Instituto Juan Pablo II: ¿renovación o purga?

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La canícula vaticana se ha caldeado más este verano por la polémica sobre los cambios en el Pontificio Instituto Teológico Juan Pablo II para las Ciencias sobre el Matrimonio y la Familia. Nadie niega que hay cambios relevantes. Pero, como suele suceder en estos casos, lo que para unos es renovación para otros es purga. Más que una cuestión de cargos, es un pulso sobre cómo enseñar la doctrina de la Iglesia sobre matrimonio y familia.

En el pasado julio, se publicaron los nuevos estatutos del Instituto, los cambios en el plan de estudios y se anunció que se prescindía de algunos profesores, especialmente Mons. Livio Melina y el P. José Noriega, que hasta el momento habían sido piezas clave de la institución. No ha sido un relevo pacífico. Ha habido reacciones muy críticas, que han provocado respuestas en artículos de L’Osservatore Romano y Avvenire, una carta de estudiantes que piden explicaciones, comentarios en blogs de vaticanistas, comunicados del Instituto para desmentir informaciones… En fin, bronca familiar en una institución hasta ahora tranquila.

El nuevo enfoque

Este Pontificio Instituto para las Ciencias sobre el Matrimonio y la Familia fue querido por Juan Pablo II en 1982, tras el sínodo sobre la familia cuyas enseñanzas dieron origen a la exhortación Familiaris consortio (1981).El papa Wojtyła encargó su fundación a Mons. Carlo Caffarra, profesor de Teología moral, que fue el primer presidente del Instituto. En 2003 Caffarra fue nombrado arzobispo de Bolonia, luego sería creado cardenal en 2006 y fallecería en 2017. Fue uno de los cuatro cardenales que en 2016 plantearon públicamente al Papa dudas (dubia) sobre Amoris laetitia.

Se prescinde de algunos profesores clave del Instituto, a los que algunos reprochan no haber defendido la “Amoris laetitia”.

Mons. Livio Melina es su heredero directo en la cátedra de Teología Moral fundamental. Melina fue presidente del Instituto desde 2006 hasta agosto de 2016, cuando, tras la publicación de Amoris laetitia, pasó a ser nuevo presidente Mons. Pierangelo Sequeri.

En esa misma fecha el papa Francisco nombró al arzobispo Vicenzo Paglia Gran Canciller del Instituto Juan Pablo II y presidente de la Academia Pontificia para la Vida, dos instituciones que el Papa quiere que estén muy relacionadas.

Durante la época de Melina el Instituto experimentó una fuerte expansión, de modo que el pasado curso contaba con 516 estudiantes en Roma y 3.200 en todo el mundo en seis secciones y seis centros asociados.

En septiembre de 2017, el Papa publicó un motu proprio por el que decidía renovar el enfoque del Instituto para que “en la reflexión sobre el matrimonio y la familia no falten nunca la perspectiva pastoral y la atención a las heridas de la humanidad”. El Papa pedía que la formación se basase “en las conclusiones de los dos últimos sínodos (2014 y 2015) y de Amoris laetitia (2016)”. Y esperaba que el nuevo Instituto, “sin perder su inspiración original”, amplíe su ámbito de interés para atender “al desarrollo de las ciencias humanas y de la cultura antropológica en un campo tan fundamental para la cultura de la vida”.

Para responder a este deseo del Papa, los responsables del Instituto se dedicaron a preparar los nuevos estatutos, que tras un lento proceso de elaboración se han publicado ahora.

Sorpresa ante los nuevos estatutos

Los nuevos estatutos han sorprendido y preocupado a algunos responsables del centro. En declaraciones a la Catholic News Agency (CNA), el todavía vicepresidente del Instituto, Fr. José Granados, afirma que con los cambios en el gobierno y en el plan de estudios, “la identidad del Instituto está seriamente amenazada”. Granados dice que él y otros miembros del claustro se han visto sorprendidos por la redacción final de los estatutos, que no han conocido hasta que han sido aprobados por la Congregación para la Educación Católica.

Los defensores de la renovación mantienen que se trata de ampliar el campo de los estudios sobre la familia y de ofrecer una perspectiva más pastoral

Granados detalla una serie de cambios que le parecen negativos: menos presencia de los profesores en los órganos directivos del Instituto; pérdida de colegialidad; menor peso del claustro en la selección del profesorado, que queda bajo la decisiva influencia del Gran Canciller; una drástica reducción en la formación académica de la teología moral fundamental y, consiguientemente, despido de sus dos principales representantes, los profesores Melina y Noriega, así como de la profesora Maria Luisa di Pietro para la Bioética.

También ha habido una reacción por parte del alumnado. En una carta firmada por más de 150 alumnos y dirigida al Gran Canciller Paglia y al presidente Sequeri, los estudiantes manifiestan: “Queremos expresar nuestra gran preocupación: la pérdida del enfoque formativo y, por lo tanto, de la identidad del Instituto”. También califican como “triste noticia” la expulsión de dos profesores “cuyas cátedras tienen un papel central en la formación ofrecida por el Instituto”.

Defensa del cambio

Ante el revuelo provocado, el propio Instituto Juan Pablo II tuvo que publicar un comunicado para salir al paso de lo que calificaba de “una comunicación distorsionada y facciosa, a veces de mala fe”.

