«EurHope»: cuando la televisión da motivos para la reflexión
Las lágrimas y la sonrisa de dos hermanas gemelas de Sarajevo, durante la conexión televisiva que unió en directo la capital bosnia con Loreto, simboliza lo que fue «EurHope», el encuentro que Juan Pablo II mantuvo el pasado 9 de septiembre con cientos de miles de jóvenes europeos a pocos kilómetros del famoso santuario italiano. Se trató, sin duda, una jornada especial, en la que la televisión mostró su enorme potencialidad comunicativa.
Este primer encuentro del Papa con los jóvenes del Viejo Continente, convocado por el Pontífice con ocasión del VII centenario del santuario mariano donde se venera la Casa de Nazaret, tuvo todos los ingredientes de las jornadas mundiales de la juventud, y manifestó de nuevo la capacidad de convocatoria del Papa con los jóvenes. Lo expresaba con desenfado la inscripción de las camisetas que llevaban algunos jóvenes y que en otro contexto hubiera resultado poco apropiado: «Atracción Papal». Como en otras ocasiones, los pasajes más aplaudidos de las palabras del Papa fueron precisamente los más exigentes.
Europa en directo
Una novedad de relieve con respecto a otras jornadas fue el uso de la televisión como medio vivo de comunicación. No consistió sólo en que el acto se retransmitiera en directo por Eurovisión, sino en que junto a las trescientas mil personas presentes en Loreto, otros muchos miles en toda Europa pudieron participar en el encuentro.
La clave, desde el punto de vista televisivo, fueron las cinco conexiones en directo de ida y vuelta que pusieron en contacto al Papa y a los participantes de Loreto con jóvenes de Belfast, París, Santiago de Compostela, Dresde, Vilna y Sarajevo. La fórmula resultó eficaz. No se explica, de lo contrario, el hecho de que, tan sólo en Italia, más de cuatro millones de telespectadores siguieran la transmisión a través de la pequeña pantalla (fue el programa de más audiencia de la jornada, a pesar de sus tres horas y media de duración).
Perdón y reconciliación
Pero la innovación no se limitó a la técnica, sino que también se enriquecieron los contenidos del marco que suele rodear la participación del Papa. En esas conexiones, y a lo largo de toda la velada, se ofrecieron abundantes relatos personales, algunos sorprendentes, que reflejaban una vida cristiana vivida en circunstancias muy variadas. Algunos de esos testimonios fueron tan penetrantes que, para descargar un poco la emoción, resultaron muy oportunos los intervalos musicales de calidad que jalonaron toda la vigilia (en los que participaron, sin compensación económica, ciento cincuenta profesionales de la canción).
Desde Belfast, por ejemplo, habló un joven cuyo padre había sido asesinado: aseguró con sencillez que no guardaba rencor, que sentía pena por los asesinos. Esos deseos de paz y reconciliación, después de tantos años de violencia, con un balance de más de tres mil muertos, fueron expresados sin palabras por Mary, de 39 años, madre de seis hijos. Su marido fue asesinado a sangre fría en su propio dormitorio hace poco más de un año, precisamente en las vísperas de que se firmara el acuerdo de paz. A pesar de esa tragedia humana, Mary está enseñando a sus hijos a perdonar. Ante las cámaras de televisión, como gesto simbólico, pues la emoción era demasiado fuerte para hablar, estrechó la mano a Peter, un protestante: alguien que, según una lógica de odio, debería ser su enemigo.
Otro momento intenso fue la conexión con la Colina de las Cruces, a pocos kilómetros de Vilna, símbolo de la fe del pueblo lituano desde hace siglo y medio. Las cruces plantadas en ese cerro fueron arrasadas cuatro veces, pero otras tantas veces resurgieron por iniciativa de gentes que se jugaban «el puesto de trabajo, la posibilidad de estudiar y la misma libertad», según describió Adolfas, un joven escultor. La Colina de las Cruces, añadió una chica, es testimonio del sufrimiento, del misterio de la Cruz, y ayuda a reflexionar sobre el sentido del dolor.
