El suicidio en el Islam

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Análisis

Uno de los aspectos más llamativos del terrorismo islamista, tal y como se ha podido comprobar en los ataques contra las torres gemelas de Nueva York y el Pentágono, así como en los atentados de los integristas palestinos, es su carácter suicida. Sus apologistas suelen señalar esta autoinmolación como un «martirio» premiado con la más alta gloria, en el supuesto de que su crimen no es tal sino una defensa del Islam. Sin embargo, la tradición islámica condena el suicidio como un grave pecado aunque en el Corán no se alude al mismo de una manera explícita.

A este respecto, uno de los más destacados exégetas modernos del Corán, el tunecino Mohamed Talbi, afirma en un número reciente del semanario Jeune Afrique/L’intelligent (18-IX-2001) que, de acuerdo con el Corán, la vida es un don de Dios y que solo a Dios pertenece quitarla. En plena identidad con la doctrina cristiana, Talbi añade que el hombre no es propietario de su cuerpo al que Dios ha insuflado su espíritu. Y añade: «Este cuerpo, don de Dios, debe ser preservado de todo mal. La humanidad misma es un solo cuerpo que también debe ser preservado de todo mal». El suicidio se enmarca en una aleya en la que el profeta Mahoma recomienda: «Caminad por la vía del Señor. No os pongáis por vuestra propia iniciativa en peligro y haced el bien. Dios ama a los que hacen el bien». En este marco general se inscribe la doctrina sobre el suicidio aunque no se diga formalmente en el Corán que está prohibido.

Para el comentarista, los dos versículos o aleyas más pertinentes que pueden interpretarse como una prohibición formal del suicidio, pero que no son así admitidos de manera unánime, son los siguientes: «¡Oh creyentes! No os devoréis la hacienda injustamente unos a otros. Es diferente si comercias de común acuerdo. No os matéis unos a otros. Dios es misericordioso con vosotros. A quien obre así, violando la ley impíamente, le arrojaremos al fuego. Es cosa fácil para Dios» (Corán, 4: 29,30). En una anotación a estas aleyas de la edición en castellano preparada por Julio Cortés (Editora Nacional, 1979), el traductor indica también que en este texto se ha visto una prohibición del suicidio y que, al parecer, algunos creían que no se aceptaba el arrepentimiento del que se daba muerte.

Para Talbi, la prohibición formal del suicidio se basa en la Tradición, que recoge los dichos (hádices del Profeta) y la jurisprudencia de los primeros tiempos islámicos. Son numerosos los casos de suicidio referidos que entrañan como consecuencia la pérdida irremisible del Paraíso. Y añade el comentarista: «La cuestión que se plantea a los teólogos es la del comportamiento que debe observarse con el suicida: ¿puede o no puede beneficiarse de las oraciones por los difuntos? Las opiniones están divididas, con una mayoría contraria a la oración por el suicida, puesto que si está muerto no puede ya arrepentirse. En los casos de suicidios fallidos, seguidos de arrepentimiento, las consecuencias del acto quedan borradas».

Ahora bien, para Mohamed Talbi queda por definir el suicidio. En el versículo donde se dice «No os matéis unos a otros», el texto coránico concluye afirmando que «Dios es misericordioso con vosotros»; pero Talbi introduce también la expresión «por trasgresión e injusticia», «lo cual -dice- deja un amplio margen para la reflexión y la interpretación».

Manuel Cruz

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