El Papa quiere clarificar cómo era el diaconado en la Iglesia primitiva

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En respuesta a una pregunta planteada durante una audiencia con religiosas de la Unión Internacional de Superioras Generales, Francisco ha anunciado la puesta en marcha de una comisión que aclare bien cuál era el papel de las diaconisas en los primeros tiempos de la Iglesia. El empeño del Papa por estudiar mejor este asunto se ha presentado en los medios como un primer paso para que las mujeres puedan recibir el diaconado, pero las palabras de Francisco no respaldan esta interpretación.

Según el texto en italiano publicado en la página oficial de la Santa Sede, una religiosa recuerda que las mujeres consagradas ya prestan muchos servicios en la Iglesia, atendiendo a gente necesitada y distribuyendo la comunión y dirigiendo las oraciones en ausencia del sacerdote. Y pregunta: “¿Qué impide en la Iglesia incluir a las mujeres entre los diáconos permanentes, como sucedía en la Iglesia primitiva? ¿Por qué no constituir una comisión oficial que pueda estudiar la cuestión?”.

El Papa responde de modo informal que el tema de las diaconisas en la vida de la Iglesia primitiva le había interesado bastante y que en una ocasión preguntó a un teólogo sirio, experto en la Iglesia de la antigüedad. “Me explicó que en los primeros tiempos de la Iglesia había algunas diaconisas. ¿Pero qué eran? ¿Recibían o no la ordenación? Habla de ellas el Concilio de Calcedonia (451), pero de un modo un poco oscuro. ¿Cuál era el papel de las diaconisas en aquel tiempo?”. Según las explicaciones de aquel teólogo, “parece que el papel de las diaconisas era ayudar en el bautismo de las mujeres, por inmersión, las bautizaban ellas, por el decoro, también para hacer las unciones sobre el cuerpo de la mujer en el bautismo”.

“Hay algunas publicaciones sobre el diaconado en la Iglesia, pero no está claro cómo era. Creo que pediré a la Congregación para la Doctrina de la Fe que me informe de estudios sobre este tema”. Sobre la oportunidad de crear una comisión de estudio sobre la cuestión, se manifiesta de acuerdo: “Creo que hará bien a la Iglesia clarificar este punto”.

La pregunta se refería también a la posibilidad de una mayor participación de las mujeres, y en concreto de las religiosas, en la vida de la Iglesia. El Papa responde que se trata de “contar con el juicio de la mujer consagrada, porque la mujer ve las cosas con una originalidad distinta de la de los hombres, y esto supone un enriquecimiento: ya sea en la consulta, ya sea en la decisión, ya sea en la concreción”.

Las diaconisas de antes no eran como los diáconos de hoy

Se entiende que Francisco quiera aclarar esta cuestión, pues hasta ahora no ha habido un pronunciamiento magisterial definitivo. Según recuerda un artículo publicado en Crux, en la Carta apostólica Ordinatio sacerdotalis (1994) Juan Pablo II declaró que la Iglesia no tiene la facultad de conferir la ordenación sacerdotal a las mujeres (ver Aceprensa, 8-06-1994), pero no mencionó el asunto del diaconado.

Por su parte, el canon 1.024 del Código de Derecho Canónico establece que “solo el varón bautizado recibe válidamente la sagrada ordenación”. A la luz de estas palabras, parece claro que el diaconado actual, primer grado del sacerdocio, no podría abrirse a las mujeres.

Cuestión distinta es, como quiere Francisco, aclarar cuál era el papel de las diaconisas en los primeros tiempos de la Iglesia. Una cosa es que prestaran un servicio en la Iglesia y otra que fuera un ministerio “ordenado”, como los diáconos actuales.

La Comisión Teológica Internacional –órgano asesor de la Congregación para la Doctrina de la Fe– publicó en 2002 un documento titulado El diaconado: evolución y perspectivas, en el que, entre otras cosas, estudió el ministerio de las diaconisas.

Tras un largo análisis, resume las dos razones principales por las que parece pronunciarse en contra de la posibilidad de que las mujeres sean diácono: “1) Las diaconisas de las que se hace mención en la Tradición de la Iglesia antigua —según lo que sugieren el rito de institución y las funciones ejercidas— no son pura y simplemente asimilables a los diáconos; 2) la unidad del sacramento del Orden, en la distinción clara entre los ministerios del obispo y de los presbíteros, por una parte, y el ministerio diaconal, por otra, está fuertemente subrayada por la Tradición eclesial, sobre todo en la doctrina del concilio Vaticano II y en la enseñanza posconciliar del Magisterio”.

Y dado que los documentos de esta Comisión solo tienen valor consultivo, termina afirmando que “corresponderá al ministerio de discernimiento que el Señor ha establecido en su Iglesia pronunciarse con autoridad sobre la cuestión”.

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