Francisco en Rumanía reanima las relaciones con los ortodoxos

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Bucarest.— La visita del Papa Francisco a Rumanía ha dejado una nueva mirada hacia los problemas y divisiones del país. El Jardín de la Virgen María, como lo denominó en su histórica visita de hace 20 años san Juan Pablo II, ha abierto sus puertas de par en par para recibir otra vez al sucesor de Pedro.

El teólogo grecocatólico Bogdan Duca, en un primer balance, resalta las tres dimensiones de la visita del Papa: política, ecuménica y pastoral.

La primera dimensión, concentrada en las reuniones con las autoridades civiles, se distinguió por un mensaje que el Papa quería transmitir: la primacía del bien común sobre los intereses de partido o personales (contra la corrupción que hace estragos en el país) y la preocupación por quienes quedan desprotegidos (niños, ancianos, enfermos, marginados…).

Francisco previno a los rumanos contra “colonizaciones ideológicas que desprecian el valor de la persona, de la vida, del matrimonio y de la familia y dañan con sus propuestas destructivas ateas, como las del pasado”

Hay que resaltar que las autoridades políticas se han volcado en la organización y en facilitar la seguridad y objetivos del viaje. Rumanía ha ido recibiendo sucesivas críticas por parte de Europa a causa de la corrupción, justo en su turno de Presidencia del Consejo Europeo. El presidente Klaus Iohannis (luterano casado con una católica) ha querido asistir a todos los actos, acompañado de la primera dama, y le han seguido el resto de los políticos sin distinción de partido. Los principales medios de comunicación han sido unánimes en resaltar la importancia del evento y lo han cubierto ampliamente con entusiasmo y sin mezclas de críticas extemporáneas.

Se puede decir que ha sido una fiesta en la que todos han querido participar y se han beneficiado del interés del pueblo rumano, que desde el primer momento salió a las calles de Bucarest a saludar al Romano Pontífice.

Ecumenismo con reticencias

Al aspecto civil se añade, dice Duca, “la visita ecuménica del Papa Francisco a Bucarest, al Patriarca Daniel y al Sínodo Permanente de la Iglesia ortodoxa rumana. Aquí, en la práctica, se intenta relanzar las relaciones entre la Iglesia católica y la Iglesia ortodoxa rumana, que se han enfriado en los últimos años; esto además forma parte del esfuerzo de la Iglesia católica de Roma, que busca reavivar el diálogo ecuménico con las diversas Iglesias ortodoxas”.

El hecho de que el Papa fuera recibido por la más alta jerarquía de esta Iglesia autocéfala –el Patriarca Daniel (sucesor de Teoctist, tan próximo a san Juan Pablo II)– y entrara para rezar en la monumental nueva catedral de la “Salvación del pueblo” que se construye en la capital rumana, es para muchos ya una señal de apertura y benevolencia por parte de esta parte de la ortodoxia.

Sin embargo, leyendo entre líneas, el acto estaba organizado de modo que los dos no rezaran a la vez el Padrenuestro, sino por turno: primero el Papa en latín, y luego el patriarca en rumano (Francisco confesó que lo rezó al mismo tiempo en italiano esta segunda vez). Esto sucede por las presiones de los sectores más cerrados de la ortodoxia, que invocan ciertos cánones de concilios antiguos por los que se prohíbe rezar con los herejes. Así que el catolicismo sigue siendo para ellos una herejía. Por eso dejaron solo a Francisco rezando en la catedral ortodoxa de Sofía en su reciente viaje a Bulgaria.

Frente al esfuerzo ecuménico, se temen las reacciones de los sectores ortodoxos más cerrados y también del Patriarcado de Moscú, que impone una línea de mayor distancia con los católicos

 

En Rumanía no ha sido así, y las muestras de benevolencia han sido mayores, pero con reticencias. Se temen las reacciones de esos sectores más cerrados y también del Patriarcado de Moscú, que impone una línea de mayor distancia. De todos modos, es un respiro para los católicos la imagen del Papa entrando con el Patriarca en la catedral ortodoxa y rezando “junto” a él. Ahora nadie puede mirarles con recelo si asisten a alguna ceremonia religiosa ortodoxa o a la inversa, si algún ortodoxo acude a una Iglesia católica. Hay que tener en cuenta que muchas familias tienen miembros de ambas Iglesias. Al menos por un tiempo esperamos que haya paz.

