Bob Fu fundó en 2002 China Aid, una ONG internacional que tiene como misión promover la libertad religiosa y el Estado de Derecho en China. La organización nació sobre todo para dar a conocer en Occidente la represión de la religión en China e intentar denunciar la situación de los detenidos por practicar su fe sin atenerse a los dictados del Partido. Desde que se fundó ha ayudado a los disidentes, ha denunciado muchas medidas políticas del gobierno y ha prestado apoyo –económico, político y jurídico– a las mujeres que se oponen al control de la natalidad por el poder.
El compromiso de Bob Fu con la libertad religiosa nace de su propia experiencia personal, como pone de manifiesto en la autobiografía que acaba de publicar en EE.UU, y de sus años como pastor de una comunidad cristiana clandestina. En God’s Double Agent, reseñada en Christianity Today, el disidente explica que nació en un ambiente ateo y que conoció el mensaje cristiano en la universidad, al implicarse en las manifestaciones a favor de la democracia tras la masacre de Tiananmen.
Agente doble de Dios
Sin embargo, la única manera de conocer el mensaje cristiano en aquel momento era en la clandestinidad. Una vez que se convirtió, su vida se llenó de gozo y alegría. Y comenzó a ejercer su papel como “agente doble”: por la mañana, era profesor en una escuela comunista; por la noche, enseñaba secretamente el Evangelio y profundizaba en su fe cristiana.
El Partido prohibía la edición de biblias, la enseñanza de la fe y la práctica religiosa. Sin embargo, durante los noventa, Bob Fu, como tantos otros, confiaron en la apertura del país. Comenzó a acudir a una comunidad evangélica autorizada y controlada por el gobierno, y ahí se percató de que el control político de la religión era incompatible con la autenticidad evangélica. Vivió lo que llama en el libro su “Tiananmen espiritual”: Dios “se diluía” con la intromisión del Partido y no estaba, ni podía estar, en la religión oficial.
Por ello, volvió a la clandestinidad, se convirtió en pastor y la policía comenzó a sospechar de él. En 1996 fue detenido; pero aquella experiencia fortaleció su compromiso. Fu relata las duras condiciones en las que vivía en la celda, junto con otros 30 compañeros, y cómo surgió entre ellos una amistad íntima y con ello la posibilidad de dar a conocer el cristianismo.
De China a EE.UU.
Tras ser liberado, Fu decidió pedir asilo y escapar de su país junto con su mujer. Fueron dos las razones que le llevaron a ello. En primer lugar, se enteró de que la policía le seguía de cerca otra vez y tenía muchas posibilidades de ser encarcelado de nuevo. En segundo lugar, iban a ser padres y no habían solicitado el permiso de las autoridades de planificación familiar.
Pero cuando acudió a la embajada estadounidense en Honk Kong se encontró con la indiferencia de las autoridades diplomáticas. Gracias a un amigo norteamericano, Bob Fu dio a conocer su historia, y la comunidad evangélica de Estados Unidos solicitó al gobierno de Clinton la concesión del visado. Desde 1997 vive en Estados Unidos junto con su mujer y se ha convertido en unos de los más conocidos activistas a favor de la libertad religiosa de China.
China Aid no limita su ayuda solo a cristianos; se ocupa también de perseguidos por motivos políticos. Además cumple con una función importante en la promoción de la libertad en China: ayuda a centrar la atención mediática, algo que incomoda a la línea oficial del país, que busca vender otra imagen. Por otro lado, Bob Fu es consciente de que su ONG es indisociable del cristianismo: “No somos una organización exclusivamente humanitaria; tenemos una visión cristiana del mundo”.