El teólogo luterano alemán Wolfhart Pannenberg habla en una entrevista de Luigi Geninazzi (Avvenire, 5-VI-96) a propósito de la visita de Juan Pablo II a Alemania.
– En Alemania crece el complejo anti-romano, y más de uno estaría contentísimo de poder prescindir totalmente del Papa. ¿No le parece que el punto crucial es la aceptación del primado del obispo de Roma sobre la Iglesia universal?
– Depende de cómo se entienda esa doctrina. El cardenal Ratzinger ha dicho expresamente que no se puede pedir a los ortodoxos, respecto al primado, más de lo que siempre se creía durante el primer milenio. El obispo Kasper ha añadido que esto debe valer también para la Iglesia evangélica. Nosotros también podemos aceptar la forma de gran autoridad que se vivía en tiempos de León Magno. El problema está en la historia del centralismo romano; si Roma, como parece, tiene el valor de atenuar ese centralismo respecto a los ortodoxos, entonces no veo por qué no se debería hacer lo mismo con los protestantes.
– Pero son precisamente los protestantes quienes se caracterizan por el rechazo claro de la doctrina del primado del Papa…
– Es verdad. Por parte de los protestantes hay todavía ciertos temores que actúan de modo irracional. Pero nadie puede poner en duda que, históricamente, Roma ha sido el centro de la cristiandad. Cualquiera puede darse cuenta de que la figura del Papa no está al mismo nivel que la del obispo de Padernborn o el de Múnich. Es necesario distinguir entre dos funciones del Papa: por una parte, ejerce el ministerio del servicio a la unidad de la Iglesia universal y, por otra, tiene el poder que desempeña como Patriarca de Occidente. Nos encontramos, por tanto, ante la auctoritas y la potestas. En el fondo, los ortodoxos reconocen al Papa el papel de primus inter pares, pero no quieren que se inmiscuya demasiado en las Iglesias orientales. Del mismo modo, como Patriarca de Occidente, el Papa podría reconocer la autonomía a las Iglesias protestantes, que dejarían de verle como un monarca absoluto; pero, para ello, debe cambiar la manera de ejercitar su ministerio.
– Es lo que afirma Juan Pablo II en la encíclica Ut unum sint, proponiendo nuevos modos de ejercicio del primado pontificio. ¿Cómo ve esta apertura?
– Es el camino que hay que seguir para llegar a una nueva comprensión de la unidad. Creo que el Papa actual es el que ha hecho mayores aperturas a nivel ecuménico. En la teoría y en la práctica. Sus viajes por el mundo, por ejemplo, son de por sí una manera nueva de ejercer su ministerio. Espero que el ecumenismo se refuerce en el encuentro que se tendrá en Padernborn, el 22 de junio, con representantes de las Iglesias evangélicas.