Berlín. «De la Juventud Hitleriana a Papa Ratzi» fue el titular en portada del diario sensacionalista londinense «The Sun» al día siguiente de la elección de Benedicto XVI. Aún hoy, en la prensa de Gran Bretaña y Estados Unidos se repiten alusiones al supuesto «pasado nazi» del Papa. El mismo Joseph Ratzinger, en su libro de memorias y en las conversaciones que mantiene con Peter Seewald en «La sal de la tierra», reconoce que perteneció a la Juventud Hitleriana y que al final de la guerra sirvió incluso en una batería de defensa antiaérea en Múnich. No obstante, documentos de archivo ahora publicados confirman que el joven Ratzinger y el resto de sus compañeros seminaristas entraron a la fuerza en la sección de juventudes del régimen. Las informaciones plasman además la dura lucha de la Iglesia católica para seguir formando futuros sacerdotes pese a los constantes ataques y presiones por parte de los nazis.
Tras la elección de Benedicto XVI, el arzobispado de Múnich-Frisinga decidió ordenar y analizar los archivos del seminario menor de San Miguel en Traunstein, en el que Ratzinger estudió entre 1939 y 1943. Los resultados de ese trabajo han sido publicados recientemente en un libro («Volker Laube: Das Erzbischöfliche Studienseminar St. Michael in Traunstein und sein Archiv», Ratisbona 2006, Editorial Schnell und Steiner). El estudio se centra principalmente en los años 1933-1945, entre la llegada al poder de los nazis y el final de la Segunda Guerra Mundial.
Ataques contra el seminario
El seminario menor de Traunstein estaba destinado a proporcionar a hijos de familias pobres una introducción en la vida sacerdotal. El centro, en el que en tiempos de Ratzinger vivían unos 170 escolares, se vio envuelto desde muy pronto en la lucha ideológica dirigida por los nazis contra la Iglesia. En la calle Cardenal Faulhaber, en la que está situado, se reiteraban por ejemplo las pintadas anticatólicas por parte de simpatizantes nazis. Las autoridades locales decidieron más tarde incluso cambiar el nombre de la calle. En el instituto de secundaria al que los seminaristas asistían a clase para cursar sus estudios civiles, los nazis cambiaron en seguida al director y se fueron deshaciendo poco a poco de los profesores que no les eran afines y sustituyéndolos por otros de marcado carácter anticlerical.
Los ataques contra el seminario por parte del régimen nazi empezaron a sentirse más directamente a partir de noviembre de 1936, cuando se convirtió en ministro de Cultura Adolf Wagner, un anticatólico decidido. El seminario perdió a sus principales patrocinadores debido a acciones de intimidación de los nazis, al tiempo que la archidiócesis se vio obligada a intervenir en varias ocasiones para evitar la ocupación del centro por instituciones del régimen, la expropiación e incluso el cierre por orden ministerial.
Juventud Hitleriana obligatoria
En el nuevo estudio se constata que los sucesos de Traunstein no fueron acciones aisladas, sino que formaban parte de una estrategia con la que los nazis trataron de acabar por completo con la formación sacerdotal en la archidiócesis. Así, por ejemplo, el régimen cerró en 1938 la Facultad de Teología de Múnich y el seminario Georgianum y un año después también el seminario menor de Scheyern y el de vocaciones tardías de Fürstenried.
Una de las pruebas de fuego para el seminario vino en 1938, cuando los escolares que no pertenecían a la Juventud Hitleriana perdieron el derecho a la rebaja de la que gozaban hasta ese momento en las tasas escolares. El arzobispado decidió entonces costear a sus alumnos la matrícula escolar para que éstos no se vieran obligados a entrar en la organización nazi. Con el fin de evitar una confrontación, el arzobispado de Múnich no prohibió oficialmente la pertenencia de los seminaristas a la Juventud Hitleriana. Sin embargo, éstos tenían claro que la Iglesia rechazaba los principios de la organización y por ello hasta 1939 ninguno de los seminaristas era miembro de ésta. La situación cambió el 25 de marzo de ese año, cuando la pertenencia a la Juventud Hitleriana pasó a ser obligatoria y la dirección del seminario no tuvo más remedio que inscribir a sus alumnos mayores de 14 años. Ratzinger cumplió dicha edad el 16 de abril de 1941, fecha en la que consta su inscripción obligatoria.
A partir de 1939 cambió la vida en el seminario, ya que la Juventud Hitleriana de Traunstein colocó a propósito muchas actividades, reuniones y ejercicios obligatorios en los horarios de rezos o misas. Los seminaristas acudían a las actividades para no dar al Estado y al partido nazi motivos para actuar con todavía mayor dureza contra el seminario. Pese a todo, el seminario acabó siendo tomado en 1941 por la Wehrmacht, que lo utilizó como hospital de campaña. Sin embargo, con ello evitó su cierre oficial, ya que el centro pasó a estar controlado por los militares y quedó fuera del ámbito de acción del ministro de Educación. El seminario siguió funcionando, aunque tuvo que buscar sedes alternativas.
En los últimos años de la guerra, las bajas en las tropas hitlerianas y los múltiples frentes abiertos obligaron a la Wehrmacht a emplear a miles de menores de edad para defender determinadas posiciones de menor importancia. Dentro de dicha estrategia, Joseph Ratzinger recibió el 2 de agosto de 1943 la orden de atender junto con otros seminaristas una batería de defensa antiaérea. En sus memorias, el hoy Papa narra que también hubo intentos de reclutar a algunos de los seminaristas para las Waffen-SS, pero que ellos se opusieron: «Con otros tuve la suerte de poder decir que tenía la intención de convertirme en sacerdote católico. Entonces nos llenaron de burlas e insultos, pero esos insultos tenían un sabor magnífico».
El diario de izquierdas «Süddeutsche Zeitung» (25-07-2006) considera que las vivencias del Papa en su juventud explican por qué en su discurso pronunciado en Auschwitz en mayo afirmó que «una banda de criminales» pervirtió, utilizó y abusó del pueblo alemán. Dicha mención le costó a Benedicto XVI numerosos comentarios de prensa negativos.
Sin embargo, según el «Süddeutsche», «no fue un intento de convertir a los alemanes en víctimas o de restar importancia a su participación en la guerra y el exterminio de los judíos. Fue lo que el joven Joseph Ratzinger vivió por aquel entonces en la católica Baviera: una banda de ideólogos y personajes miserables irrumpió con energía criminal».
Vicente Poveda