La Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE) ha celebrado en Viena la segunda conferencia internacional sobre el tema “Prevenir y combatir la intolerancia y la discriminación contra los cristianos”. El sociólogo italiano Massimo Introvigne, que en el año 2011 fue Representante de la OSCE para la lucha contra el racismo, la xenofobia y la intolerancia, y la discriminación contra los cristianos y los seguidores de otras religiones, pronunció la conferencia de apertura de la segunda conferencia. Publicamos un resumen de su contenido.
1. La intolerancia es un fenómeno cultural: un grupo es ridiculizado a través de estereotipos, se le representa como malvado, corrupto, un obstáculo para la felicidad y el progreso. Obviamente, la libertad de expresión y la libertad del arte son importantes. Sin embargo, algunas obras de arte pueden convertirse en un instrumento de la intolerancia: pensemos en la imagen de los judíos en el arte de los nazis. No todas las obras de arte críticas hacia la religión son intolerantes. Pero algunas sí (…)
Nunca existe una justificación para el terrorismo y el asesinato. Pero la cuestión de si ciertas caricaturas de Charlie Hebdo eran en sí mismas una manifestación de intolerancia persiste, y no se puede evitar.
Por supuesto, todos defendemos la libertad de los periodistas y artistas. Pero es legítimo preguntarse si el arte a veces no puede convertirse en un arma al servicio de la intolerancia. Basta pensar en la película nazi Süss el judío, de 1940. Podemos definirla como una película técnicamente bien hecha, pero su objetivo final era sin duda promover la intolerancia contra los judíos.
En algunos países la legislación antisectas lleva a discriminar a las minorías religiosas cuyas creencias parecen incomprensibles
De la intolerancia a la discriminación
2. Muy pronto, a la intolerancia sigue la discriminación, que es un elemento de carácter jurídico. Si una organización o grupo es malvado, es lógico atacarlo con las leyes. Hoy la libertad religiosa se enfrenta con la presencia de cientos de grupos más o menos pequeños, impopulares y “extraños”, que son consecuencia del pluralismo religioso posmoderno y la crisis de las grandes narrativas religiosas tradicionales de Occidente. (…)
En algunos países se promulgaron leyes contra las “sectas”. Son leyes que nacen de una preocupación comprensible por los crímenes de los que ciertas “sectas” eran responsables. Pero también existe el riesgo de generalizaciones indebidas. En algunos países, los informes oficiales han catalogado como “sectas”, al lado de grupos criminales reales, a movimientos impopulares y que se caracterizan por creencias consideradas extrañas por la opinión pública, pero que en general son respetuosos de la ley.
Es cierto que algunas “sectas” han cometido delitos graves. De 1994 a 1997, en tres incidentes separados, los asesinatos y suicidios de la Orden del Templo Solar provocaron 74 víctimas en Suiza, Francia y Quebec. Estos y otros incidentes similares explican la preocupación social por las “sectas”. Es lo que producen lo que el sociólogo sudafricano Stanley Cohen denomina “pánicos morales”, que no inventan los problemas, pero los amplifican a través de generalizaciones. Una condena justificada para algunos grupos específicos se extiende a todas las minorías religiosas cuyas creencias parecen incomprensibles.
Las “sectas” no son los únicos movimientos religiosos de origen cristiano, directo o indirecto, que se quejan de discriminación en Europa. Protestantes evangélicos –y otros– a menudo recurren al Tribunal Europeo de Derechos Humanos (TEDH) afirmando ser víctimas de discriminación. La jurisprudencia del TEDH es muy variada, y, a veces, puede parecer contradictoria.
La espiral de la intolerancia lleva de la discriminación a la persecución y a los crímenes de odio
En su sentencia “Eweida” (2013), el TEDH falló a favor de Nadia Eweida, una empleada de facturación de British Airways, que había sido despedida por llevar una cadenita con un crucifijo; pero en el juicio “Chaplin” (2013), negó el mismo derecho a una enfermera de un hospital. Algunos casos especialmente delicados hacen referencia a la objeción de conciencia. En su sentencia “Ladele” (2013), el TEDH dictaminó que Lilian Ladele, una cristiana, empleada del registro civil británico, no puede invocar la objeción de conciencia para negarse a celebrar matrimonios entre personas del mismo sexo. Una apelación posterior fue rechazada.