Queda la incógnita de la entrevista personal de media hora a puerta cerrada con el Patriarca Daniel, uno de los pocos puentes que quedan tras la ruptura entre el Patriarcado de Moscú –con el que el de Rumanía está en buenas relaciones– y el de Constantinopla (ver Aceprensa, 8-01-2019), cuyo jerarca Bartolomé I consagró hace seis meses la misma catedral donde ha entrado ahora el Papa en Bucarest. Ambos salieron de la entrevista con emoción y agradecimiento mutuos.

Aliento a los católicos

En cuanto a la tercera dimensión del viaje Papa a Rumanía, según Bogdan Duca, se trata de una visita pastoral a las comunidades católicas en este país de mayoría ortodoxa. San Juan Pablo II tuvo con ellas un contacto limitado en su viaje de 1999, que por motivos fundamentalmente políticos tuvo que quedar circunscrito a la capital de la nación.

“El logro más importante y visible es el momento en que el Papa se encuentra en medio de los creyentes católicos, entre todos los cristianos que se han sentido colmados por esta oportunidad de peregrinación, oportunidad de oración, oportunidad de encuentro”, afirma el teólogo Duca.

El Papa, en tres días de un intenso programa, ha estado en las tres zonas con más representación católica en el país. Estas zonas corresponden también a sendas comunidades católicas muy distintas. Los mensajes han sido variados, pero siempre con el denominador común de las preocupaciones universales del Papa. La unidad y caridad con todos, la posibilidad de convivir unidos ofreciendo el entusiasmo de la fe, el valor intrínseco de la persona humana, la necesidad del perdón y la atención de los más desfavorecidos, temas centrales de la jornada en Bucarest.

En Iași, en el este del país, con una importante comunidad romanocatólica de lengua rumana y de origen fundamentalmente rural, el Papa enfatizó la necesidad de conservar las propias raíces mediante el fortalecimiento de las relaciones entre las generaciones, con una atenta mirada a los retos que plantea la emigración de muchos a Europa Occidental. La alusión a las peregrinaciones a Santiago de Compostela, también desde Rumanía, en la Edad Media, indica que esas raíces son un patrimonio común de Europa y crean sinergias decisivas entre Oriente y Occidente.

Ante las autoridades civiles, el Papa ha insistido en la primacía del bien común sobre los intereses de partido o personales (contra la corrupción que hace estragos en el país) y la preocupación por los más débiles

 

En Șumuleu Ciuc, también de rito latino, de lengua húngara y etnia sícula, en el centro de los Cárpatos rumanos, el Papa alentó a fomentar la propia identidad y, al mismo tiempo, la apertura al que es diferente, para descubrir en él a un hijo de Dios.

Colonización ideológica

Por último, Francisco visitó la zona de Transilvania, en el noroeste, con una comunidad grecocatólica mermada por el comunismo y que aún intenta resurgir tras sus más de 40 años en la clandestinidad. Allí el Santo Padre beatificó a siete obispos grecocatólicos martirizados en el periodo comunista. Alentó a mirar al futuro y “seguir luchando contra otras nuevas ideologías que de modo sutil tratan de imponerse y desenraizar a las personas de sus más ricas tradiciones culturales y religiosas. Colonizaciones ideológicas que desprecian el valor de la persona, de la vida, del matrimonio y de la familia y dañan con sus propuestas destructivas ateas, como las del pasado… Son voces que, sembrando el miedo y la división, quieren borrar y ahogar la más preciosa herencia que estas tierras han visto nacer en ellas”.

No ha faltado la visita a una comunidad gitana, donde el Papa ha denunciado la exclusión y la discriminación y ha animado a todos a la apertura para ayudar y dejarse ayudar por el otro.

En fin, el Papa Francisco tuvo que cambiar los planes de desplazarse en helicóptero, y al final viajó en coche, a causa de las tormentas persistentes de estos días, que providencialmente cesaron en los actos multitudinarios. En el avión de regreso confesaba a los periodistas: “Haber tenido que ir en automóvil ha sido un regalo de Dios: he visto un paisaje muy lindo, como nunca lo había visto. He atravesado toda Transilvania: es una belleza… Agradezco a la lluvia el hecho de que haya podido viajar por carretera… y así tener más contacto con la realidad”.

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