Asegura que el proyecto académico del nuevo Instituto “se configura como una ampliación de la reflexión sobre la familia y no como un reemplazo de temas”. Niega que se abandone la reflexión moral, que se desarrollará en “la doble enseñanza de Moral del Matrimonio y de la Familia y de Ética Teológica de la Vida”. Justifica la supresión de la enseñanza de Moral Fundamental porque esta ya se estudia en el primer ciclo necesario para acceder al Instituto, y explica que el profesor Melina no se incluye entre el profesorado estable “porque ya no está presente la cátedra de teología moral fundamental que ocupaba hasta hoy”. La exclusión de Noriega la atribuye a la incompatibilidad entre ser superior general de una orden religiosa y ser profesor estable.

También califica de falsa la noticia sobre una centralización del poder en las manos del Gran Canciller. “Por ejemplo, a diferencia de lo que sucedía en el pasado, el nombramiento de los nuevos docentes se llevará a cabo mediante un concurso público”.

Las explicaciones han sido replicadas por los críticos. La supresión de la cátedra de teología moral fundamental, que consideran esencial para el trabajo del Instituto, la ven como una táctica para quitarse de encima a Melina. Frente al pretexto de que ya se estudia en el primer ciclo, contestan que lo mismo pasa con otras enseñanzas, pues se trata de profundizar en ese campo, no de repetir lo ya estudiado.

Ante la incompatibilidad jurídica aplicada en el caso del padre Noriega, advierten que este es superior de una pequeña orden religiosa de 24 miembros, y su mandato termina dentro de cinco meses. No parece que esto cree un problema de incompatibilidad, y así se había entendido por los dos presidentes anteriores del Instituto.

Críticos de la “Amoris laetitia”

La respuesta a los críticos ha movilizado a los medios vaticanos. En la primera página de L’Osservatore Romano, Giovanni Cesare Pagazzi (profesor de Teología dogmática) califica de “apresuradas y tendenciosas” algunas informaciones en la prensa italiana que “han criticado el nuevo plan de estudios, a su juicio demasiado inclinado a la sociología”. En cambio, Pagazzi piensa que “la intención de quien ha preparado el plan de estudios es mucho más original, argumentada y valiente”.

Más claro resulta un artículo de Luciano Moia, redactor jefe de Avvenire, diario de los obispos italianos. A su juicio, no hay “ninguna depuración, ninguna voluntad de borrar cuando fue construido por el papa Wojtyła, ninguna estrategia para arrinconar la teología moral y reemplazarla por una confusa sociología modernista”.

Los críticos de los cambios de los estatutos y del plan de estudios afirman que amenazan la identidad del Instituto

Asegura que la mayor parte de los profesores seguirán en el Instituto. Mantiene que no se abandona la teología moral, solo que en vez de explicarla genéricamente se estudiará como teología sacramentaria del matrimonio y de la familia. Así que en la sustitución de Melina y Noriega todo se ha hecho conforme a las reglas canónicas y el nuevo plan de estudios.

Pero al final, el propio Moia reconoce que esto no agota los motivos de la “renovación” del Instituto. “Nadie puede olvidar que durante el sínodo y después en los meses sucesivos a la publicación de la Amoris laetitia, algunos representantes de la dirección del Instituto junto con algunos docentes se han afanado en publicaciones, declaraciones, intervenciones en congresos y conferencias, con la idea de minimizar el alcance del giro querido por el papa Francisco. Tantas sutilezas críticas sobre el trabajo del doble sínodo y sobre los contenidos de la exhortación postsinodal. Ataques tanto más molestos al provenir del corazón de un Instituto que habría debido representar, en el ámbito de la formación especializada al máximo nivel, uno de los motores de la renovación, no la organización de una especie de revuelta”.

A esta acusación han respondido en una carta seis profesores del Instituto, entre ellos Melina y Noriega, que salen en defensa de su buen nombre. Afirman que “a ninguno de los profesores licenciados por el Gran Canciller se le ha podido reprochar como motivo del procedimiento presuntos ataques al papa Francisco. Los estudiantes pueden confirmar el respeto y la fidelidad de los profesores al Magisterio de la Iglesia y al del actual pontífice”.

En cuanto a lo de minimizar “el alcance del giro querido por el papa Francisco”, subrayan la vaguedad de la acusación y recuerdan que “el tema pertenece al natural debate en el ámbito teológico y pastoral, en el cual la hermenéutica de la renovación en la continuidad con la Tradición es un criterio, hasta ahora jamás condenado ni retractado por el Magisterio”. Por eso defienden la libertad de los teólogos, “que no son solo doctores o escribanos de corte, banderolas que siguen los caprichos del viento, ni tampoco maîtres à penser pagados para expresar opiniones de otros”. Una carta a su vez respondida por el citado Luciano Moia… por lo que la polémica sigue.

Estas respuestas no tranquilizarán a quienes piensan que los nuevos estatutos son un verdadero golpe de mano para dar un giro al modo de enfocar las cuestiones de matrimonio y familia. Los nombramientos de nuevos profesores del Instituto permitirán valorar estos presagios.

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