Una calle de Teherán (CC: Ninara)
El desencanto con el chiismo oficial está llevando a muchos iraníes a abrazar el cristianismo u otras religiones. The Economist describe este fenómeno en un artículo reciente.
Según el gobierno, el país es chiita al 99,5%. Pero un sondeo realizado por un grupo de investigación holandés a más de 50.000 iraníes muestra otro panorama. Menos de un tercio de los encuestados se identificaron como chiitas, y la mitad dijeron que habían abandonado la religión o cambiado de credo. “Si esos números se aproximan a la realidad –señala The Economist–, Irán es mucho más diverso de lo que dice el censo oficial”.
Según el semanario británico, hay una brecha espiritual cada vez mayor entre el régimen de los ayatolás y el pueblo. “Las restricciones que impone la teocracia y la doctrina de la supremacía chiita alejan a muchos”. Yaser Mirdamadi, un clérigo chiita en el exilio, dice que “los iraníes se dirigen a otras religiones porque ya no les satisface la fe oficial”.
Así, está aumentando el número de cristianos, a pesar de que está prohibido propagar la fe y la conversión del islam a otra religión se castiga con la muerte. “Los evangélicos aseguran que Irán es el país donde el cristianismo se expande a mayor velocidad”. En Irán, dice The Economist, “el cristianismo tiene la emoción de la Iglesia primitiva perseguida”: los conversos se reúnen clandestinamente, en casas particulares, y rezan juntos sin alzar la voz, para no ser oídos por los vecinos. Uno de los aspectos que atrae especialmente a los que se acercan al cristianismo es que las mujeres puedan participar en el culto junto con los hombres.
Igualmente crece el zoroastrismo, la religión más antigua de Irán y quizás la segunda más numerosa del país. Los musulmanes sunitas, que son en torno al 10% de la población, aumentan también, principalmente por su superior natalidad, aunque sufren discriminación: muestra de ello es que el régimen chiita destruyó todas las mezquitas sunitas de Teherán.
Hay además musulmanes que se decantan por otras corrientes o ramificaciones del islam más abiertas, como el sufismo, el yarsanismo o el bahaísmo. Este último, que en sus ritos recurre a la música y permite que se junten mujeres y hombres, “atrae a muchos que buscan un respiro de la teocracia fundada por el ayatolá Ruhollah Jomeini, quien supuestamente dijo: ‘No hay diversión en el islam’”.