En el 80º aniversario de las apariciones marianas
Lisboa. Ochenta años después de las apariciones de la Virgen, Fátima sigue siendo un lugar de referencia importante, no sólo para Portugal, sino para toda la Iglesia y para el mundo. El mensaje de la Virgen, confiado a los tres pastorcitos, llegó a través de ellos a todos los fieles portugueses. De ahí el interés de examinar cómo ha recibido Portugal el legado de la Virgen y cómo ha procurado ponerlo en práctica y difundirlo.
Para los portugueses, las apariciones representaron el nacimiento de la capital espiritual del país. Hoy día Portugal es impensable sin Fátima.
Desde 1917, la adhesión general del pueblo a Fátima fue inmediata, creciente, sin interrupciones ni crisis, a pesar de la natural prudencia de la jerarquía católica y de la persecución por parte de la prensa y de los gobernantes, que en el momento de las apariciones estaban en plena euforia republicana anticlerical. En cuanto a la jerarquía, la gente no se preocupó por el silencio de los obispos ni por la ausencia de sacerdotes: por una parte, comprendían su reserva y, por otra, estaban seguros de la veracidad de los hechos sobrenaturales y de la plena concordancia del mensaje con la fe católica.
La capital espiritual
En cuanto a la opinión pública y al Estado, nadie esperaba otra reacción, si bien la prensa anticatólica, sin pretenderlo, fue la primera en difundir los portentos acaecidos en Fátima. También las mismas autoridades contribuyeron a lo mismo cuando pusieron a prueba, de modo verdaderamente cruel, la sinceridad de los pequeños videntes.
En cualquier caso, la devoción popular a la Virgen de Fátima se habría desarrollado de igual forma. Tras la primera aparición, en mayo de 1917, los peregrinos comenzaron a acudir cada vez en mayor número durante los meses siguientes.
La prensa de entonces calculó varios miles de peregrinos en julio, 10.000 en agosto, 30.000 en septiembre, y 70.000 en octubre. Estos números no han cesado de aumentar hasta nuestros días, como muestran los 400.000 peregrinos que han acudido a Fátima en mayo de este año.
A esto hay que añadir algunos «picos» de muchedumbres incontables con ocasión de las visitas papales (Pablo VI en 1967 y Juan Pablo II en 1982 y 1991). Sólo la presencia del Romano Pontífice -y de Sor Lucia- parece capaz de variar el flujo de peregrinos. Por lo demás, la afluencia es constante, con independencia del estado de las carreteras y de los locales de acogida, de quienes presiden las celebraciones, de que haya o no milagros, o incluso de las iniciativas pastorales.
En torno a la «revolución de los claveles»
Contra lo que se podría pensar, la revolución de abril de 1974 no cambió este proceso. Fátima se convirtió entonces para el pueblo en lugar de refugio, de paz y de confianza en Dios. Se intensificaron las caminatas a pie desde las poblaciones más remotas, desafiando las amenazas de los grupos radicales. A partir de esas fechas se duplicaron también los servicios de asistencia a los peregrinos. Las mismas autoridades eclesiásticas tuvieron que condescender con las duras penitencias de la gente, suavizando tan sólo las condiciones de su práctica dentro del santuario.
No hay nada anormal en esas prácticas. La alegría y la serenidad están estampadas en los rostros de los romeros de Fátima que bajan como pequeños arroyos desde distintos lugares, se convierten en ríos al aproximarse al santuario y son ya una oleada ininterrumpida al entrar en Fátima. Son hombres y mujeres, de todas las clases sociales, y cada vez mayor número de jóvenes.
Parece como si los portugueses hubiesen esperado durante siglos la venida de la Madre de Dios a esta «Tierra de Santa María» -consagrada a la Inmaculada Concepción hace 350 años- y hubiesen recibido su visita con inmensa alegría pero con la naturalidad con que se acoge lo esperado. Como si con las apariciones de la Virgen, Portugal se «completase» y adquiriera la forma y el núcleo preciso de su identidad.
Sin afán de secretos
La naturalidad con que se desarrolló la devoción a la Virgen de Fátima entre los portugueses se manifiesta también, paradójicamente, en un cierto desinterés por conocer la historia y los detalles de las revelaciones y «secretos». Todos saben lo esencial: la Virgen se apareció a Lucia, Jacinta y Francisco, y les exhortó -a ellos y a todo el mundo- a la penitencia y al rezo del Rosario. El pueblo siente verdadero cariño por los tres pastorcitos, y las tumbas de los dos ya fallecidos reciben diariamente ramos de flores en prueba de ese afecto. El rezo del Terço (una parte del Rosario) se generalizó desde entonces, según la petición de Santa María. A esta devoción se puede atribuir incluso (porque hubo una campaña popular entonces) la evitación del peligro comunista, que amenazó gravemente el país en 1974-75.
