencia de «una serie de condiciones» que lo hubieran hecho fructífero. Aunque esas dificultades exteriores ciertamente no faltan, en esta ocasión, sin embargo, todo parece indicar que las verdaderas causas están en el interior del mundo ortodoxo.
En este caso no han influido las discusiones teológicas sobre el primado del Papa, o los problemas prácticos que plantean las relaciones católicoortodoxas en Ucrania, sino la actitud reacia de algunos sectores de la Iglesia ortodoxa rusa hacia el ecumenismo. Temen que el diálogo acabe convirtiéndose en un caballo de Troya que permita que «agentes» de evangelización externa entren en la zona de influencia rusa. Evidentemente, esa visión, cuyo liderazgo se atribuye al metropolita Kirill, director del departamento de asuntos exteriores, fue la que acabó prevaleciendo en la reunión de los doce metropolitas que integran el Santo Sínodo, máximo órgano de gobierno de la Iglesia ortodoxa rusa.
La tensión en el mundo ortodoxo no se limita sólo al interior de la comunidad rusa. En los últimos meses, la polémica ha enfrentado también al Patriarcado de Moscú, el de mayor número de fieles, con el Patriarcado Ecuménico de Costantinopla, que es el primus inter pares en la galaxia ortodoxa, aunque los fieles bajo su directa dependencia son una exigua minoría. El motivo del enfrentamiento, que llegó hasta la amenaza de recíproca excomunión, fue la dependencia jerárquica de la Iglesia ortodoxa de Estonia (ver servicios 34/96 y 97/96).
Teniendo presente esas fricciones, la anunciada ausencia del Patricarca de Costantinopla Bartolomé I en la reunión ecuménica de Graz, se interpretó en un primer momento como una ocasión que aprovecharía el patriarca ruso para establecer lazos directos con la Santa Sede. Es la segunda vez en menos de un año que se esfuma, por las mismas causas, la posibilidad de un encuentro entre el Papa y el Patriarca ruso.
En septiembre pasado también se esperaba ese acontecimiento con ocasión de la visita de Juan Pablo II a la abadía benedictina de Pannonhalma (Hungría) (ver servicio 120/96).
Diego Contreras