Cómo llevar la predicación y los sacramentos a comunidades católicas en las selvas amazónicas es un problema práctico, que puede quitar el sueño a sus obispos pero que no tiene gran gancho periodístico. Pero si entre las medidas propuestas se menciona la posibilidad de la ordenación de hombres casados, entonces todo es distinto y parece que estamos a las puertas de un cambio revolucionario.
Así ha ocurrido esta semana en la presentación del documento preparatorio del Sínodo de Obispos sobre la Amazonia, previsto para el próximo octubre.
Para valorar la novedad, no conviene perder de vista que en la Iglesia católica ya hay sacerdotes casados. Las Iglesias católicas de rito oriental, unidas a Roma, cuentan con sacerdotes casados y con sacerdotes célibes, tradición que se ha mantenido. Y que tampoco está exenta de problemas, como advertía recientemente Sviatoslav Shevchuk, arzobispo de Kiev y cabeza de la Iglesia grecocatólica de Ucrania. Igualmente, también en el mundo anglosajón hay antiguos clérigos anglicanos, episcopalianos, luteranos y otros que estaban casados al convertirse al catolicismo y a los que se les ha permitido seguir como sacerdotes católicos.
Tampoco puede decirse que sea la primera vez que se debate esta propuesta de ordenación de viri probati, hombres casados que han demostrado madurez en la fe y que podrían prestar este servicio en su comunidad. Siempre que en los últimos tiempos se habla de la escasez de vocaciones sacerdotales, salen a colación los viri probati, de los que parece haber una gran cantera, al menos sobre el papel.
Pensar que un cambio en el celibato sacerdotal va a arreglar estos problemas de deforestación espiritual es muy ingenuo
Como hacía notar el vaticanista John Allen, “tras cubrir los sínodos de obispos durante más de veinte años, no recuerdo muchos en los que no surgiera la idea de los viri probati, no en la agenda oficial, pero sí en el ambiente”. Basta recordar el Sínodo sobre la Eucaristía en 2005, en el que obispos del Sur plantearon el problema de comunidades aisladas que quedaban sin sacerdotes por largos periodos de tiempo. Pero, tras el debate, la idea fue descartada y el Sínodo reafirmó el valor espiritual y pastoral del celibato sacerdotal. Lo nuevo sería que, en esta ocasión, el tema figura en el documento preparatorio. Pero el que una idea sea debatida no quiere decir que vaya a ser aprobada.
Excepción o precedente
En realidad, lo que plantea el documento es una sugerencia para abordar una atención pastoral ardua, debido al aislamiento de estas comunidades: “Afirmando que el celibato es un don para la Iglesia, se pide que, para las zonas más remotas de la región, se estudie la posibilidad de la ordenación sacerdotal para personas ancianas, preferentemente indígenas, respetadas y aceptadas por su comunidad, aunque tengan ya una familia constituida y estable, con la finalidad de asegurar los Sacramentos que acompañen y sostengan la vida cristiana”.
Pero lo que en la Amazonia se presenta como una emergencia por motivos pastorales, en Occidente se ve como un precedente en una discusión ideológica sobre el celibato sacerdotal. Allí se trata de llevar los sacramentos a gente que no tiene acceso a ellos; aquí de reformular la figura del sacerdote en comunidades que no siempre demuestran gran interés por los sacramentos, aunque los tengan a la puerta.
En África y Asia, no parece que el celibato sacerdotal sea un problema para encontrar candidatos al sacerdocio
En Occidente nos lamentamos de la escasez de sacerdotes, pero en realidad estamos por el momento en una situación privilegiada respecto a otras regiones del mundo católico. Según datos del Anuario Pontificio, en 2016 había 1.600 católicos por sacerdote en Europa y 1.300 en EE.UU., frente a los 7.200 fieles por sacerdote en América del Sur, algo más de 5.000 en África y los poco menos de 2.200 en Asia. El problema en las Iglesias de Occidente es que la edad media del clero es cada vez mayor, sin que haya una renovación suficiente.
Tasas de sustitución de generaciones sacerdotales
Esta renovación depende menos del celibato sacerdotal que de la vitalidad religiosa de las comunidades de donde deben surgir las vocaciones. Es significativo que los católicos asiáticos, que representan el 11% del total de fieles de la Iglesia, aporten hoy casi el 30% de los seminaristas, y los africanos, que son el 17,8% de los católicos, den lugar al 27% de los seminaristas. En cambio, los católicos europeos son el 21,8% del total, y sus seminaristas representan algo menos del 15%.
En África y Asia, no parece que el celibato sacerdotal sea un problema para encontrar candidatos al sacerdocio. Este vigor espiritual favorece una alta tasa de “sustitución generacional”. Por cada 100 sacerdotes en activo, África y Asia muestran una gran capacidad de recambio con 66 y 54 nuevos candidatos, respectivamente, mientras que Europa registra solo 10 candidatos por 100 sacerdotes, América 28 y Oceanía 22.
En Europa y en América la escasez de vocaciones sacerdotales es solo uno más de los indicadores religiosos que están en números rojos, desde la asistencia a la misa dominical a la fortaleza de los matrimonios. Hay un miedo al compromiso definitivo, tanto en el sacerdocio como en el matrimonio. Pensar que un cambio en el celibato sacerdotal va a arreglar estos problemas de deforestación espiritual es muy ingenuo. Más que una medida “valiente” puede ser un autoengaño.