Contrapunto
Jésus était son nom es un gran espectáculo multimedia de luz y sonido, obra del francés Robert Hossein. Cuando se estrenó en Francia se interpretó como un mensaje de esperanza y de paz. Pero al ser presentado en Estados Unidos ha surgido una acusación inesperada: antisemitismo. En Nueva York, la Anti Diffamation League, organización judía, amenazó con boicotear el City Music Hall, si no se modificaba el espectáculo. Le reprochaban que en la muerte de Jesús aparecían también como responsables los dirigentes judíos, en lugar de atribuir la decisión exclusivamente a Poncio Pilato.
El espectáculo ha estado a punto de ser suspendido, a pesar de contar ya con 30.000 reservas. Tras laboriosas negociaciones se ha llegado a un compromiso. Para que nadie vea una intención antisemita, ha sido preciso vestir a los sacerdotes de marrón en vez de negro, suprimir del texto las palabras de fariseos, de sacerdotes y de escribas, ocultar las máscaras de estos personajes que aparecían sobre la pantalla de cine del fondo de la escena. Además, antes de cada representación se leerá un texto que recuerda que «Jesús, hijo de Dios para los cristianos, fue judío durante toda su vida».
Sin haber visto el espectáculo, no es posible saber si estas sospechas de antisemitismo tienen algún apoyo en la realidad o revelan una susceptibilidad exacerbada. Lo cierto es que hasta ahora nadie había advertido tal intención. Pero lo llamativo es que la prensa neoyorkina apenas ha manifestado interés por la polémica. Excuso decir las protestas que hubiera despertado todo intento de cambiar otros espectáculos que se han tomado libertades con la historia de Jesús, desde Jesucristo Superstar a La última tentación de Cristo, de Scorsese. Al grito de ¡censura!, muchos se habrían rasgado las vestiduras, denunciando la intolerancia de unos fanáticos religiosos. Nada de eso ha ocurrido ahora. Y es que, a la hora de utilizar la historia de Jesús como material artístico, algunos cambios son más tolerables que otros.
Ignacio Aréchaga