La crítica situación de los cristianos en diversos países de mayoría musulmana es tema frecuente de información periodística en los últimos meses. Pero da la impresión de que las noticias no consiguen movilizar las conciencias en los países occidentales. Por esa razón, el periodista Magdi Allam, experto en cuestiones árabes e islámicas del Corriere della Sera, y él mismo de religión musulmana, lanzó desde la páginas del diario milanés una propuesta: convocar una manifestación nacional en Roma, el próximo 4 de julio, contra el éxodo y la persecución de los cristianos en los países musulmanes y por la libertad religiosa en el mundo.
Aunque son numerosos los representantes de la esfera política y cultural que han expresado su adhesión a la iniciativa, e incluso asociaciones musulmanas italianas, no cabe esperar razonablemente una manifestación multitudinaria. En realidad, el valor de la convocatoria es sobre todo simbólico, una llamada de atención que ayude a salir de la indiferencia. “Estamos asistiendo de un modo inaceptablemente tímido e irresponsable a la persecución y al éxodo masivo de centenares de miles de cristianos, que son los verdaderos autóctonos de la región”, escribe Allam en referencia a aquellos países en los que la presencia del cristianismo es varios siglos anterior a la llegada del islam.
Las noticias más preocupantes llegan de Irak, donde según algunos cálculos el millón y medio de cristianos de antes de la guerra de 2003 se ha reducido en la actualidad a medio millón (según otros datos, restarían tan solo veinticinco mil). Los cristianos iraquíes perciben además cierto abandono por parte de los cristianos de otros países.
Una amargura que el obispo auxiliar de Bagdad, Shlemon Warduni, expresó así en unas declaraciones recogidas por Avvenire: “Los cristianos no están haciendo nada, mientras aquí se muere, se sufren secuestros, se obliga a la conversión al islam, a pagar para tener protección o a ceder a las propias hijas a delincuentes para evitar represalias o tener que emigrar, dejando el trabajo de una vida. De Estados Unidos y Europa, sólo silencio. Nadie nos ha mostrado solidaridad cuando fue asesinado el sacerdote Ragheed Ganni [junto a tres subdiáconos]. Sólo el Papa nos ha enviado un telegrama y ha alzado su voz para hacer conocer la tragedia de los cristianos iraquíes”.
Otro lugar crítico es Sudán, con la guerra civil desencadenada por el régimen islámico de Jartum que se ha cobrado miles de víctimas cristianas y animistas. En Tierra Santa, la guerra civil palestina entre Al Fatah y Hamas ha complicado aún más las cosas a la minoría árabe cristiana, que se encuentra en medio de un nuevo conflicto. Aquí, como en otros lugares, el problema principal es la emigración, provocada por la falta de perspectivas de futuro. Si en 1948 los cristianos de Belén suponían el 85% de la población, hoy son sólo el 12%. Y en Jerusalén representan tan solo el 2%.
Con el islam “moderado”
Pero los problemas no faltan tampoco en países en los que está vigente un islam teóricamente moderado, como Malasia. En este país asiático, que cuenta con poco más de veintitrés millones de habitantes, es emblemático el caso de Azlina Jailani, una mujer de 42 años que se convirtió al catolicismo hace diez y cambió su nombre por el de Lina Joy. Desde entonces está pidiendo inútilmente a la autoridad judicial que en su carnet de identidad se cambie su confesión religiosa. Si no se reconoce el cambio, no puede casarse con su novio, un católico de origen indio, pues una musulmana no puede casarse con alguien de otra religión.
A finales de mayo, una sentencia del tribunal federal, el más alto tribunal civil del país, volvió a rechazar la petición y declaró cerrado el caso, afirmando que no tenía jurisdicción sobre los tribunales islámicos. Según esta interpretación, la adscripción a una religión es una cuestión de nacimiento y no de creencias.
La Constitución del país permite formalmente la libertad de culto y la defensa de las minorías (los no musulmanes suman el 40%), pero los musulmanes no pueden cambiar de religión, pues no lo permite la ley islámica (de la que la legislación civil es teóricamente independiente). Está expresamente prohibido el proselitismo hacia los musulmanes. Los cristianos, representan el 9% de la población. El caso de Lina Joy no se refiere solo a la libertad religiosa sino al mismo derecho a la vida, pues tanto ella como su abogado han recibido amenazas de muerte por apostasía. Lina había perdido ya el trabajo y el contacto con su familia.
También el gobierno de Argelia ha publicado un decreto que restringe la práctica de cultos no musulmanes en locales abiertos al público. A partir de ahora deben ser sometidos a la aprobación del gobernador, al que habrá que dirigir una petición en la que se recaban los datos de los organizadores, además de la duración del acto, número aproximado de participantes o la asociación que lo organiza. La aprobación, reubicación o cambio de fecha dependerán del gobernador. El decreto es un desarrollo de una ley que prohíbe el proselitismo religioso de los cristianos. Argelia es el país ára-be donde se producen más conversiones al cristianismo, y las evangélicos están especialmente activos.
En el artículo donde lanza la convocatoria de la manifestación en Roma, Magdi Allam subraya que en casi todos los países musulmanes, desde Argelia o Egipto a Pakistán, pasando por Indonesia, Arabia Saudita, Somalia y algunos estados de Nigeria, los cristianos son víctimas de abusos y discriminaciones. Pero también los mismos musulmanes sufren las consecuencias de la falta de libertad religiosa. Llamar la atención sobre este inquietante escenario no es fomentar un “choque de civilizaciones”, sino promover la defensa de los derechos humanos.