Antonin Scalia (Foto: Tribunal Supremo de EE.UU.)
Antonin Scalia, fallecido en 2016, ha sido uno de los jueces del Tribunal Supremo de Estados Unidos más influyentes de los últimos años. El libro On Faith: Lessons from an American Believer, reseñado por Kevin Walsh en Law & Liberty, reúne una selección de textos del juez sobre la religión en la vida pública, además de testimonios de familiares y amigos. Scalia no temió mostrarse como un católico practicante, pero se guardó mucho de servirse de su fe.
El libro, editado por su hijo Christopher y por quien fue ayudante de Scalia muchos años, Edward Whelan, refleja que el magistrado tenía una fe viva. Su concentración ante la Eucaristía, por ejemplo, manifestaba que “realmente creía” en la presencia de Cristo bajo las especies sacramentales, dice un colega. “Después de asistir a una misa con el juez Scalia, nunca adoré –o pensé en la adoración– de la misma manera”.
Scalia era consciente de que la práctica religiosa no es lo que más puntos da en determinados ambientes sociales. A los juristas católicos les prevenía frente a las burlas de los sofisticados, que no entienden cosas “tan campesinas como rezar el rosario, arrodillarse en adoración ante la Eucaristía, ir en peregrinación a Lourdes o a Fátima, y, peor aún, adherirse a todas las enseñanzas de la Iglesia, en vez de seleccionarlas como en un bufé”. Y les invitaba a abrazar el desprecio, sin respetos humanos: “¿Se nos considera necios? Sin duda. Pero, como escribió san Pablo a los Corintios, somos necios por amor de Cristo”.
Ahora bien, Scalia también era muy celoso del pluralismo de los católicos. Y evitaba endosar a la fe lo que no venía exigido por ella. Así ocurría con su apasionada defensa del “originalismo”, una filosofía legal de la que fue un destacado exponente. Como explica Walsh en su comentario al libro, esa forma de interpretar la Constitución “estaba enraizada [en su comprensión] de la historia y de las tradiciones estadounidenses, no en el magisterio”.
El propio Scalia lo explicaba de forma gráfica: “Del mismo modo que no hay una manera católica de cocinar una hamburguesa, tampoco hay una forma católica de interpretar un texto, analizar una tradición histórica, o discernir el significado y la legitimidad de los precedentes judiciales, salvo, claro está, [el deber] de hacer esas cosas de modo honesto y con competencia profesional”. De ahí que presentara su jurisprudencia contraria al aborto no como el resultado de sus creencias religiosas, sino “sencillamente [como] el producto del análisis jurídico del texto constitucional y de la tradición”.