No obstante, el clero y la jerarquía ven la necesidad de instruir constantemente a los peregrinos sobre los hechos y el mensaje de Fátima, puesto que la gran mayoría se contenta con saber que Nuestra Señora nos vino a visitar. Todo lo demás les parece secundario.
«No fue la Iglesia quien impuso Fátima -dijo un día el antiguo Patriarca de Lisboa, Card. Cerejeira-; fue Fátima la que se impuso a la Iglesia». Y esto no fue tanto por la enorme afluencia de peregrinos, sino por la seriedad de los acontecimientos y la extraordinaria riqueza y actualidad del mensaje. Sólo trece años después de las apariciones, el obispo de Leiria (diócesis que ahora se denomina de Leiria-Fátima) las declaró «dignas de crédito» y autorizó el culto de Nuestra Señora del Rosario de Fátima.
Un santuario por encima del turismo
Nadie puede acusar a la jerarquía de precipitación ni de explotar el fenómeno sobrenatural. Pero es verdad que desde entonces asumió la responsabilidad de sacar todas las consecuencias, ascéticas y teológicas, y de transmitirlas íntegramente al pueblo: la centralidad de la Eucaristía, la correcta comprensión de la mediación de María, el valor de la oración y del sufrimiento, el espíritu de desagravio, el recurso asiduo al sacramento de la Penitencia, el amor a la Iglesia y al Santo Padre, la rectitud de intención, el alejamiento de las supersticiones, etc. Se puede decir que este empeño de la jerarquía ha sido coronado por el éxito, pese a los consabidos peligros de desvirtuación que acechan a un santuario de tanta fama.
No podían faltar, por otra parte, los «iluminados», ni los comerciantes, que hacían acto de presencia para probar suerte. Ni los adversarios de la Iglesia que dificultaban el buen nombre y el orden del santuario. Tampoco los irresponsables que aprovechaban Fátima para promover movimientos políticos… Hoy en día es imposible evitar que algunos locos se sientan atraídos por el lugar, ni cabe prohibir el recto «turismo religioso» -otra forma de peregrinación- o las tradicionales tiendas de recuerdos. Los lugares históricos conservan mucho del ambiente y de la sencillez de 1917.
Como no podía ser de otra manera, además de centro de piedad popular, Fátima se convirtió también en el mayor centro de retiros, congresos, simposios y reuniones del clero y del episcopado, así como de todo tipo de movimientos católicos, y sede de numerosas instituciones religiosas.
Centro de reconciliación
La jerarquía ha visto en el mensaje de Fátima un acervo doctrinal riquísimo que transmitir a los fieles, y no cesa de hacerlo. Sabe además que el santuario es la principal escuela de fe y de piedad para los portugueses, y cuida de él con gran prudencia y determinación. Sólo los días 13 del año pasado participaron allí en las ceremonias cerca de un millón de fieles (exactamente 928.300). Pero todos los días se cuentan por miles los que van a rezar a la Capelinha (la capilla primitiva), especialmente los fines de semana. Se calcula en 4 millones al año los visitantes del santuario, lo que representa (restando un 8% de extranjeros) un tercio de la población portuguesa.
Las confesiones han sido, desde su inicio, una de las actividades principales del santuario. En los primeros años, la Capilla de las Confesiones era un caserón de madera, que dejaba chica la Capelinha. Más tarde, el sacramento de la Penitencia se administraba en más de una docena de confesonarios dentro de la basílica. El anterior obispo, Mons. Alberto do Amaral, amplió bastante el espacio de las confesiones con una moderna Capilla de la Reconciliación, que fue visitada en 1996 por 150.000 penitentes, 20.000 más que en el año anterior. Los enfermos constituyen los peregrinos privilegiados del santuario. En los últimos veinte años (1976-96) se realizaron 444 retiros espirituales para ellos, con un total de 32.654 asistentes.
Fátima en el mundo
Los portugueses han sido lógicamente los principales promotores de la devoción de Nuestra Señora de Fátima en los cinco continentes. No se les escapa la transcendencia mundial de Fátima, aunque, como ya se ha dicho, ese aspecto les resulta secundario. Les encanta oír rezar en todos los idiomas y ver a su lado las facciones o los atuendos más dispares; pero allí son todos iguales. Además, están acostumbrados a tratar con cualquier raza desde hace muchos siglos.
Con ellos o sin ellos, Fátima constituye su mayor devoción mariana y el santuario de Cova da Iría su gran casa de familia. En general, no comparten del mismo modo que tantos otros el significado casi apocalíptico de las palabras de la Virgen y de las señales grandiosas con las que confirmó sus avisos maternales. Para ellos, más que Reina de las naciones, es Reina de sus corazones, Madre de misericordia, Señora del Santo Rosario. Por eso, a los portugueses no les extraña que Portugal haya de conservar siempre «el dogma de la fe», según la predicción de la «Señora más blanca que el sol».
