Tres semanas después del derribo de dos avionetas de la organización de exiliados «Hermanos al Rescate», y cuando nadie lo esperaba, el episcopado cubano publicó una enérgica carta pastoral en la que calificó de «desmesurada y violenta» la acción del gobierno de Fidel Castro y lamentó sus «efectos demoledores» para la reconciliación nacional. En la misma carta, los obispos rechazaron la nueva ley norteamericana Helms-Burton -que endurece el bloqueo contra la isla-, pero también deploraron la prohibición oficial a un congreso público de la disidencia y el encarcelamiento de varios opositores.
La reacción del gobierno de Castro frente al documento episcopal no fue menos sorprendente: en lugar de las usuales diatribas, el canciller Roberto Robaina se limitó a afirmar que «el gobierno estudia cuidadosamente si la posición eclesiástica tiene alguna vinculación con el imperialismo norteamericano». «Deberían revisar bien en nombre de quién hablan, a no ser que representen a una Iglesia que no es de este país», fue la frase más dura que pronunció Robaina.
Es evidente el distinto tono respecto a lo sucedido en 1982, cuando una tímida carta pastoral conjunta de los obispos fue respondida por el gobierno con una lluvia de insultos y restricciones. La explicación podría encontrarse en las recientes declaraciones del secretario adjunto del episcopado cubano, José Félix Pérez. «Las cosas han cambiado mucho», dice refiriéndose a la creciente presencia de la Iglesia en la sociedad. El fenómeno, que se inició a partir del «Encuentro Nacional Eclesial Cubano» realizado en 1986, ha desembocado en una creciente afluencia de personas, especialmente jóvenes, a los templos católicos. Actualmente, los 225 sacerdotes con los que cuenta la isla son totalmente insuficientes para atender el despertar de la fe en la población. En palabras del P. Pérez, «estamos desbordados por el número creciente de personas que se acercan con deseos de conocer el Evangelio de Jesucristo y recibir los sacramentos».
Mientras las vocaciones sacerdotales han comenzado a surgir lentamente, la escasez de clero ha tenido un lado positivo: el incremento del número de catequistas y, en general, de laicos comprometidos en la vida de la Iglesia, algo bastante raro antes. Ahora, los obispos cubanos piensan en otras dimensiones: «Es imprescindible -dice el P. Pérez- la formación de catequistas y líderes laicos capaces de asumir compromisos más decisivos en la vida social y -¿por qué no?-, tal vez en el futuro, también en la vida política».
La creciente afluencia de jóvenes -que, por lo demás, se alejan progresivamente del Partido Comunista- es el principal, pero no el único punto fuerte de la Iglesia. En los dos últimos años, gracias al apoyo de la Iglesia alemana, Cáritas Cubana se ha convertido en el más eficiente instrumento de asistencia social para la atención de ancianos y enfermos abandonados. Los obispos incluso han solicitado la aprobación del gobierno para extender los servicios de Cáritas a la juventud desempleada.
Además, aunque con pocas probabilidades de éxito, el episcopado ha pedido al gobierno el acceso a los medios de comunicación social y la posibilidad de contar con mayor cantidad de papel -racionado en la isla- para incrementar la tirada de los cada vez más solicitados boletines diocesanos. El gobierno parece tener claro que la creciente popularidad de la Iglesia católica hace de ella una importante fuerza de cohesión social de la que no se puede prescindir.
Alejandro Bermúdez.El régimen pide un refuerzo ideológico
El Comité Central del Partido Comunista Cubano, reunido a finales de marzo, ha hecho un llamamiento a reforzar la ortodoxia ideológica y económica y ha amenazado con severos castigos a quienes se opongan a esta línea. En la reunión celebrada a puerta cerrada, de la que informa el New York Times (1-IV-96), se pretendió contrarrestar la acción de Estados Unidos y de los disidentes, calificados como «caballos de Troya».
Ciudadanos cubanos, disidentes y diplomáticos extranjeros temen que esta decisión del Comité suponga un periodo de mayor represión. El ministro de Defensa, Raúl Castro, afirmó en el congreso del partido que Cuba debe rehuir las reformas que han socavado a la antigua Unión Soviética y a otros países comunistas. Según él, la incipiente clase de trabajadores por cuenta propia y los intelectuales están siendo utilizados por los enemigos de Cuba para debilitar la autoridad del partido y del Estado, por lo que hay que reconducirlos a la línea ortodoxa.
Fidel Castro, quien presidió el primer pleno del partido desde 1992, declaró que comienza una intensa batalla ideológica en la que es necesaria la movilización de toda la población. A este informe del Comité le seguirán miles de reuniones por todo el país para su discusión en los lugares de trabajo y en las escuelas.
Según Ricardo Alarcón, presidente del Parlamento cubano, la ley Helms-Burton que refuerza el embargo norteamericano servirá para motivar a la juventud cubana, cuyo apoyo al régimen ha flaqueado en los últimos tiempos. En cambio, Vladimiro Roca, líder de los grupos en pro de los derechos humanos, ve en este endurecimiento una muestra del pánico de los dirigentes comunistas a la pérdida del poder.