Contrapunto
Evo Morales, ungido en la montaña sagrada
Para hacer ciertas cosas hoy día hay que tener salvoconducto de indígena. La prensa europea se lo ha concedido gustosamente a Evo Morales, y ha contemplado entre fascinada y reverente la ceremonia que tuvo lugar en Tiahuanaco. El presidente electo de Bolivia acudió a la «montaña sagrada» de Illimani para encomendarse a los dioses de sus antepasados y ser «ungido» como Mallku, máxima autoridad de los pueblos indígenas bolivianos.
Sin ningún asomo de reticencia, los cronistas cuentan que Evo tuvo que someterse a una ceremonia de «limpieza de cuerpo y alma» para poder lucir la túnica ceremonial y el báculo de mando. Evo recorrió descalzo el camino hasta la pirámide del Tempo de Kalasasaya, para no profanar el suelo sagrado. Luego se calzaría unas sandalias purificadas para que le proporcionaran «firmeza y tacto al caminar, no vaya a resbalar en su gobierno». Se pidió permiso a Pachamana -la madre tierra- y a todas las fuerzas sagradas de la naturaleza para que Evo fuera digno de su cargo. Cuatro sacerdotes indígenas de las diferentes regiones del país le entregaron el báculo de mando de la nación. Un báculo hecho de basalto, oro y plata, una pieza artística valiosa, que esta vez nadie ha propuesto vender para dar el dinero a los muchos pobres bolivianos.
Era una ceremonia de investidura que, según el cronista, no se vivía desde hacía más de 500 años. Aunque a uno le asalta la duda de cómo puede repetirse un ceremonial que nadie ha visto en cinco siglos. Pero, ya fuera recreada o inventada, debió de ser una bella ceremonia llena de simbolismo, con una mezcla de poder político y unción religiosa, de esperanza terrena e invocación a la protección de lo alto. ¡Qué menos para lo que se ha presentado como «el inicio del año cero para Bolivia», la nueva era en la que el nativo recupera su dignidad!
En este caso, nadie se ha rasgado las vestiduras, ni sagradas ni profanas, por esta mezcla de política y religión. Al contrario, se nos ha explicado que Evo es un hombre profundamente religioso, imbuido de las tradiciones de su pueblo. Pero cabe imaginar qué hubiera sucedido si, por ejemplo, un presidente electo de México organizara una ceremonia en la Basílica de Guadalupe, rodeado de obispos, para recibir el espaldarazo eclesiástico a su labor política e invocar la protección divina y de la Virgen. Sospecho que hubiera parecido una afrenta a la laicidad del Estado, una «injerencia inadmisible» de la Iglesia en la esfera política, una vuelta atrás de por lo menos 500 años.
Si eres un indígena imbuido de profundas tradiciones católicas, no vale. Tienes que ser un indígena que invoca al Dios solar y a Pachamana.
No habrá Ministerio de Asuntos Indígenas
Evo Morales ha anunciado la eliminación del Ministerio de Asuntos Indígenas, pues considera que conservar esta cartera es una forma de discriminación. Por la misma razón, dijo que no se crearía un Ministerio de la Mujer. Morales demuestra mucha sensatez con esta decisión. Un Ministerio de Asuntos Indígenas en un país donde el 85% de la población es de etnia quechua, aymara o mestiza es como un Ministerio de Asuntos Judíos en Israel. Un Ministerio específico para los Indígenas equivale a reconocer que los demás ministerios no se ocupan de ellos.
Lo mismo cabe decir del Ministerio de la Mujer. Las mujeres no son una minoría que haya que proteger, sino la mitad de la ciudadanía que puede y debe participar.
Lo curioso es que si esta misma decisión hubiera sido adoptada por el gobierno anterior o por cualquier gobierno no de izquierdas, se hubiera dicho inmediatamente que era una prueba de su empeño por discriminar a los indígenas y a las mujeres.
Si no, que se lo pregunten al gobierno polaco de Lech Kaczynski, bestia negra de algunos sectores del Parlamento Europeo, que le reprochan que no esté a favor de los derechos de la mujer (léase aborto) o del reconocimiento de parejas homosexuales. También él suprimió en su gobierno el Ministerio de la Mujer, para gran escándalo de sus críticos en Estrasburgo. Pero si Morales tiene salvoconducto de indígena para adoptar estas medidas, habrá que reconocer que Kaczynski es un indígena polaco con los valores específicos de su cultura.
Ignacio Aréchaga