El cumplimiento de la conversión de Rusia (siempre entendida como la caída del comunismo) después de la consagración hecha en Roma por el Papa en 1984, en unión con el episcopado mundial, delante de la primera imagen de la Virgen de Fátima, les llenó de alegría, pero no de sorpresa. ¡La esperaban desde hacía tantos años, sin comprender por qué se tardó tanto en ejecutar cabalmente las disposiciones de Nuestra Señora! El hecho extraordinario de que el Romano Pontífice quisiera colocar la imagen en el mismo centro de la cristiandad, sobre la tumba de Pedro, para la solemne consagración, o que la visita de la imagen peregrina, acompañada por el actual obispo de Fátima, Mons. Serafim Ferreira e Silva, haya pisado la Plaza Roja de Moscú y congregado multitud de fieles cristianos, no podía añadir mucho a su filial veneración a María. En Fátima el fiel portugués se siente casi en el cielo, y no hay nada que le parezca superior ni más transcendente. Sólo Roma y el Santo Padre.
Hugo de AzevedoLa visita del Papa en 1982Del mensaje de Juan Pablo II a los peregrinos del Santuario (12-V-82)
Hace mucho tiempo que yo deseaba venir a Fátima, como tuve ocasión de decir a mi llegada a Lisboa; pero, desde que se produjo el conocido atentado en la Plaza de San Pedro, hace un año, al recuperar la conciencia, mi pensamiento se dirigió inmediatamente a este santuario, para depositar en el corazón de la Madre celestial mi gratitud por haberme salvado del peligro. Vi en todo lo que fue sucediendo -no me canso de repetirlo- una especial protección maternal de Nuestra Señora.
Y en esta coincidencia -y no hay meras coincidencias en los designios de la Providencia divina- vi también una indicación, y, acaso, una llamada de atención para el mensaje que de aquí partió hace 65 años, por intermedio de tres niños, hijos de gente humilde del campo, los pastorcillos de Fátima, como son universalmente conocidos. (…)
Sed fieles a vosotros mismos, conservad vuestra herencia de fe, de valores espirituales y de honradez de vida, que recibisteis de vuestros mayores, a la luz y con las bendiciones de María Santísima; es una herencia rica y buena. Y ¿queréis que os enseñe un «secreto» para conservarla? Es sencillo y ya no es secreto: «Rezad, rezad mucho; rezad el rosario todos los días».
De la homilía en Fátima (13-V-82)
La Iglesia ha enseñado siempre y sigue proclamando que la revelación de Dios ha sido llevada a cumplimiento en Jesucristo, el cual es su plenitud, y que «no hay que esperar otra revelación pública antes de la gloriosa manifestación de Jesucristo nuestro Señor» (Dei Verbum, 4). La misma Iglesia valora y juzga las revelaciones privadas según el criterio de su conformidad con la única revelación pública.
Así, si la Iglesia ha acogido el mensaje de Fátima es sobre todo porque este mensaje contiene una verdad y una llamada, que en su contenido fundamental son la verdad y la llamada del Evangelio mismo.
«Arrepentíos (haced penitencia) y creed en el Evangelio» (Mc 1, 15): son estas las primeras palabras del Mesías dirigidas a la humanidad. El mensaje de Fátima es, en su núcleo fundamental, una llamada a la conversión y a la penitencia, como en el Evangelio. Esta llamada ha sido hecha al comienzo del siglo XX, y por tanto dirigida particularmente a este siglo. La Señora del mensaje parecía leer con una perspicacia especial los «signos de los tiempos», los signos de nuestro tiempo. La llamada a la penitencia es una llamada maternal; y, a la vez, es enérgica y hecha con decisión.
La caridad que «se complace en la verdad» (1 Cor 13, 6), sabe ser clara y firme. El llamamiento a la penitencia se une, como siempre, con la llamada a la plegaria. De acuerdo con una tradición plurisecular, la Señora del mensaje de Fátima indica el rosario, que justamente puede definirse «la oración de María»: la plegaria, en la que ella se siente unida particularmente a nosotros. Ella misma reza con nosotros. En esta oración se incluyen los problemas de la Iglesia, los de la Sede de Pedro y los del mundo entero. Además, se recuerda a los pecadores, a fin de que se conviertan y se salven, y a las almas del purgatorio. (…)
Nos parece encontrar precisamente en las palabras del mensaje de Fátima esta dimensión del amor materno, que en su radio abarca todos los caminos del hombre hacia Dios: el que conduce a través de la tierra y el que va, a través del purgatorio, más allá de la tierra.
La solicitud de la Madre del Salvador se identifica con la solicitud por la obra de la salvación: la obra de su Hijo. Es la solicitud por la salvación, por la salvación eterna de todos los hombres. (…)
Algunos datos
Número de peregrinaciones colectivas
Países199419951996Alemania137154158España279322334EE.UU.112153132Italia485458481Polonia149136162Portugal504512512Con decenas de peregrinantes al año figuran: Francia, Eslovaquia, Brasil, Inglaterra, Irlanda, Malta, Chequia, Suiza, Austria, bélgica y Corea del Sur.