Se solía repetir la regla jurídica summum ius, summa iniuria. La obsesión laicista de la República francesa ha llevado a un caso que está dando la vuelta al mundo: muestra los extremos ridículos a que llega la irracionalidad que, esta vez, no es musulmana. Al contrario.
En su preocupación por proteger a los servicios públicos de contaminaciones religiosas, el entonces presidente Chirac promovió una ley sobre laicidad, promulgada el 15 de marzo de 2004, que prohibía en los servicios públicos los signos religiosos ostensibles: sobre todo, se quería evitar la presencia cada vez más numerosa de mujeres de origen musulmán ataviadas con el clásico velo islámico.
Las autoridades académicas de una escuela francesa han llevado a su extremo esa disposición, expulsando a una alumna musulmana de quince años por llevar falda larga. De no ser por su pelo normal y la carencia de otros aditamentos, podría haber sino una “niña gótica”, a la que nada se reprocharía. Pero la dirección de ese centro en Charleville-Mézières le exige acudir al aula con “vestidos neutros”, lejos de todo proselitismo.
“Para saber de un plumazo si alguien tiene fe, no mires al fondo de su corazón, sino su fondo de armario”
La ministra de educación, Najat Vallaud-Belkacem –en el ojo del huracán por su controvertida reforma de los planes de estudio–, se ha apresurado a afirmar que “ninguna alumna puede ser excluida en función de la longitud o el color de la falda”. Pero muestra su solidaridad con un equipo docente que habría mostrado su capacidad de discernimiento, para distinguir entre mero porte externo y función proselitista, y fomentar el diálogo con la familia de la estudiante.
Reacciones a favor de la libertad
Como es lógico, el caso de Sarah inunda las redes sociales, con todo tipo de comentarios. Esa chica hace a diario 25 km. en tren y autobús para acudir al “colegio” (la etapa superior de la enseñanza media). Al llegar al centro, se quita el velo que cubre su cabeza. Solo se pone la falda cuando hace buen tiempo, según Le Monde del 30 de abril. Los demás días lleva pantalones. Pero el problema es que la primera sanción, a mediados de abril, ha suscitado una reacción solidaria, y otras alumnas manifiestan su protesta llevando también faldas largas. Las autoridades académicas –incluido el rector de la academia de Reims, de quien depende el colegio– han reaccionado con evidente desproporción.
En Twitter ha aparecido el hastag “JePorteMaJupeCommeJeVeux” (llevo la falda que quiero): episodios similares se producen en otros centros, aunque no suelen hacerse públicos porque los protagonistas prefieren tratar de superar el problema a base de hablar, tratando de evitar a las niñas situaciones que afecten a su escolarización. En 2014, el Colectivo contra la islamofobia en Francia (CCIF) tiene constancia de más de un centenar de casos relativos a la longitud de las faldas femeninas.
Críticas al fundamentalismo laicista antirreligioso
Aunque la ley de 2004 es clara, permite en la práctica excesos derivados de extremismos ideológicos contrarios a toda manifestación externa de religiosidad: no es exigencia de laicidad, sino expresión de laicismo militante, más bien fundamentalista. No deja de ser significativo que la portavoz de CCIF pueda criticar ese tipo de posición de algunos miembros de la comunidad educativa, con los que es “muy complicado actuar y argumentar”.
La sanción ha suscitado una reacción solidaria, y otras alumnas manifiestan su protesta llevando también faldas largas
En las redes sociales abundan los comentarios irónicos, de los que se hace eco la prensa francesa. Por ejemplo, “para saber de un plumazo si alguien tiene fe, no mires al fondo de su corazón, sino su fondo de armario”. Otra: “es una pena que la estupidez no sea ostentosa”. O “¿cuándo se prohibirán los dibujos animados de Disney con faldas largas?” En fin, como corresponde a esta época, la cadena comercial donde Sarah compró su falda, ha aprovechado el evento para una campaña de marketing.
Ya en serio, el sociólogo François Dubet no excluye que la falda larga sea un signo visible de una creencia religiosa. Como también la falda azul marino plisada de algunos establecimientos católicos. O el uso de la barba en los varones. ¿Se prohibirá la falda plisada o la barba –se pregunta– en la escuela secundaria? Y recuerda otro debate reciente, sobre la carne de cerdo en los comedores escolares: “o se sustituye por pescado (es la tolerancia) o el alumno come carne de cerdo o nada (el modelo dominante)”. Al cabo, la realidad es que el concepto de laicidad está cambiando: “durante mucho tiempo era percibido como un modelo acogedor, ahora parece hostil”.