Cinco años después de la caída del comunismo en Europa central, el presidente de la Conferencia Episcopal húngara, Mons. István Seregély, ha hecho un balance optimista sobre la Iglesia de su país, en declaraciones a Ayuda a la Iglesia Necesitada.
Mons. Seregély, arzobispo de Eger, considera positivos los logros de estos años: «Ya no tenemos que mendigar permisos para impartir enseñanza religiosa, ni para reunirnos ni para celebrar actos litúrgicos fuera de la iglesia, ni para construir, etc. Además, se nos ha restituido gran parte de las propiedades de la Iglesia gracias a un acuerdo firmado en 1990, que fijó un plazo de diez años para llevar a término este proceso. Un dato muy positivo es que el deseo espontáneo de trabajar con la Iglesia aumenta progresivamente en todo el país. Sobre todo, los laicos se comprometen de forma activa».
En las elecciones del año pasado vencieron los socialistas (ex comunistas), que, con sus aliados liberales, ocupan el 70% de los escaños del Parlamento. Mons. Seregély asegura que teme más al partido liberal, pues, en su opinión, «defiende una política claramente anticlerical». Abundando en las relaciones entre la Iglesia y el Estado, el arzobispo señala que el último gobierno comunista creó una ley que garantizaba la libertad de cultos, y renovó los contactos diplomáticos con el Vaticano. Tras el cambio de 1989, el principal obstáculo a las buenas relaciones entre el Estado y la Iglesia ha sido la mala situación económica: «Se acordó que sólo se devolverían los edificios que iban a ser destinados a una función eclesiástica», que -sin excepciones por ahora- están deteriorados.
Para el arzobispo de Eger, la recuperación de las escuelas católicas es un objetivo fundamental para el futuro próximo, ya que «son la fuente de regeneración más importante para la vida de la Iglesia». Actualmente en Hungría hay 171 centros de enseñanza -alrededor del 3%- recuperados por las confesiones religiosas de Hungría (católicos, luteranos, calvinistas y greco-católicos). La mayoría son católicos: 34 institutos de formación profesional, 54 escuelas primarias y 19 guarderías. La meta del arzobispo es que en 1999 -diez años después del cambio político- haya un 7% de escuelas católicas. Para ello se necesitan más profesores católicos y mejorar la formación cristiana de los docentes en activo.
El Estado ha vuelto a reconocer oficialmente a las órdenes religiosas, y les ha restituido sólo una parte de los edificios, en malas condiciones. La mayoría de las órdenes, dice Mons. Seregély, colaboran activamente en las parroquias.
Entre los problemas más graves de la Iglesia húngara destaca la escasez de sacerdotes. La mayoría de ellos tienen más de 60 años, y sólo hay unos pocos jóvenes recién ordenados. Falta casi por completo la generación intermedia: un vacío que, a juicio del arzobispo, sólo puede ser paliado de momento mediante la formación de los laicos. «La Iglesia carece, además -señala Mons. Seregély-, de ingresos regulares, que son de gran importancia para su supervivencia. Las ayudas que recibimos se conceden caso por caso, pero no por ley, y esto aumenta la inseguridad». Otro motivo de preocupación es la casi total ausencia de la Iglesia en el ámbito de los medios de comunicación, debido al miedo -heredado del comunismo- a hablar públicamente de Dios y de la Iglesia.