Benedicto XVI visitará Croacia el 4 y 5 de junio, por primera vez como Papa, aunque ya estuvo en dos ocasiones anteriores cuando era prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe. El viaje pastoral, limitado a la capital, Zagreb, y convocado bajo el lema “Juntos en Cristo”, tiene por motivo inmediato la celebración de la Jornada Nacional de las Familias Católicas. El Papa se propone también alentar a los croatas a reforzar su identidad cristiana y contribuir a lo mismo en el continente, ahora que el país está próximo a adherirse a la Unión Europea (UE).
“Croacia no ha de tener miedo de reivindicar con determinación el respeto de su propia historia y de su propia identidad religiosa y cultural”
Ese tema fue uno de los que tocó Benedicto XVI en su discurso del pasado 11 de abril ante el nuevo embajador de Croacia ante la Santa Sede, que ese día presentó sus cartas credenciales. La integración en la UE, dijo el Papa, “ deberá llevarse a cabo en el pleno respeto de las especificidades de Croacia, de su vida religiosa y de su cultura”. Al entrar, el país “no será solamente receptor de un sistema económico y jurídico que tiene sus ventajas y sus límites, sino que igualmente podrá aportar una contribución propia y típicamente croata. No ha de tener miedo de reivindicar con determinación el respeto de su propia historia y de su propia identidad religiosa y cultural”. Algo de eso ya se ha notado en los organismos de la UE con la participación activa de miembros, más recientes, del centro y el este del continente (Polonia, Hungría, Eslovaquia…), claramente más cristianos que los otros socios.
En el mismo discurso, el Papa se refirió a una tendencia contraria: “Algunas voces amargadas niegan con sorprendente regularidad la realidad de las raíces religiosas europeas. Se ha puesto de moda sufrir de amnesia y negar las evidencias históricas”. En cambio, Benedicto XVI confía en que Croacia contribuirá a superar los nuevos obstáculos a su carácter cristiano y al de Europa, obstáculos que describió como “contrarios al derecho natural, a la familia y, más sencillamente, a la moral”.
Casi el 90% de los 4,43 millones de habitantes son católicos
Una necesidad particular de Croacia –y sus vecinos– es superar las secuelas de la guerra desatada a raíz de su independencia en 1991, y la posterior en Bosnia, donde intervinieron los croatas residentes allí. A eso se refirió también el Papa en su discurso al embajador. Animó a las autoridades del país a perseverar en “el deseo de paz y de sana colaboración con los países de vuestra región geopolítica”, para “ facilitar el diálogo y el entendimiento entre pueblos que tienen tradiciones diferentes, pero que conviven desde hace siglos”. En particular, señaló la necesidad de contribuir a que los croatas de Bosnia y Herzegovina “puedan desempeñar el papel que les corresponde como uno de los tres pueblos constitutivos del país”.
Marcada tradición católica
Este viaje se suma a los tres de Juan Pablo II, que fue a Croacia más veces que a cualquier otro país de la antigua órbita soviética, con excepción de Polonia. La Santa Sede fue una de las primeras en reconocer a Croacia cuando se separó de Yugoslavia y se declaró independiente hace justo veinte años. Al año siguiente, el nuevo Estado formalizó relaciones diplomáticas con el Vaticano.
Croacia es un país de marcada tradición católica. Lo son casi el 90% de sus 4,43 millones de habitantes. La Iglesia allí está organizada en 17 diócesis y 1.600 parroquias. Cuenta unos 2.300 sacerdotes, 3.700 religiosos –hombres y mujeres– y 438 seminaristas. En las escuelas y universidades católicas estudian 13.300 alumnos. La Iglesia desarrolla una importante labor social mediante un centro médico, 30 hogares para ancianos o minusválidos, 53 orfanatos y guarderías, más otras iniciativas.
El acto central de la visita será la misa que celebrará el Papa en el hipódromo de Zagreb el domingo 5 de junio con ocasión de la Jornada Nacional de las Familias. Siguiendo la costumbre de Juan Pablo II, no faltará una reunión especial con los jóvenes, la tarde anterior en la plaza mayor de la ciudad. Será una vigilia de oración, coronada con un tiempo de adoración al Santísimo Sacramento, nota añadida a la Jornada Mundial de la Juventud desde la edición de Colonia en 2005, la primera que presidió Benedicto XVI.
Antes, en el Teatro Nacional, el Papa hablará a representantes de la sociedad civil, la política, la cultura y la universidad, así como de otras confesiones religiosas. El domingo por la tarde celebrará las vísperas con los obispos, sacerdotes, religiosos y seminaristas en la catedral. Allí está la tumba del beato Alojzije Stepinac, ante la que el Papa se detendrá para orar. El cardenal Stepinac (1898-1960), arzobispo de Zagreb desde 1937, es quizá la figura más sobresaliente de la Iglesia católica croata en el siglo XX (ver Aceprensa, 23-09-1998). Defensor de los derechos humanos bajo el régimen croata filonazi en la II Guerra Mundial y después bajo el comunismo. Condenado en un juicio farsa por el gobierno de Tito, murió privado de libertad. Juan Pablo II lo beatificó en su segundo viaje a Croacia (octubre de 1998).
Por iniciativa no de la Iglesia, sino del Parlamento, Croacia está en pleno “Año Bošković”, en recuerdo del jesuita croata que fue uno de los científicos más destacados del siglo XVIII. Ruđer Josip Bošković fue físico, astrónomo, matemático, arquitecto, filósofo y diplomático, como recordó Benedicto XVI en el discurso del 11 de abril. El Papa lo propuso como ejemplo, en especial para la juventud. Su vida muestra que “es posible hacer convivir en armonía la ciencia y la fe, el servicio a la madre patria y el compromiso en la Iglesia”. Y añadió: “Este sabio cristiano dice a los jóvenes que es posible realizarse en la sociedad actual y ser feliz en ella siendo creyentes”. Como el Papa subrayó también, la herencia cristiana de Croacia está ahora en manos de los jóvenes. Si a ellos les corresponde ahora conservarla y hacerla fructificar, la Iglesia ha de tenerlos como objeto principal de su atención.