El diálogo entre la Iglesia católica y la ortodoxa avanza, tanto desde el punto de vista teológico como de superación de recelos históricos; en cambio, sigue habiendo bastante incertidumbre en las relaciones con las comunidades surgidas de la Reforma protestante. Este es el diagnóstico que hacen los responsables del Consejo Pontificio para la Unidad de los Cristianos, que se han expresado con motivo de la tradicional semana de oración por la unidad que se ha celebrado en estos días.
En una breve nota publicada en L’Osservatore Romano (19-01-2009), Mons. Eleuterio F. Fortino, subsecretario de dicho Consejo, asegura que en las relaciones con los ortodoxos hay avances, no solo en las relaciones con el patriarcado de Constantinopla, cultivadas desde hace años, sino también con el Patriarcado de Moscú y otras Iglesias, con las que siempre ha sido más difícil el diálogo.
Un hecho destacado fue la participación, por primera vez, del patriarca de Constantinopla en la Asamblea del Sínodo de Obispos.
Respecto al diálogo teológico, la Comisión Mixta Ortodoxo-Católica está estudiando actualmente cómo se entendía el primado del obispo de Roma en el primer milenio del cristianismo, antes de la separación. También se considerará cómo evolucionó el contenido del primado en el segundo milenio, tras la ruptura entre Roma y Constantinopla, y cuál es la situación actual.
El problema no es la existencia del primado, que ambas Iglesias aceptan, sino la interpretación del contenido del primado, cuestión donde hay grandes diferencias.
Ya en 1995, en la encíclica Ut unum sint, Juan Pablo II se había mostrado dispuesto a “encontrar una forma de ejercicio del primado que, sin renunciar de ningún modo a lo esencial de su misión, se abra a una situación nueva”. Fortino explica que se está trabajando en un proyecto de documento que será examinado en la sesión plenaria de la Comisión, que tendrá lugar el próximo octubre.
Para la superación de los recelos tradicionales entre católicos y ortodoxos, está siendo muy importante establecer lazos de amistad personal entre representantes de la Santa Sede y del Patriarcado de Moscú. Así lo entiende el padre Milan Zust, encargado de las relaciones culturales con los ortodoxos en el Consejo Pontificio para la Unidad de los Cristianos.
Zust subraya la importancia de la visita del cardenal Kasper, presidente del Consejo Pontificio, a Moscú, en el pasado mayo, con motivo de la festividad de los santos Cirilo y Metodio, evangelizadores de los pueblos eslavos. Fue invitado por el metropolita Kiril, con quien habló de la participación de la Iglesia ortodoxa rusa, a partir de este año, en la Comisión Mixta que lleva a cabo el diálogo teológico con los católicos.
La elección del sucesor del patriarca de Moscú, Alexis II, fallecido hace algunas semanas, será también importante para la evolución de este diálogo.
Otra visita destacada fue la que hizo el cardenal Kasper en diciembre de 2007 al metropolita Volodymyr de Kiev, de la Iglesia ortodoxa ucraniana. Se ha abierto así un diálogo que en el pasado había sido difícil, por la persecución comunista y la desconfianza ortodoxa hacia los católicos ucranianos de rito oriental.
Estos contactos están permitiendo anudar lazos de amistad. Otro signo de colaboración, del que se ocupa el comité cultural del que forma parte Zust, es ofrecer becas a los seminaristas ortodoxos que van a Roma a estudiar en las Facultades Pontificias.
Dificultades con los protestantes
Si el diálogo con los ortodoxos ha avanzado de forma significativa, no puede decirse lo mismo por ahora con las comunidades surgidas de la Reforma protestante. Así lo reconoce el obispo, Mons. Brian Farrell, secretario del Consejo Pontificio para la Unidad de los Cristianos, en otro artículo publicado en L’Osservatore Romano (23-01-2009).
Farrell dice que “sigue habiendo un interrogante difuso, rodeado de una cierta desconfianza, sobre los resultados del diálogo” con los protestantes. Hasta el momento este diálogo está establecido con la Federación Luterana Mundial, con el Consejo Metodista, con la Comunión Anglicana y con la Alianza Mundial de las Iglesias Reformadas.
Las diferencias teológicas entre católicos y protestantes, explica Farrell, tienen que ver especialmente con la relación entre la Escritura y la Tradición, y con el modo de entender la naturaleza de la Iglesia. En el primer aspecto, se ha logrado acuerdo en que no hay contraposición entre Escritura y Tradición, pero no hay consenso sobre el magisterio competente para interpretarla.
Sobre la naturaleza de la Iglesia, persiste una “división profunda” entre la concepción católica -la Iglesia es al tiempo institucional y espiritual- y la protestante, que solo admite el aspecto espiritual.
Sin embargo, Farrell recuerda que fue un gran paso adelante la Declaración conjunta sobre la Justificación, en la que se reconoció que no hay contraposición entre justificación por la fe y la necesidad de buenas obras.