En la atención a los más necesitados, la Iglesia llega allí donde falla el Estado. Lo reconoce The Economist en un artículo sobre la labor asistencial de las organizaciones religiosas benéficas en Reino Unido, que son casi un cuarto de todas las entidades caritativas en ese país (unas 50.000).
Con los recortes en programas sociales, son las iniciativas cristianas (y de otros credos) las que han dado un paso al frente. Entre las más notables, la publicación nombra al Ejército de Salvación, aunque están surgiendo nuevos grupos. Según fuentes consultadas por la revista, un 4% de las organizaciones de raíz religiosa acopia cerca del 80% de los aportes destinados a fines sociales.
La fe es un factor importante para quienes deciden hacer contribuciones. En 2015, las causas religiosas recibieron el 13% de los donativos, solo por detrás de las causas médicas (16%).
Respecto al alcance de la labor de beneficencia, The Economist señala que no solo las organizaciones más conocidas han extendido su acción a todo el país, sino también los grupos pequeños. Por ejemplo, la red Cinnamon Network enseña a otras entidades el know how de la asistencia a las personas mayores que viven solas. Su trabajo de conjunto con la organización Linking Lives, que conecta a voluntarios con ancianos sin acompañamiento, trabaja con iglesias de todo el país coordinando la atención a unas 50 personas mayores en cada lugar. Otro grupo, Parish Nursing, presta asistencia a 125 iglesias para reclutar enfermeros –muchos de ellos, voluntarios– y ponerlos en contacto con personas necesitadas.
Otra entidad de gran utilidad pública es el Trussell Trust, fundada en 1997 y que gestiona actualmente unos 420 bancos de alimentos. En 2016 entregó más de un millón de paquetes de comida suficiente para tres días a personas necesitadas, casi diez veces más que entre 2011-2012. Muchos de esos bancos de alimentos están gestionados por iglesias.
No es nada nuevo que los cristianos se ocupen de todas personas de toda clase, también de quienes no comparten su fe, como recuerda el semanario británico con una cita del emperador romano Juliano el Apóstata (s. IV). Los “impíos galileos”, decía, se preocupaban de cuidar “no solo de sus propios pobres, sino también de los nuestros”. Una práctica que, reconoce la revista, continuó la Iglesia casi sola por muchos siglos, hasta que los Estados, tras las II Guerra Mundial, se implicaron en la asistencia social.
Pero los grupos religiosos –afirma Anne Danks, del Trussell Trust– están reclamando su espacio en el Estado del Bienestar, que no está llenando todos los huecos. “A veces tenemos que decir verdades crudas a los que están en el poder, para ayudar a los marginados”, apunta Danks.
No toda la labor, sin embargo, corresponde a organizaciones cristianas. Cerca del 5% de los grupos caritativos son musulmanes, que reciben muchas donaciones en concepto de azaque, semejante al diezmo. De igual modo, la organización sij Khalsa Aid ha prestado ayuda material directa a los damnificados por desastres naturales en Inglaterra.