Los cardenales de París, Viena, Lisboa y Bruselas han convocado lo que definen como grandes «misiones urbanas» o «congresos de evangelización» en sus respectivas diócesis. «Durante el Gran Jubileo de 2000 -explica el cardenal Lustiger en http://catholique-paris.cef.fr, la página web de la archidiócesis- tuvimos la oportunidad de intercambiar opiniones sobre el anuncio del Evangelio en Europa. La nueva evangelización lanzada por el Papa nos incitaba a buscar nuevos caminos para estas capitales históricas cuya población ha aumentado hasta convertirse en megalópolis».
El primero de estos encuentros, titulado «Primer Congreso Internacional para una Nueva Evangelización», tuvo lugar en Viena del 23 de mayo al 1 de junio. El próximo será en París en la última semana de octubre de 2004, en Lisboa se celebrará en 2005 y en Bruselas en 2006. «Durante esta misión de la ciudad, la Iglesia de Viena salió a la calle y se mostró públicamente, invitando a todas las personas a enfrentarse de una nueva manera con el tema Fe e Iglesia», dice un comunicado del congreso. También el cardenal Schönborn decidió echarse al ruedo, y salir de la curia para conocer más a los vieneses. «La función de cardenal crea distancias: es preciso aceptarlo, pero esto no puede ser la última palabra. No olvidaré lo que me dijo el dueño de un centro comercial: Usted tiene que presentarse ante la gente. Y esto vale para todas nuestras comunidades», dijo el Card. Schönborn en una entrevista a la televisión austríaca.
El pasado 28 de junio el cardenal Lustiger ordenó quince nuevos sacerdotes en la catedral de Notre-Dame -en su diócesis hay cien seminaristas-, gracias al éxito de lo que Le Monde (27-VI-2003) llama «el método Lustiger». En un largo artículo titulado «Evangelizar París» (publicado en el semanario diocesano Paris Notre-Dame, 26-VI-2003), frente a los que hablan de que el cristianismo en Francia está en vías de desaparición, Lustiger afirma que si bien el número de católicos practicantes es muy bajo -en torno al 5-10%-, este «núcleo duro» equivale a los católicos fervientes (laicos instruidos en la fe, miembros de organizaciones caritativas, espirituales, apostólicas) de principios de siglo XX, que también eran un grupo pequeño. «Es como un cometa con su cola: la cola ha desaparecido, y hoy sólo queda el núcleo de practicantes, que para existir, debe poder encontrar en la Iglesia los medios para convertirse en fervientes. La vitalidad de su fe está continuamente sometida a prueba por la indiferencia o el escepticismo de nuestra sociedad: la Iglesia tiene que hacerles partícipes del alimento espiritual, intelectual, moral, sacramental, eclesial, del que necesitan para cumplir su misión de bautizados que el Concilio Vaticano II ha puesto de relieve felizmente y de modo providencial».
«El catolicismo no es minoritario como sentimiento de vida y cultura, como memoria y pertenencia, como tradición familiar», dice Lustiger. El cardenal cita sondeos según los cuales el 70% de la población francesa se declara católica: una masa «que conserva modos de pensar y de actuar modelados por el cristianismo», y es como «el rebaño sin pastor», «esas muchedumbres fatigadas y postradas hacia las que Jesús experimenta un amor que lo llevará a la Pasión: a ellas nos envía Cristo. Estas muchedumbres son el nuevo mundo urbano, que tiene derecho a oír de nosotros la Buena Nueva de Jesús».
En cuanto al programa de acción, el cardenal de París dice que no se trata de encontrar nuevos sistemas de organización -«eso sería construir sobre arena», afirma-. «El Papa Juan Pablo II nos lo ha recordado con fuerza en su carta apostólica sobre el tercer milenio: nuestro programa de acción es Cristo mismo». A la vez, el Card. Lustiger subraya la necesidad de contar con más templos. Las parroquias, dice, no son principalmente «circunscripciones territoriales», sino «lugares de reunión», como «grandes puntos de referencia que jalonan el espacio». Por eso hacen falta «nuevas parroquias y nuevas iglesias en el tejido urbano extraordinariamente denso de París».
Miguel Castellví