Roma. Una visita con un acento más puesto en el futuro que en el pasado: este podría ser uno de los rasgos que caracterizaron la presencia de Benedicto XVI en la sinagoga de Roma, la tarde del 17 de enero. Durante las dos horas largas que el Papa pasó allí no faltaron referencias a los conflictos del pasado y a los puntos polémicos del presente, pero el énfasis estuvo más en lo que cristianos y hebreos pueden hacer unidos por el bien de la humanidad.
El Papa invitó en su discurso a trabajar juntos a partir de las raíces comunes de los Diez Mandamientos. El rabino jefe de Roma, Riccardo di Segni, se había referido momentos antes también a esas “visiones compartidas” en defensa del ambiente, de la santidad de la vida, de la libertad y de la paz. Se trata, dijo, de un empeño que debe implicar a hebreos, cristianos y musulmanes. Al acto asistió una delegación musulmana de la mezquita de Roma.
En los días anteriores, la prensa se había hecho eco de las divisiones en el seno de la comunidad judía italiana -formada por unas cuarenta mil personas, con su centro principal en Roma-, a propósito de la oportunidad o no de la invitación que el rabino jefe de Roma y la comunidad romana había formulado al Papa. Una minoría, representada por el ex rabino de Milán, Giuseppe Laras, fue expresión de cuantos se mostraron contrarios a la invitación. De hecho, el rabino no asistió al encuentro.
La presencia de Benedicto XVI en la sinagoga de Roma no tenía el “valor mediático” de ser “la primera vez”: Juan Pablo II, en efecto, visitó la sinagoga romana en 1986, convirtiéndose en el primer Papa -después de san Pedro- que lo hacía; para el mismo Benedicto XVI era la tercera vez en su pontificado que era huésped de una sinagoga, después de las de Colonia y Nueva York.
A pesar de no ser una primicia, la visita era muy esperada por su valor simbólico. La comunidad judía de Roma, con más de dos mil años de presencia ininterrumpida, es una de las más antiguas de la diáspora occidental. A pesar de que la sinagoga está situada a poco más de un kilómetro de la basílica de San Pedro, la distancia psicológica se ha mostrado en muchas ocasiones inmensamente mayor. En este caso, además, se unía que el protagonista fuera precisamente un Papa de nacionalidad e inconfundible acento alemán: un dato de fuertes connotaciones emotivas en las generaciones que vivieron la II Guerra Mundial.
Tono cordial
El tono de la visita fue amable y cordial, con numerosos aplausos y momentos emotivos, como el saludo del Papa al ex rabino Elio Toaff, de 95 años, que recibió a Juan Pablo II en 1986; el homenaje a la lápida que recuerda a los 1.021 judíos romanos deportados a los campos de exterminio, de los que regresaron solo 17; el recuerdo y saludo, con el Papa que aplaudió de pie, a los supervivientes de aquellos pocos (un gesto que conmovió a los presentes); el homenaje a las víctimas -un niño muerto y numerosos heridos- de un atentado a la sinagoga ocurrido en 1982.
Las referencias a los puntos conflictivos fueron más o menos explícitas, pero no determinaron el carácter del encuentro. El presidente de la comunidad hebrea romana, Riccardo Pacifici, citó que su familia había sido salvada gracias a algunas religiosas de Florencia y lamentó luego “el silencio ante la Shoa” de Pío XII. El Papa no entró en cuestiones polémicas. Solo se limitó a recordar que durante aquellos dolorosos momentos, “la Sede Apostólica desarrolló una acción de socorro, con frecuencia escondida y discreta”.
El Papa dijo que deseaba confirmar y reforzar la estima y el afecto de la Iglesia por los hebreos. Repitió que el concilio Vaticano II es un punto inamovible por lo que se refiere a la actitud y las relaciones con el pueblo hebreo (para evitar posibles dudas de los preocupados todavía con el “caso Williamson”, el obispo lefebvriano negacionista del Holocausto). Recordó el drama de la Shoa y de los hebreos romanos deportados. En otro momento subrayó que “la Iglesia no ha dejado de lamentar las faltas de sus hijos e hijas, pidiendo perdón por todo lo que ha podido favorecer en cualquier manera las plagas del antisemitismo y del antijudaísmo”.
Negociaciones con Israel
Con ocasión de la visita, se celebra en Roma una nueva tanda de negociaciones de la comisión mixta entre la Santa Sede y el Estado de Israel que tratará de temas como el régimen fiscal de escuelas, hospitales y otras propiedades eclesiásticas en territorio de Israel. Las negociaciones se abrieron en 1994, un año después del establecimiento de relaciones diplomáticas. En estos 16 años todavía no se ha llegado a conclusiones significativas.
El rabino David Rosen, director internacional para los asuntos interreligiosos del Comité Judío Americano, declaró que le parece ultrajante el comportamiento de Israel en este tema. “Otra nación habría amenazado mucho antes con retirar el embajador. Se necesitaban dos años para el proceso. Quince años después nos encontramos con que el Estado no ha ratificado ningún acuerdo que reconozca el estatuto legal de la Iglesia”.