Desde Sarajevo
Los pueblos de la ex Yugoslavia, que se extiende en la otra orilla del Adriático, estuvieron muy presentes en todo el encuentro. Se cumplía, además, un año exacto del proyectado viaje de Juan Pablo II a Sarajevo, que fue anulado en la víspera, cuando incluso el papamóvil se encontraba ya en la base militar de Aviano (norte de Italia), listo para ser transportado. Aquel viaje fallido causó, sin embargo, un fuerte impacto: fue un intento de Juan Pablo II, todavía convaleciente de la intervención quirúrgica, por frenar la guerra.
La conexión con Sarajevo era, por tanto, la más esperada y resultó la más conmovedora. El enviado especial de la RAI, Ennio Remondino, reunió a un grupo de jóvenes en un estudio de la televisión bosnia. Como en las otras conexiones, también los jóvenes de Sarajevo ofrecieron una canción: este caso, Pau u Sarajevo, una melodía por la paz en su ciudad. Momentos antes, la pantalla había mostrado unas imágenes de los efectos de la guerra, acompañadas de una Salve Regina, compuesta para la ocasión por Francesco Palmieri y cantada por Sal da Vinci.
Sonrisas y lágrimas
Slodovan, de 28 años, herido en la guerra, dijo que el Papa había entendido desde el comienzo lo que estaba pasando en su tierra y se preguntó hasta cuándo iban a durar esas heridas en el cuerpo y en el alma. «Gracias, Santo Padre, gracias por todo lo que ha hecho por nosotros y por haber levantado su voz en defensa de la dignidad humana», exclamó Daniela, de 18 años. «Hablando con vosotros -añadió, dirigiéndose a los muchachos de Loreto-, no estamos solos, no nos sentimos abandonados. Europa, ayúdanos a cruzar el umbral de la esperanza».
Juan Pablo II, visiblemente emocionado, renovó sus deseos de estar junto a ellos, asegurándoles que verdaderamente no estaban solos y que es preciso vencer el mal con el bien. Volvieron a sonar las notas de la Salve, esta vez sólo la música, mientras el Papa abrazaba a algunos chicos bosnios que habían podido ir a Loreto. La pantalla alternaba imágenes de Loreto y de los jóvenes de Sarajevo: la emoción era fuerte, y las chicas bosnias comenzaron a llorar, pero a las lágrimas se unió enseguida una sonrisa.
Un siglo de mártires
Una vez que el Papa concluyó la lectura de su mensaje (ver en págs. 3-4 traducción del texto casi íntegro), se rezó por Europa en nueve idiomas. La solemnidad del momento no impidió algún gesto espontáneo, como el grito: «¡El Papa es joven!», al que el Santo Padre respondió divertido: «¡Un joven de 75 años!» Unos fuegos artificiales pusieron fin a la vigilia. Eran casi las doce de la noche cuando el automóvil del Papa abandonaba la explanada, adonde había llegado cuatro horas antes.
A las nueve y media de la mañana del día siguiente celebró en el mismo lugar una misa junto a doce cardenales, cien obispos y dos mil sacerdotes. Sus primeras palabras de saludo fueron también una afectuosa broma a los miles de jóvenes que habían pasado la noche a la intemperie bajo la luna llena: «Ecco, ecco, no hay duda de que están todos bien despiertos y en pie…», afirmó al contemplar el estruendo con que le habían recibido.
En la homilía de la misa, Juan Pablo II invitó a los jóvenes a construir una «gran casa europea», que respire con los dos pulmones de Oriente y Occidente. «Desde hace dos mil años, el cristianismo ha puesto las raíces en las naciones de nuestro continente», como manifiestan no sólo las obras de cultura y de arte sino también el testimonio de tantos santos.
«Esto es particularmente evidente en nuestro siglo, que se ha convertido, como en los inicios de la Iglesia, en un tiempo de enteras multitudes de mártires, es decir de testigos que sellan con la propia sangre su pertenencia a Cristo. Si el siglo actual se caracteriza, tal vez, por las mayores negaciones del cristianismo, es también un siglo que se distingue por la extraordinaria escuadra de confesores y de mártires que han lanzado la semilla de una nueva vida en Europa y en el mundo».
Un grito de paz
Y recordando los ideales de la Revolución Francesa, recordó que es preciso reinterpretarlos cristianamente: «En este continente en el que hace más de doscientos años se proclamaba el programa de la libertad, la igualdad y la fraternidad, por desgracia dándole la vuelta y contaminándolo con la sangre de tantos inocentes, es necesario que resuene con nueva fuerza el programa de la libertad a la que nos ha llamado Cristo».
