George Weigel, profesor en el Ethics and Public Policy Center de Washington, comenta en declaraciones a la agencia Zenit (12 marzo 2004) las recomendaciones del informe sobre los abusos sexuales cometidos por algunos miembros del clero estadounidense (cfr. Aceprensa 36/04).
Una comisión independiente (Comisión Nacional de Estudio para la protección de Niños y Jóvenes, encabezada por Robert S. Bennett, ex fiscal federal) recibió el encargo de la Conferencia Episcopal de elaborar el informe. El documento -presentado el pasado 27 de febrero- afirma que «debe haber consecuencias» para aquellos obispos, superiores de órdenes religiosas o de seminarios cuyas conductas «negligentes y criminales» impidieron la remoción de sacerdotes o seminaristas con historial «de abuso por contacto» con niños.
También dice que la cuestión central es si el candidato al sacerdocio es capaz de afrontar la castidad y el celibato, y no su orientación sexual.
«Sin embargo -agrega el informe-, dada la naturaleza del problema de los abusos de clérigos a menores, la realidad de la cultura actual y la atmósfera exclusivamente masculina de los seminarios, hace necesario un mayor esfuerzo de investigación previo para persuadir y apartar del seminario y del ministerio a hombres con tendencia homosexual».
Weigel considera que el informe del Comité es un servicio a la Iglesia por varias razones:
«En primer lugar, porque se enmarca en un contexto de genuina sensibilidad católica y eclesial. El informe aclara que la Iglesia es conducida por los obispos por voluntad de Cristo; que el sacerdote es mucho más que un simple funcionario eclesiástico; que el celibato es un gran don para la Iglesia; que la doctrina católica no es y no ha sido el problema, sino los fallos al enseñar y vivir las verdades de fe; y que lo que se necesita en la Iglesia es una reforma auténticamente católica, no transformar la Iglesia en algo que no es.
«El informe enmarca también las dos dimensiones del problema: la mala conducta sexual y el inadecuado gobierno episcopal, y sugiere que ambos aspectos de la crisis son reflejo de una crisis más profunda de fidelidad y de espiritualidad.
«En tercer lugar, el informe, más que pedir un reparto de poderes, hace un llamamiento a una guía más enérgica por parte de los obispos, que comprenda más una fraterna confrontación y una corrección dentro del cuerpo de los obispos.
«Cuarto: el informe reconoce el predominio del carácter homosexual en los abusos sexuales del clero contra menores de los últimos 50 años, sin utilizar términos clínicos que puedan ser evasivos -como efebofilia- y de una forma sobria que no puede ser razonablemente interpretada como un «chivo expiatorio.
«Quinto: el informe describe el masivo fracaso de los seminarios de finales de los años sesenta y de los años setenta, subrayando los fallos en la formación espiritual y ascética, y poniendo por lo tanto las bases para acelerar la reforma de los seminarios que está en marcha desde hace algún tiempo.
«Sexto: el informe critica las muchas ocasiones en que categorías psiquiátricas y psicológicas desacreditan categorías teológicas y posibles procesos canónicos en la forma en que se ha tratado a los que han cometido abusos sexuales.
«Séptimo: el informe sugiere delicadamente que la tolerancia cero es una política demasiado tosca como para ser un instrumento de genuina justicia.
«Octavo: el informe alerta contra las usurpaciones de la Primera Enmienda [a la Constitución de Estados Unidos, enmienda que protege la libertad religiosa, la libertad de expresión y otros derechos civiles] en el ámbito del gobierno interno de la Iglesia que pueden ocurrir cuando falla la guía episcopal.
«El informe demuestra que los laicos pueden asumir tareas de gran complejidad y delicadeza en el ámbito de la Iglesia y llevarlas adelante de forma que, por sus legítimas críticas a la jerarquía, de hecho reafirma la estructura jerárquica de origen divino en la Iglesia y llama al episcopado a un ejercicio más enérgico de su legítima autoridad».