Los obispos polacos se pronuncian sobre cuestiones LGTB

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La sociedad polaca lleva años en un proceso de transición, no exento de tensiones, entre su identidad tradicional cristiana y las corrientes secularizadoras, y a veces, las posturas de la Iglesia católica son tachadas de reaccionarias. Sin embargo, un extenso documento recién publicado por la Conferencia Episcopal sobre cuestiones LGTB subraya que la doctrina católica sobre la sexualidad es un tesoro del que pueden beneficiarse todas las personas según sus circunstancias propias, también los homosexuales y transexuales.

El tono de todo el texto es netamente propositivo: la Iglesia, dice, se siente depositaria de un mensaje liberador que ha de transmitir a los hombres, también en el campo de la sexualidad. De ahí que no pueda rebajar la doctrina, lo que supondría traicionar a las personas que pretende servir. Así, los obispos polacos señalan: “Solo una relación entre un hombre y una mujer, en la que el amor fecundo se basa en la complementariedad de los sexos, proporciona el entorno adecuado para el nacimiento y crianza de los hijos y, por tanto, la base de una sociedad sana”.

A vez, el documento recuerda que la Iglesia “distingue entre sentir inclinaciones y abandonarse a ellas”. Mientras “las inclinaciones, por sí mismas, no causan culpa moral”, “la sumisión a estas tendencias, es decir, los actos homosexuales y el llamado cambio de sexo sí se evalúan de forma claramente negativa”, aunque hay circunstancias que pueden atenuar o aun eliminar la culpa moral.

La declaración no se limita a recordar la enseñanza de la Iglesia; también subraya la necesidad de buscar la forma de llevarla a todos, sea cual sea el grado en que cada uno viva de acuerdo con ella. Así pues, el anuncio debe hacerse siempre con respeto y comprensión. En este punto, los obispos polacos toman como ejemplo al Papa Francisco, por “su actitud de apertura con respecto a las personas con tendencias homosexuales”.

La riqueza de la sexualidad

La Iglesia, recuerdan los obispos polacos, considera que la sexualidad es uno de los dones más preciosos hechos por Dios a los hombres. Frente al reduccionismo materialista, que degrada al hombre a mera biología, o su contrapartida idealista, con su valoración negativa del cuerpo como “cárcel” para una voluntad que aspira a ser autónoma, la doctrina católica defiende la capacidad para integrar la sexualidad en el desarrollo integral de la persona. La castidad –así es como denomina el Catecismo de la Iglesia Católica esta integración– es posible y deseable para todos, porque abre a la persona al amor pleno: con su cuerpo, su mente y su espíritu.

“La conciencia desarrollada por el niño de que su vida es fruto del amor de su padre y de su madre es la información más importante de la educación sexual”

Una prueba de que la Iglesia acepta la realidad biológica es su valoración positiva de la diferencia sexual entre hombre y mujer. En este sentido, el documento de los obispos cita frecuentemente textos del magisterio de Juan Pablo II, especialmente el conjunto de catequesis que se conoce como “Teología del cuerpo”. Allí, el Papa polaco señalaba la naturaleza “familiar” del cuerpo humano: el hombre y la mujer están creados, tanto es su dimensión espiritual como material, para el don mutuo, del que la unión sexual es símbolo luminoso; ese don implica la apertura al don de la vida.

Postura católica y modernidad

El documento reconoce también los aportes de la cultura actual a la comprensión de la sexualidad, particularmente en lo referido a la valoración de la mujer y a su incorporación a la vida pública. También se mencionan los enfoques positivos que han llegado desde el propio movimiento LGTB, como los que señalan la dignidad de toda persona y critican la intolerancia o discriminación que pueden sufrir los homosexuales. Por otro lado, los obispos señalan que algunos estudios de género han contribuido a iluminar la complejidad de la vivencia cultural de la sexualidad y los roles sociales.

