La Administración de EE.UU. cuida mucho las relaciones con Pakistán, un país islámico que ocupa un lugar esencial en la lucha contra el terrorismo. A Barack Obama le interesa la estabilidad, pero no cesan de producirse atentados y manifestaciones, especialmente a favor de los talibanes -con Afganistán al fondo y en contra de los cristianos.
El caso de Asia Bibi, cristiana condenada a muerte en aplicación de la “ley sobre la blasfemia”, dista de estar resuelto. Entretanto se suceden a diario noticias de violencias anticristianas. La última habla de Imran Masih, un joven cristiano de Punjab, de 24 años, torturado y asesinado por su empleador, un terrateniente musulmán.
La denuncia de este grave acto procede de la All Pakistan Minorities Alliance, una organización comprometida con la protección de los derechos de las minorías: “Estos episodios se suceden en un contexto de discriminación social y religiosa, en el que los musulmanes ricos piensan que pueden disponer a su gusto de las vidas de los cristianos, que son los últimos en la escala social, tratados como objetos y víctimas indefensas de la violencia”. Las denuncias formales a la policía local no suelen servir de nada, salvo que puedan intervenir con protestas públicas activistas de las ONG.
El pasado mes de enero causó estupor en el mundo el asesinato del gobernador Salman Taseer, cometido por uno de sus guardaespaldas, como respuesta a sus duras críticas a la ley sobre la blasfemia: una posición personal antigua y firme que le llevó a pedir clemencia al presidente Zardari para Asia Bibi. Ante la lucha de las ONG y de los líderes religiosos minoritarios, los islamistas radicales han organizado manifestaciones tumultuarias contra la reforma de la ley. Han provocado la dimisión del ministro y la consiguiente crisis. Y el primer ministro anunció en un discurso el 2 de febrero que la ley sobre la blasfemia no se modificaría.
Lógicamente, las minorías cristianas siguen con temor los acontecimientos: «La eliminación del Ministerio supondrá un perjuicio grave para los derechos de las minorías religiosas. No habrá nadie que cuestione la legitimidad de la ley sobre la blasfemia. Es un paso atrás en el respeto de los derechos humanos”. Aunque, en realidad, a juicio de observadores imparciales, ese departamento era una mezcla de coartada y trampa, que apenas ha contribuido en la práctica a reducir la discriminación.
Sigue la ley sobre la blasfemia
Mons. Lawrence Saldanha ha declarados a la agencia Fides: “El que exista o no un Ministerio para las minorías no hace que cambie nuestra posición hacia el gobierno: le pedimos que respete los derechos y las libertades fundamentales de las minorías religiosas, entre las cuales se encuentran los cristianos. Es urgente trabajar para reducir la discriminación social y promover el desarrollo socio-económico de nuestras comunidades. Vamos a seguir pidiendo la abolición de la ley sobre la blasfemia, aunque estamos viendo que, después de las manifestaciones y los acontecimientos de los últimos meses, la situación se ha estancado”.
El ministro Shahbaz Bhatti se reunió en Washington el 4 de febrero con Hillary Clinton, quien reiteró el apoyo de los EE.UU. a la promoción de los derechos humanos y la libertad religiosa en Pakistán. Pero la debilidad del gobierno paquistaní lo lleva a aliarse con grupos islamistas, a la vez que pretende reafirmar su independencia, expresando un creciente rechazo de las interferencias extranjeras.
Para Mons. Lawrence Saldanha, el último discurso del primer ministro y la retirada de la propuesta de modificación de la ley sobre la blasfemia reflejan “la capitulación del gobierno ante los extremistas. Estos no dudan en afirmar públicamente su apoyo a Mumtaz Qadri, el policía que asesinó en plena calle al gobernador de Punjab Salman Taseer, por haber calificado de ‘inicua’ la ley y denunciar su uso abusivo”. Un intelectual paquistaní, Siddiqa Ayesha, declaraba a La Croix que “el debate está ‘confiscado’ en Pakistán, y cada vez es más difícil cuestionar el islam, porque la élite lo instrumentaliza políticamente”.
Se explica el miedo de los cristianos, pues los grupos radicales reunidos en la red Tehrik Tahaffuz Namoos-i-Risalat (Alianza para defender el honor del Profeta) mostraron gran violencia en la manifestación del 30 de enero en Lahore: contrarios al Papa y a los Estados Unidos, símbolos de Occidente que “pretenden condicionar al país”, quemaron imágenes y fotos del Papa y del ministro federal de las Minorías, Shahbaz Bhatti, así como el símbolo de la cruz. “El ministro Bhatti -afirma Mons. Saldanha- vive tiempos muy difíciles, es blanco de los extremistas. En nombre de todos los cristianos de Pakistán, queremos expresar toda nuestra solidaridad y gratitud al ministro por su compromiso social y político en defensa de las minorías religiosas”.