Roma. Para el Papa, la «purificación de la memoria» y el mea culpa por errores históricos de los cristianos están estrechamente unidos al recuerdo de los cristianos que han dado la vida por su fe. En la Tertio millennio adveniente, la carta del Papa de preparación al Jubileo, van incluso a renglón seguido, con un único hilo lógico. Por eso, uno de los actos más significativos del Jubileo ha sido la Conmemoración de los Testigos de la Fe, que Juan Pablo II celebró el 7 de mayo en el simbólico marco del Coliseo de Roma.
El propio Juan Pablo II tiene experiencia directa de los sufrimientos de los mártires y confesores de la fe de este siglo. Su misma biografía contiene un episodio que ha meditado muchas veces: en abril de 1944, la Gestapo detuvo y fusiló en Cracovia a un seminarista amigo suyo -juntos ayudaban a misa al cardenal Sapieha-, mientras que él se salvaba.
La generación del Papa, recordó él mismo en el acto del 7 de mayo, ha conocido los campos de concentración y la persecución. «En mi patria, sacerdotes y otros fieles fueron deportados a los campos de exterminio: solo en Dachau fueron internados casi tres mil sacerdotes». Pensando en su compañero de seminario y en tantos otros cristianos muertos por la fe en aquellos años, Juan Pablo II dijo que su propio sacerdocio «ha estado inscrito en el gran sacrificio de tantos hombres y de tantas mujeres de mi generación».
Es en esta experiencia de la guerra en la que se acrisola la devoción del Papa por los mártires del siglo XX, «el ejemplo luminoso» de todos los que en este periodo «experimentaron la persecución, la violencia y la muerte a causa de su fe y de su conducta inspirada en la verdad de Cristo».
Los mártires del siglo llevan al Papa a pensar en los primeros cristianos y su testimonio vivo de fe. «Al término del segundo milenio -escribió en la Tertio millennio adveniente-, la Iglesia ha vuelto de nuevo a ser Iglesia de mártires… el testimonio ofrecido a Cristo hasta el derramamiento de la sangre se ha hecho patrimonio común de católicos, ortodoxos, anglicanos y protestantes. Es un testimonio que no hay que olvidar».
Y no le falta razón cuando afirma que el siglo XX ha sido un siglo de mártires. Según David Barrett, autor de la Enciclopedia del Mundo Cristiano, este siglo ha producido más víctimas cristianas -el doble- que los diecinueve siglos anteriores. Barrett ha contado 26,68 millones de mártires en los últimos cien años, número que fue citado en la conferencia de prensa de presentación del acto en el Coliseo.
Para que estos testimonios no cayeran en el olvido, el Papa pidió a las Iglesias locales que enviasen a Roma los nombres de las personas y la documentación relativa, para poder preparar una lista de los testigos de la fe. Esa lista está todavía en elaboración y probablemente será entregada a Juan Pablo II en agosto.
Con el material recibido en Roma, el historiador italiano Andrea Riccardi ha escrito un libro titulado El siglo de los mártires, que acaba de ser publicado. El resultado de su investigación, afirma Riccardi, es que en el siglo XX el martirio ha sido un fenómeno de muchedumbres y de pueblos, más que de individualidades heroicas. «Abraza a decenas de miles de cristianos, católicos, ortodoxos, evangélicos. La muerte de tantos cristianos, de Rusia a España, de África a Europa, es una de las caras de este siglo inhumano, del siglo de la Shoah, de guerras sangrientas, de genocidios».
El ecumenismo de los mártires
Como se ha resaltado durante el acto conmemorativo en el Coliseo, cristianos de diversas confesiones sufrieron juntos en los mismos lugares, como el campo de concentración de Dachau, donde sacerdotes católicos, pastores protestantes, popes ortodoxos padecieron «sin más dignidad que la invisible del sacerdocio» (del testimonio de un sacerdote italiano prisionero en Dachau).
Para el Papa, el «ecumenismo de los mártires» es el más eficaz, y Riccardi asegura que gran parte del ecumenismo de la segunda mitad del siglo XX nace en la escuela del dolor, «que es también escuela de unidad».
En el acto del Coliseo se recordaron diversos grupos de «testigos de la fe del siglo XX»: los cristianos perseguidos bajo el comunismo en Europa, los confesores de la fe víctimas del nazismo y del fascismo, las personas que han dado la vida por el Evangelio en Asia y en Oceanía, en África, en América y en diversas partes del mundo. Un apartado especial se dedicó a los perseguidos por odio a la fe católica en España y México.
Se leyeron testimonios del patriarca ortodoxo ruso Tichon, de Margarita Chou -sobrina del cardenal chino Ignatius Kung Pi-mei-, de anglicanos fallecidos en un campo de concentración japonés, de un seminarista de Burundi, de un monje trapense asesinado en Argelia en 1996. Sobre la persecución en España durante la guerra civil se leyó un memorial de Manuel Irujo, ministro de Justicia de la II República, que en un informe al gobierno denunció los arrestos y fusilamientos sin proceso de sacerdotes y religiosos.
El Papa quiso subrayar que este homenaje a los mártires de ningún modo pretende ser una reivindicación contra nadie. «Si nos enorgullecemos de esta herencia -dijo el 7 de mayo en el Coliseo-, no es por parcialidad, y menos aún por deseo de revancha hacia los perseguidores, sino para que quede de manifiesto el extraordinario poder de Dios, que ha seguido actuando en todo tiempo y lugar. Lo hacemos perdonando, a ejemplo de tantos testigos muertos mientras oraban por sus perseguidores.»
Aunque todavía no está cerrada, la lista de los nuevos mártires comprende hasta ahora 12.692 nombres, la mayoría de Europa (8.670). Entre ellos hay 126 obispos, 5.343 sacerdotes y seminaristas, 4.872 religiosos y religiosas, y 2.351 seglares. La cuestión de si se incluía o no a Mons. Romero provocó una polémica periodística, que se resolvió citándolo en una de las oraciones.
Otro nombre que puede figurar en la lista de los testigos de la fe es el de Martin Luther King, propuesto -con sorpresa de algunos sectores- por el episcopado norteamericano junto con una veintena de candidatos de Estados Unidos. Un miembro del Consejo para la Unidad de los Cristianos afirmó que en la lista se incluirán personas que sufrieron directamente por su fe en Cristo, más que por factores políticos o de otro género. «Martin Luther King es una figura admirable y en parte motivada por su fe, pero es conocido sobre todo por su actividad social y política», añadió.
Miguel Castellví