Sobre la presencia de las voces católicas en la “plaza pública”, el documento recuerda que la Iglesia respeta la autonomía propia de la esfera política, y valora especialmente la capacidad de la democracia para arbitrar, en un clima de convivencia pacífica, posiciones divergentes en todo tipo de temas, también en los relativos a la sexualidad. Precisamente por eso, los obispos polacos lamentan las actitudes que se dan en algunos ámbitos o movimientos LGTB, que socavan el debate pacífico, y a veces quieren limitar en la práctica el derecho a la libertad de conciencia de los creyentes o la igualdad ante la ley. Por ejemplo, el texto menciona una carta publicada por varias asociaciones LGTB polacas que reclaman un trato preferencial por parte de la Administración a las empresas que forman parte de la “red arcoíris”, un conjunto de compañías que se han significado en su apoyo a las reivindicaciones oficiales de este colectivo.

Participación en la vida eclesial

Una parte del documento aborda la cuestión de cómo pueden participar en la vida de la Iglesia las personas homosexuales o transexuales. En primer lugar, los obispos explican que cualquier decisión que se tome en este ámbito “debe partir del amor paternal de Dios, que alcanza a todas las personas”. Una vez sentada esta premisa, el texto señala, refiriéndose a los homosexuales, que “la pertenencia a la comunidad LGTB, la identificación con su ideología o la solidaridad pública con ella no deben resultar en la exclusión automática de la comunidad eclesial”. Estas personas, como todos los demás fieles de la Iglesia, están llamados a ser santos, y pueden realmente serlo. Esto implica vivir la castidad. Lo mismo se dice de los transexuales: su condición no les cierra las puertas de la Iglesia.

Los obispos recuerdan a las familias católicas que deben educar a sus hijos en la igual dignidad de todas las personas

Los obispos polacos explican que, especialmente en estos casos, la Iglesia no puede limitarse a valorar moralmente las conductas, sino que debe favorecer un acompañamiento personal, pues “no es indiferente a los problemas vitales de homosexuales y transexuales”. Para ello, el texto recomienda que las diócesis cuenten con expertos (psicólogos y sexólogos, además de teólogos), tanto laicos como sacerdotes. También dice que es necesario que haya centros de asesoramiento, incluso con apoyo de la Iglesia, destinados a quienes quieran iniciar un camino para reconducir sus tendencias sexuales, o al menos lograr la paz interior y la armonía espiritual. Los obispos reconocen que ello “está en clara contradicción con las opiniones oficiales de los círculos LGBT, con posiciones consideradas científicas y con la llamada corrección política”. Pero no se puede ignorar el testimonio de personas que tienen una experiencia muy distinta.

En cuanto al acceso a los sacramentos, los obispos explican que las personas LGTB que sean católicas pueden recibirlos si cumplen las mismas condiciones que se piden a todos los fieles. Como recuerda el documento, “ningún confesor puede negarse a absolver a una persona que expresa un arrepentimiento sincero por sus pecados, aunque no pueda excluir completamente que los vuelva a cometer”.

Sí a una verdadera educación sexual

La última parte del documento se refiere a la educación sexual de los jóvenes, un tema en el que la Iglesia polaca ha hecho hincapié en los últimos años ante la posibilidad de que ciertos programas escolares sirvan como herramientas de adoctrinamiento ideológico en menoscabo del derecho de los padres a definir la formación de los hijos.

Los obispos no se muestran en contra de educar en la sexualidad a los chicos desde edad temprana; más bien al contrario: como la consideran un aspecto esencial del desarrollo personal, opinan que el primer y principal cauce ha de ser la familia, un ámbito en que se busca el bien completo de cada miembro y en el que esta cuestión puede abordarse de forma integral. El texto no se opone a que la escuela participe en esta educación, pero siempre de forma subsidiaria, respetando las convicciones de los padres y adecuándose a la edad de los alumnos.

En casa, la educación sexual se transmitirá a través de la propia vida familiar, más que con grandes discursos: “La conciencia desarrollada por el niño de que su vida es fruto del amor de su padre y de su madre es la información más importante, la buena nueva de la educación sexual, y es un testimonio de la belleza del don de la sexualidad humana”.

Al igual que en el resto del documento, la actitud de respeto hacia homosexuales y transexuales se hace también patente en este punto, ya que los obispos recuerdan a las familias católicas que deben educar a sus hijos en la igual dignidad de todas las personas.

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