La jerarquía de la Iglesia polaca ha reactivado la Acción Católica en un intento de estrechar la unidad de los laicos, actualmente poco presentes en la política y en la cultura, a pesar de que Polonia sigue siendo un país mayoritariamente católico, con unos índices de práctica religiosa y de vocaciones como en pocas partes de Europa.
En una carta pastoral que se leyó en todas las iglesias el pasado 7 de mayo, los obispos decían que «no sólo durante los tiempos de la dictadura ateísta, sino también hoy, la enseñanza y la presencia de la Iglesia en la vida social despierta oposición en ciertos medios. (…) Continúa la lucha por la cultura polaca, incluso se ha intensificado. Por lo cual no puede faltar la voz decidida de la Iglesia».
En la misma carta pastoral, los obispos afirman que la «Acción Católica no está llamada a convertirse en partido político». La Iglesia no entra en el juego político, pero sí es un «custodio del orden moral». «Da la impresión de que determinados círculos que hasta no hace mucho aceptaban este papel de la Iglesia [el de custodio del orden moral], ahora mantienen una actitud crítica o sencillamente negativa. Quieren forzar a la Iglesia a que calle. Pero la Iglesia no puede callar». Aquí se alude sobre todo a las elites dominantes de los postcomunistas y del partido Unión de la Libertad, hasta hace unas semanas presidido por Tadeusz Mazowiecki y que ahora dirige Leszek Balcerowicz (el iniciador de la reforma económica polaca en diciembre de 1989).
En un simposio sobre la Acción Católica, el obispo Tadeusz Pienorek dijo que los católicos tendrían que estar presentes en todos los campos de la vida pública. «No es necesario que lo hagan bajo el escudo de la Acción Católica. La Iglesia no necesita un partido católico, sino un partido de católicos, los cuales actúen cristianamente».
Para el obispo Alojzy Orszulik, la izquierda (en la que incluye no sólo a los postcomunistas, que ahora gobiernan, sino también a la Unión de la Libertad) se consolida en torno a las ideas anticlericales, mientras que la derecha «vive en el mundo de la irrealidad». Según Orszulik -y en esto muchos observadores le dan la razón-, «el interés de cada grupo [de la derecha] está por encima de los intereses comunes», por lo cual no están obteniendo resultados positivos.
Para hacerse una idea de la falta de organización y de la unidad de la derecha polaca, baste citar que hay al menos ocho partidos relativamente significativos que no han llegado a coaligarse. Cinco de ellos han anunciado ya que no apoyarán a Lech Walesa (el contrapeso de los postcomunistas en el poder) en las elecciones presidenciales de diciembre, sino a Adam Strzembosz, presidente del Tribunal Supremo, al que actualmente se dan pocas probabilidades de ganar.
José Grau