Cuando faltaba menos de un mes para que la colonia británica pasara al control de China, el arzobispo coadjutor de Hong Kong, Mons. Joseph Zen, explicaba en una entrevista al Sunday Examiner (reproducida en Avvenire, Milán, 3-VI-97) con qué espíritu se preparaban los católicos al cambio de soberanía.
«Hay sacerdotes que invitan a la gente a quedarse: me parece bien. Hay otros que afirman que irse no es justo: me parece que se equivocan. Es necesario respetar a los que tienen miedo. No puedes decirles: ¡Sois unos cobardes! Cada uno tiene que pensar en su familia y en su vida. ¿Estamos seguros de que el actual sistema permanecerá de verdad intacto durante 50 años? [como se establece en los acuerdos firmados entre Londres y Pekín]. Yo no estoy seguro al cien por cien. Entonces, ¿por qué debo asumir la responsabilidad de hacer correr riesgos a otras personas? No lo haré nunca. Me limitaré a decir: Yo, desde luego, me quedo». Por lo que se refiere a la situación de la Iglesia en China, el arzobispo afirma que la división entre «Iglesia clandestina» (fiel a Roma y perseguida por el gobierno) e «Iglesia oficial» (autorizada por el gobierno de Pekín y desconectada de Roma) no es tan neta como podría pensarse.
«Desde que empezamos a enseñar en los seminarios chinos, hemos ayudado a la Iglesia universal a entender la situación real que hay detrás de la supuesta división entre las Iglesias ‘clandestina’ y ‘oficial’ en China. Antes de que nosotros iniciáramos esta actividad, cuando alguien visitaba la Iglesia de China se limitaba a estancias de pocos días. Nosotros permanecemos durante periodos largos (seis semanas, dos meses), de modo que conocemos cuál es la situación cotidiana. Comprobamos que la llamada ‘Iglesia oficial’, separada de la Santa Sede, no está en absoluto escindida de Roma. Esos católicos están siendo mantenidos separados de Roma por un gobierno que les impide cualquier contacto, pero en el fondo de sus corazones tienen nuestros mismos sentimientos.
«Todos aman al Santo Padre y esperan el día en que podrán reunirse con el resto de la Iglesia. No tenemos ningún reparo en ayudar a la llamada ‘Iglesia oficial’. Somos plenamente conscientes de que no ayudamos a una Iglesia que se está alejando de Roma, sino a una Iglesia que está esperando volver».