La cuestión de Medjugorje emergió al final del viaje del Papa a Fátima. Francisco distinguió entre las primeras apariciones, en 1981, y las que aún hoy aseguran recibir los videntes. Para el Papa, lo fundamental es “la gente que va allí y se convierte”.
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La cuestión de Medjugorje emergió al final del viaje del Papa a Fátima. Al ser preguntado sobre Medjugorje en la rueda de prensa a bordo del avión de regreso a Roma, el Pontífice comenzó aclarando que “todas las apariciones o las presuntas apariciones pertenecen a la esfera privada, no son parte del Magisterio público ordinario de la Iglesia. Y recordó que Benedicto XVI formó en 2010 una comisión sobre las apariciones presidida por el cardenal Camillo Ruini, que presentó su informe final a principios de 2014.
Según el Papa, “la relación-Ruini es muy, muy buena”. En ella, adelantó Francisco, se da cierta credibilidad a “las primeras apariciones, cuando [los videntes] eran jóvenes”, en 1981. En cambio, “acerca de las presuntas apariciones actuales, la relación tiene sus dudas”. Tres de los seis videntes aseguran seguir recibiendo revelaciones marianas, en un caso cada segundo día de mes, y en los otros dos con una periodicidad de una al año. En total, las apariciones individuales suman en estos 35 años unas 47.000.
“Medjugorje es una tierra muy fértil desde el punto de vista religioso, donde los visitantes descubren o redescubren el significado de lo sagrado” (Mons. Henryk Hoser, enviado especial de la Santa Sede)
Es esta catarata de visiones lo que provoca el escepticismo del Papa, mayor incluso que el de Ruini. “Yo personalmente soy más malo”, reconoció a la pregunta de un periodista del diario Avvenire. “Prefiero la Virgen madre, nuestra madre, y no la Virgen jefa de la oficina telegráfica, que todos los días envía un mensaje a tal hora… Esta no es la madre de Jesús. Y estas presuntas apariciones no tienen tanto valor. Y esto lo digo como opinión personal”, matizó.
Francisco aludió a discrepancias en el seno de la Congregación de la Doctrina de la Fe a raíz de este informe. El prefecto decidió incluir en la documentación enviada a la sección encargada de este tema –la llamada feria cuarta, también responsable del estudio de las acusaciones de abusos sexuales en la Iglesia– “los pareceres contrarios a la relación Ruini”. Ese proceder “no me pareció correcto”, dijo el Papa. “Era como sacar a subasta la relación Ruini, que está muy bien hecha”. Y entonces escribió una carta al prefecto, el cardenal Müller, pidiéndole que esas opiniones discrepantes se las enviaran a él en su lugar.
Gente que redescubre lo sagrado
“Al final se dirá algo” sobre las apariciones, zanjó el Pontífice, no sin recordar que “el núcleo verdadero y propio de la relación Ruini” es “el hecho espiritual, el hecho pastoral, la gente que va allí y se convierte, la gente que encuentra a Dios, que cambia de vida…”, concluyó Francisco, recordando que, para estudiar la respuesta pastoral al fenómeno de Medjugorje, en febrero “se nombró a un obispo capaz, muy capaz”.
Se trata de monseñor Henryk Hoser, arzobispo de Varsovia-Praga (Polonia) [que] fue además miembro de la comisión médica para las apariciones en Kibeho de 1981, estas sí reconocidas por la Iglesia. El mensaje “es muy parecido al de Medjugorje: la llamada a la conversión y a la paz”, aseguró el prelado en abril, en una rueda de prensa tras su primera visita al santuario en Bosnia.
El hecho espiritual en torno a Medjugorje, dice Francisco, es “la gente que va allí y se convierte, la gente que encuentra a Dios, que cambia de vida”
Pese a mostrar esta predisposición favorable a la veracidad de las visiones, el arzobispo de Varsovia reiteró que el cometido que le ha encargado el Papa se circunscribe a los aspectos pastorales: cómo atender a los 2,5 millones de peregrinos que cada año acuden a Medjugorje, y cómo resolver las disputas entre la parroquia donde se ubica el santuario, regida por franciscanos, y el obispo de la diócesis, Mostar, que niega categóricamente las apariciones. Todo ello, en el contexto de mejorar la atención en los santuarios en todo el mundo, según las indicaciones del Papa en un motu proprio publicado el 1 de abril por el que se trasladaba la competencia sobre estos lugares de peregrinación de la Congregación para el Clero al Consejo Pontificio para la Promoción de la Nueva Evangelización.
“Medjugorje es una tierra muy fértil desde el punto de vista religioso”, aseguró Hoser, aludiendo como ejemplo a las 610 vocaciones sacerdotales y religiosas surgidas de peregrinaciones a este lugar. La clave de este éxito, a su juicio, es que los visitantes “descubren o redescubren el significado de lo sagrado”, porque aquí “reciben lo que no tienen en casa”. Por ejemplo, “la confesión individual no existe en muchos de nuestros países”, igual que el rezo del rosario o la adoración al Santísimo Sacramento. De ahí que, sin negar la existencia también de picaresca y mercantilización en torno a Medjugorje, para el arzobispo de Varsovia es importante cuidar lugares así en los que “la gente viene a saciar su sed de sagrado, de Dios, de contacto con lo divino… con la ayuda de la Virgen María”.
La postura oficial de la IglesiaLa principal respuesta de la Iglesia a Medjugorje sigue siendo la llamada Declaración de Zadar, realizada por los obispos de la antigua Yugoslavia en 1991, en la que concluían que “no consta” que haya habido “apariciones y revelaciones sobrenaturales”. De ahí la prohibición de que diócesis y parroquias organicen peregrinaciones a Medjugorje, cosa que sí pueden hacer grupos privados…, preferentemente acompañados de un sacerdote, pedían curiosamente los obispos balcánicos. A esta declaración se remitió en 1998 la Congregación para la Doctrina de la Fe, entonces presidida por el cardenal Ratzinger, como “postura oficial” de la Iglesia. Esto, a su vez, distanciaba al Vaticano de la opinión más beligerante del obispo de Mostar, monseñor Perić, según la cual “consta la no sobrenaturalidad” o falsedad de las apariciones. En octubre de 2013, el entonces nuncio en EE. UU., monseñor Viganò, dirigió una carta los obispos norteamericanos a petición del cardenal Gerhard Müller. Para evitar “el escándalo y la confusión” a raíz de un ciclo de eventos con participación de uno de los videntes, el sucesor de Joseph Ratzinger en Doctrina de la Fe les decía que ni sacerdotes ni fieles están autorizados a “participar en encuentros, conferencias o celebraciones públicas en los que la credibilidad de estas apariciones se dé por cierta”. |