El Papa Francisco ha llegado a Myanmar el lunes 27 de noviembre, primera etapa de una visita pastoral que le llevará después al vecino Bangladesh, el día 30. Sobre su estancia en el primer país, de mayoría budista, diversos medios de prensa subrayan un asunto que el obispo de Roma deberá considerar: si en sus alocuciones utiliza o no una palabra, ronhingyas, para referirse a la minoría étnica musulmana que ha sido objeto de ataques y expulsiones por parte el ejército birmano (600.000 han debido cruzar la frontera para evitar el exterminio).
El término es conflictivo. El gobierno, que ejerce de anfitrión, llama a los rohingyas bengalíes, para dar a entender que no son un pueblo originario birmano, sino un grupo llegado desde Bangladesh. Los miembros de esa etnia, por su parte, se denominan con el gentilicio de rohingyas porque significa “naturales del estado de Rakhine”, que es donde han tenido mayor presencia histórica.
Reconocer públicamente la tesis de los hoy perseguidos puede ser problemático para el Pontífice. Tanto como no hacerlo. Por una parte, rohingya es el término que ha empleado en varias ocasiones para pedir el cese de la persecución y manifestar su solidaridad con ese pueblo. Pero si lo utiliza en Myanmar, donde una mayoría de los birmanos respalda los operativos del ejército, puede poner en peligro a la minoría católica –700.000 fieles, un 4% de la población– y soliviantar a grupos de monjes budistas conocidos por su extrema violencia. Si, por el contrario, no lo emplea, “puede perder autoridad moral”, señala al New York Times el Rev. Thomas J. Reese, miembro de la United States Commission on International Religious Freedom.
La sugerencia de la Iglesia local, conocedora del fenómeno de primera mano, es que sea cauto. “Es un término muy polémico –dice el cardenal Charles Bo, de la archidiócesis de Yangón–, y a los militares, al gobierno y al público no les gustaría que lo mencionara”. El prelado, según el diario norteamericano, habría pedido a Francisco que, cuando abordara los reclamos de esa minoría musulmana, lo hiciera “de una manera que no dañe a nadie”. En un país donde el ejército sigue llevando la voz cantante –está previsto que el Papa se reúna también con el jefe del cuerpo armado, general Min Aung Hlaing–, Francisco debe hilar fino para que su defensa de los perseguidos no solo no remedie el problema, sino que algunos la tomen como pretexto para agudizarlo.
En días pasados, el cardenal Bo respondió a algunas preguntas de Aceprensa sobre el conflicto con la minoría rohingya y la posición de la Premio Nobel de la Paz (1991) y actual Consejera de Estado, Aung San Suu Kyi, ante la terrible situación de los rohingyas. En nuestro artículo “Aung San Suu Kyi ha heredado un problema histórico”, los lectores pueden obtener más elementos sobre un asunto que planea amenazante sobre la visita del Pontífice.