Los levantamientos en los países árabes han tenido como principal referencia la revolución iniciada en Egipto en los meses de enero y febrero de este año. Musulmanes y cristianos salieron juntos a la calle para derrocar a Hosni Mubarak, después de 30 años de un gobierno cuya ilegitimidad se había acentuado en plena crisis. La tasa de desempleo más elevada en mucho tiempo y un aumento considerable de la pobreza fueron algunas de las razones que provocaron descontento de la población.
Los egipcios pedían reformas. Los más jóvenes, menos contagiados por el fanatismo religioso o los sentimientos nacionalistas de épocas precedentes, exigían a su vez democracia y libertad para que el país pudiera emprender una nueva era. Aquellos deseos llevaron a pensar a los más optimistas que, en una nación en la que no existía separación entre la religión y el Estado, la aspiración democrática conduciría inevitablemente al secularismo.
Pero en la primera votación para elegir si se elaboraba una nueva Carta Magna o simplemente se reformaba la actual ganó esta última opción. Los Hermanos musulmanes y los miembros del PND, partido que presidía Mubarak, se impusieron a los desorganizados grupos rebeldes.
Samir Khalil Samir afirma en AsiaNews que “los resultados del referéndum sobre la Constitución eran inevitables. La gente ni se planteó cambiar el artículo 2 -que estableció en 1972, sin mediar ninguna votación, la sharía como religión oficial del Estado- e incluso en el caso de que se hubiera votado, apenas un 30% lo hubiera eliminado. Y no necesariamente porque el resto sean islamistas, sino porque la mayoría de la gente no se da cuenta y piensa que si las leyes del islam han gobernado la nación desde su origen debe seguir siendo así. Sólo unos pocos, con una mayor sensibilidad, son conscientes de esta oportunidad, especialmente los cristianos, para los que el gobierno del Islam sí que tiene consecuencias”.
Los cristianos coptos en Egipto
Los coptos suponen un 10-15% de la población de Egipto y están presentes en todas las capas sociales, desde las más pobres hasta las más ricas. Estos cristianos egipcios son un colectivo fácil de atacar por su fragilidad. Al no ser reconocidos oficialmente por el islam, tampoco el Estado les respeta. Su estatus de orfandad legal ha hecho que en muchas ocasiones hayan sufrido ataques indiscriminados por parte de musulmanes radicales como reivindicación frente al gobierno. “Es más fácil quemar una iglesia copta que una comisaría -afirma la periodista Angela Shanahan en MercatorNet– y por eso en los últimos diez años los coptos han sido objeto de más de cuarenta ataques. A eso se suma además la discriminación que sufren diariamente en cuestiones educativas o laborales, pero principalmente en lo que a la libertad religiosa se refiere”.
La situación de los cristianos coptos y la ralentización con la que se están llevando a cabo los cambios en Egipto no presagian una “primavera árabe” muy duradera. No suenan muy alentadoras las palabras con las que algunas autoridades religiosas, como Alí Gomaa, Gran Muftí de Egipto en el The New York Times, tratan de justificar el mantenimiento del estatus actual de la Constitución. “La sociedad egipcia es profundamente religiosa y es inevitable que el islam tenga un lugar en nuestro orden político democrático. Esto, sin embargo, no debe ser un motivo de alarma para los egipcios o para Occidente. Aunque la religión no esté completamente separada del Estado, podemos asegurar que no será utilizada para obtener réditos políticos. Además -afirma Gomaa- no hay contradicción entre el artículo 2 y el artículo 7 de la Constitución reformada, que garantiza la igualdad de los ciudadanos ante la ley independientemente de su religión, raza o credo”.
Democracia y secularidad
En la situación actual de algunos países árabes, advierte Samir, se produce la paradoja de que una posible democracia no garantice la secularidad. “Como cristianos queremos libertad, democracia, justicia, así como secularidad, neutralidad religiosa, es decir, queremos que cada uno sea considerado como ciudadano, no como musulmán, cristiano o de otra religión. Por desgracia, en Oriente Medio, al tener que gobernar a grupos fuertes y fanáticos, la secularidad solo puede imponerse por gobernantes autoritarios”.
“Cuando el sistema es frágil, es necesario hacer concesiones al islam. Los cristianos queremos democracia y secularidad, pero, en la práctica, ahora en Oriente Medio es imposible que se asienten juntos. Por esa razón los cristianos prefieren al final tener un régimen autoritario que al menos les permita un mínimo de libertad religiosa”.
El único ejemplo que expone Samir como caso de éxito en el que democracia y secularismo conviven es el Líbano. Los cristianos son un 35% de la población, pero los musulmanes, a pesar de haberse convertido en mayoría, siguen aceptando limitar su representación política al 50% de los escaños.
A pesar de que no se pueden intuir grandes avances, para Samir Khamil Samir queda todavía la esperanza de que “aquellos que en Egipto desean una sociedad inspirada en el islam, al menos rechazan el modelo fundamentalista propuesto por países como Arabia Saudí o Irán”.