«De vosotros sube un grito de paz -añadió en el Angelus-. Os pido que lo levantéis más fuerte, juntos, para que cubra el fragor de las armas y toque el corazón de cuantos son responsables de las violencias que ensangrientan Europa y el mundo. Que seáis mensajeros de paz (…). Que sepáis acoger el bien allí donde se encuentre y rechazar lo que sea contrario al designio de Dios y, por eso mismo, contrario también a la dignidad humana». El Papa dijo que ese era el mensaje de la Gaudium et spes, la constitución sobre la Iglesia en el mundo contemporáneo proclamada por el Concilio Vaticano II: un texto que el Papa animó a leer atentamente.
Presencia ecuménica
En el encuentro participaron delegaciones de otras confesiones cristianas. Particularmente significativa fue la presencia de obispos ortodoxos de Serbia, Rusia, Rumania y Grecia, que en algunos casos acudieron al frente de peregrinaciones de jóvenes de sus respectivos países.
Algunos observadores ven en este gesto una pequeña señal de que, tras la reciente encíclica Ut unum sint, algo está cambiando en las relaciones entre Roma y el Oriente cristiano. Desde hace cinco años, en efecto, buena parte de las Iglesias ortodoxas hacían caso omiso de las invitaciones de la Santa Sede (particularmente el patriarcado ruso y, desde el inicio del conflicto en la ex Yugoslavia, también el serbio).
«EurHope» en Internet
Otra pequeña aportación novedosa de este encuentro europeo, en este caso más simbólica que verdaderamente decisiva, fue la presencia de Internet en «EurHope». Una sociedad italiana de servicios on line puso a disposición de los organizadores un espacio en su propio «servidor».
Las personas con acceso a Internet pudieron así conectarse por vía telefónica desde su propio ordenador, tanto para recabar algunas informaciones sobre el encuentro, en inglés e italiano, como para enviar mensajes al Papa. La home page, en la que se han recibido varios cientos de mensajes electrónicos, algunos incluso de Japón, permanecerá activa durante todo el mes de septiembre (la dirección es: http://www.split.interbusiness.it/eurhope).
Mensaje de Juan Pablo II a los jóvenes europeos
Os encontráis en la primavera de vuestra vida y os descubrís árboles en flor, llamados a dar fruto abundante. Estos años que marcan el crepúsculo del segundo milenio se caracterizan por una apremiante sucesión de desafíos y de preguntas, de estímulos y de esperas. Es el tiempo de vuestra juventud. Que sepáis apreciar las oportunidades que se os ofrecen cada día. A pesar de sus problemas, éste es un tiempo extraordinario, un «momento favorable», en el que cada uno debe saber asumir plenamente las propias responsabilidades, personales y sociales.
No al desaliento
No olvidéis, para esto, cuáles son vuestras raíces. El árbol que quiere crecer y dar fruto debe absorber, con sus raíces, el alimento del terreno bueno. ¡Jóvenes de Europa, el Evangelio es este terreno en el que plantar las raíces de vuestro futuro! En el Evangelio se encuentra a Cristo. Descubrid y gustad de su amistad, invitadlo a ser vuestro compañero en el viaje de cada día. Sólo Él tiene palabras de vida eterna.
¡Jóvenes, esperanza de Europa! Me gusta veros así, en el marco de este sugestivo encuentro que agrupa, gracias a los modernos medios de comunicación, a ciudades y países de culturas diversas. Recientemente, la caída de históricas barreras ha hecho soñar en un nuevo mundo de libertad y fraternidad. Los acontecimientos sucesivos, por desgracia, han desmentido en no pocas ocasiones esas expectativas. Pero el desafío continúa siendo urgente y difícil. Que nadie ceda al desaliento. Que nadie se sustraiga a la tarea de construir una Europa fiel a su noble y fecunda tradición civil y espiritual. Queremos entregar al nuevo milenio un Continente que sepa seguir buscando en el Evangelio el principio inspirador de la convivencia en la libertad y en la solidaridad.