Señalamos que casos como “Ladele” son similares, pero no idénticos, a una serie de episodios muy conocidos en los EE.UU., como “Arlene’s Flowers” (2015), donde floristas, fotógrafos o pasteleros cristianos se negaron a prestar sus servicios en bodas entre personas del mismo sexo. Aquí se trata de propietarios de empresas privadas, mientras que la señora Ladele era un funcionario público.
En el caso “Sindicatul” (2012), el TEDH trató de obligar a la Iglesia ortodoxa y al Gobierno de Rumania a aceptar que un grupo de sacerdotes ortodoxos puedan formar un sindicato hostil a la jerarquía de la Iglesia, y seguir en la misma. Después de fuertes protestas de muchas instituciones religiosas y de la misma Santa Sede, que vio aquí un claro intento de los jueces de interferir en los asuntos internos de una iglesia cristiana, la sentencia fue anulada en apelación en 2013.
Actos de agresión
3. La tercera etapa de la espiral de la intolerancia lleva de la discriminación a la persecución y a los crímenes de odio. Si un grupo u organización es malvada, y la discriminación no es suficiente para detenerla, ¿por qué extrañarse si los extremistas deciden hacer justicia por su cuenta y pasan a la violencia?
Al igual que otras religiones, los Testigos de Jehová inicialmente trataron de convivir con el régimen nazi en Alemania. Pero estos intentos fracasaron, y finalmente, 11.300 testigos de Jehová acabaron en campos de concentración nazis, de los que murieron 1.490. A diferencia de judíos y gitanos, perseguidos por motivos raciales, los testigos de Jehová podían volver a casa y escapar de los campos simplemente renunciando a su fe. Pero solo lo hicieron unos pocos.
Hoy en día, los crímenes de odio contra los cristianos no se cometen solo en África y Asia. El Observatorio de la Intolerancia y la Discriminación contra los cristianos, de Viena, documenta cientos de casos cada año: iglesias profanadas, imágenes destruidas o decapitadas, sacerdotes, monjas y obispos atacados.
La cuestión de si ciertas caricaturas de “Charlie Hebdo” eran en sí mismas una manifestación de intolerancia no se puede evitar
Uno de los casos más controvertidos es Femen, un movimiento feminista –y fuertemente anticristiano– fundado en Ucrania en 2008. Femen es conocido por ataques a iglesias católicas (como Notre Dame de París en 2013), a obispos (como el español cardenal Rouco Varela en 2014) y a símbolos religiosos (Kiev 2012: destrucción de la cruz erigida en memoria de las víctimas de Stalin). Muchos cristianos –e incluso muchos musulmanes, ya que Femen ataca también al islam– creen que Femen viola sistemáticamente su libertad religiosa. Otros las defienden en nombre de la libertad de protesta. Estos casos muestran lo difícil que es encontrar un equilibrio entre los diferentes derechos: la libertad de religión, libertad de expresión, la libertad de manifestación y protesta. Ciertamente, la libertad religiosa no puede ser sacrificada en nombre de otros derechos, por muy importantes que sean.
La espiral intolerancia-discriminación-crímenes de odio afecta a muchos grupos. En la Alemania nazi, los judíos fueron primero ridiculizados con las caricaturas, y a continuación, discriminados por las Leyes de Nuremberg. Así, al final, se llegó a Auschwitz. Luchar contra la discriminación a los romaníes es una actividad fundamental para la OSCE. En muchos países, empiezan por ser objeto de intolerancia a través de los estereotipos (“son todos ladrones”), y después afectados por las leyes (pasaportes especiales, dificultades en la obtención de documentos), y con frecuencia son también víctimas de crímenes de odio.
Sabemos que los crímenes de odio contra los cristianos a menudo no se denuncian y se subestiman en los documentos y en las estadísticas de las organizaciones internacionales. (…) El diálogo interreligioso desmiente el tópico de que las religiones son responsables de la mayoría de los problemas del odio y la violencia. Ciertamente las religiones en su historia no han sido siempre ajenas al problema de la violencia. Pero más a menudo han sido y son parte de la solución. En algunos países, además, todas las religiones fueron perseguidas por los regímenes totalitarios. Y la persecución les enseñó a convivir, a un “diálogo de la sangre”. (…)
El diálogo y las políticas para prevenir los crímenes de odio deben tener en cuenta la historia y las tradiciones de cada país específico. Y evitar dos extremos: el fundamentalismo, donde una religión discrimina a las minorías religiosas y a los no creyentes, y el laicismo, donde una atmósfera de hostilidad antirreligiosa conduce a la intolerancia hacia todas las religiones.