Cuántas veces, en el pasado, ha debido afrontar Europa periodos accidentados de transformación y de crisis: siempre los ha superado, sacando savia nueva de la inagotable reserva de energía vital del Evangelio. Así ocurrió, por ejemplo, en la época de San Bernardo. Y hoy, en un contexto de dimensiones planetarias, es preciso ir todavía más al fondo, realizando una nueva síntesis entre valores y necesidades, entre fe y cultura, entre Evangelio y vida. Pero para esto son precisas la valentía y la audacia de creyentes auténticos, dispuestos a resistir todas las tentaciones y decididos a convertirse en intrépidos operadores de justicia y de paz.
Jóvenes al servicio de la vida y constructores de paz. A pocos centenares de kilómetros de aquí, en la otra orilla del mar Adriático, se sigue muriendo cada día por las calles y las plazas, además de en los campos de batalla. Mueren mujeres y ancianos, mientras hacen cola para obtener un poco de agua o de pan. Mueren niños, alcanzados por el plomo homicida en medio de sus juegos inocentes. ¡Cuántos coetáneos vuestros se cuentan entre las víctimas de esta tragedia! ¡Cuántas vidas rotas! Se habla continuamente de paz, pero no se para de hacer la guerra. Europa conoce bien esta realidad inhumana. La generación a la que pertenezco era joven durante la Segunda Guerra Mundial, cuyo fin hemos conmemorado hace poco el 50 aniversario. Pero también vuestra generación conoce el drama de conflictos interminables.
Queridos jóvenes, rechazad las ideologías obtusas y violentas; manteneos lejos de toda forma de nacionalismo exasperado y de intolerancia. A vosotros se os confía la misión de abrir nuevas vías de fraternidad entre los pueblos, para construir una única familia humana, profundizando en la ley de la reciprocidad del dar y del recibir, de la entrega de sí y de la acogida del otro.
Os toca a vosotros difundir la fecunda cultura del Evangelio, en la que Cristo, «vivo ayer, hoy y siempre», se hace respuesta concreta a las preguntas esenciales del corazón inquieto del hombre. Que seáis vosotros mismos respuestas vivientes de Cristo, teniendo el Evangelio como regla fundamental de cada una de vuestras acciones y deseos. Escribiréis así páginas inéditas de nueva evangelización para este tiempo nuestro, especialmente entre vuestros coetáneos.
EurHope: Europa y Esperanza. Habéis querido dar este título a esta sugestiva vigilia. En el término «EurHope», las palabras Europa y Esperanza se entrelazan inseparablemente. Es una bella intuición, pero también singularmente comprometedora. Exige de vosotros que seáis hombres y mujeres de esperanza: personas que creen en el Dios de la vida y del amor y proclaman con fundada confianza que existe un futuro para el hombre.
El estilo de Nazaret
Vosotros sois el rostro joven de Europa. El futuro del Continente, y del mundo entero, os pertenece si sabéis seguir el camino que os indica Cristo. El secreto es el mismo de siempre: es Cristo, muerto y resucitado por la salvación del mundo; es la Cruz de Cristo. El Papa os confía esta tarde este secreto antiguo y siempre nuevo: queridos jóvenes, seguid a Aquel que «no ha venido para ser servido, sino para servir y dar la vida en rescate por muchos». Sed sus manos y su corazón para vuestros hermanos y hermanas: el corazón, para amar y rezar; las manos, para trabajar y servir.
Con María hacia el 2000. No podemos concluir este diálogo nuestro sin mirar a la Virgen Santa, «señal de segura esperanza y consuelo». Jóvenes de la entera Europa, os confío a María, mostrándola a vuestro amor. ¡Acogedla, hoy y siempre, en vuestra casa! Aquí, en el Santuario de Loreto, desde hace siete siglos la Virgen continúa velando y actuando como hacía en la Casa de Nazaret. Su estilo es el de la humildad, el de la fidelidad, el del servicio. Es el estilo de Nazaret, el estilo de Loreto. ¡Hacedlo vuestro! Imitándola, experimentaréis la alegría y la paz, que son el don del Espíritu Santo. Junto a Ella, os podréis disponer con valentía a construir la Europa de la esperanza, fiel a sus raíces, tierra de acogida, de solidaridad, de paz para todos.
Diego Contreras