La advertencia contra la mundanidad es algo que aparece con frecuencia en las palabras del Papa Francisco, pero no es un asunto que los medios suelan destacar. Con las expectativas creadas en torno a los cambios que hará el Papa, se tiende a pensar que el cambio se ha de manifestar en la adaptación de la Iglesia a los criterios aceptables en la sociedad de hoy.
Sin embargo, el Papa Francisco ha querido señalar que hay cambios que en realidad serían cesiones al espíritu del mundo. “Existe siempre el peligro, también para los hombres de Iglesia, de ceder a lo que llamo, retomando una expresión de De Lubac, la ‘mundanidad espiritual’: ceder al espíritu del mundo, que lleva a actuar para la propia realización y no para la gloria de Dios, a esa especie de ‘burguesía del espíritu y de la vida’ que empuja a acomodarse, a buscar una vida cómoda y tranquila” (discurso en las Jornadas dedicadas a los Representantes Pontificios, 21-06-2013).
El Papa denuncia “la astucia mundana” de quienes viven de la corrupción y el soborno
Solo en el último mes, el Papa ha recordado varias veces a los cristianos la necesidad de despojarse del espíritu mundano, que adopta múltiples caras: el apego a criterios y grandezas del mundo, la indiferencia hacia los que sufren, el progresismo adolescente, la superficialidad o la astucia de la corrupción.
Cuando el Papa visitó Asís el pasado 4 de octubre había expectación por ver qué diría en la ciudad donde nació san Francisco: algunos confiaban en que aprovecharía ese escenario para hacer gestos clamorosos. El mismo Papa comentó esta impresión en su encuentro con los pobres asistidos por Cáritas: “En estos días, en los periódicos, en los medios de comunicación, se fantaseaba. ‘El Papa irá a despojar a la Iglesia, ¡allí!’. ‘¿De qué despojará a la Iglesia?’. ‘Despojará los hábitos de los obispos, de los cardenales; se despojará él mismo’”.
El Papa, efectivamente, fue a Asís para invitar a la Iglesia a despojarse. “¡Pero la Iglesia somos todos! ¡Todos! Desde el primer bautizado, todos somos Iglesia y todos debemos ir por el camino de Jesús, que recorrió un camino de despojamiento, Él mismo. Se hizo siervo, servidor; quiso ser humillado hasta la Cruz”.
Con un cristianismo sin cruz nos volveríamos “cristianos de pastelería”
Cristianos de pastelería
El Papa sabe que la exigencia evangélica no es muy popular, por eso se adelantó a las posibles reacciones: “¿Pero no podemos hacer un cristianismo un poco más humano –dicen–, sin cruz, sin Jesús, sin despojamiento? ¡De este modo nos volveríamos cristianos de pastelería, como buenas tartas, como buenas cosas dulces! Muy bonito, ¡pero no cristianos de verdad!”.
¿De qué ha de despojarse la Iglesia? “Debe despojarse hoy de un peligro gravísimo, que amenaza a cada persona en la Iglesia, a todos: el peligro de la mundanidad. El cristiano no puede convivir con el espíritu del mundo. La mundanidad que nos lleva a la vanidad, a la prepotencia, al orgullo. Y esto es un ídolo, no es Dios. ¡Es un ídolo! ¡Y la idolatría es el pecado más fuerte!”.
La indiferencia hacia los que sufren es una señal clara de mundanidad. Con la tragedia de Lampedusa muy reciente, denunció que muchos son expoliados por un “mundo salvaje, que no da trabajo, que no ayuda; al que no le importa si hay niños que mueren de hambre (…)”. Frente a la indiferencia propuso el “espíritu de las bienaventuranzas”, que encarnó san Francisco, despojándose desde muy joven para servir y ocuparse del dolor de los pobres.
El “progresismo adolescente” lleva a pensar que “debemos ser como todos, debemos ser más normales, como hacen todos”
Progresismo adolescente
Durante el mes de noviembre, el Papa ha vuelto a advertir contra la mundanidad en sus homilías diarias en Santa Marta. El pasado día 18, el Papa subrayó que el espíritu mundano puede adoptar la forma del “progresismo adolescente” que “se cree que ir detrás de cualquier elección es mejor que permanecer en las costumbres de la fidelidad”.
Al hilo del pasaje del Libro de los Macabeos en el que los líderes de Israel abandonan su fe y sus tradiciones para congraciarse con las demás naciones, comenta: “Esta es una contradicción: no negocian con los valores, sino con la fidelidad. Esto es el fruto del demonio, del príncipe de este mundo, que nos lleva adelante con el espíritu de mundanidad”.
“No es la bella globalización de la unidad de todas las naciones, cada una con sus propias costumbres pero unidas, sino que es la globalización de la uniformidad hegemónica, es la del pensamiento único. Y este pensamiento único es fruto de la mundanidad”.
Claro que el cristiano debe empeñarse por buscar el progreso de las personas y de la sociedad. El progresismo que denuncia el Papa es el que negocia con el Evangelio, sustituyéndolo por la creencia de que “debemos ser como todos, debemos ser más normales, como hacen todos, con este progresismo adolescente”.
La curiosidad que aleja de la sabiduría
El 14 de noviembre, también en Santa Marta, el Papa advirtió contra la “curiosidad mundana” que aleja de la presencia de Dios.
El Espíritu de Dios “nos ayuda a juzgar, a tomar decisiones según el corazón de Dios. Y este espíritu nos da paz, ¡siempre! (…) Lo que Dios le pide a Abraham, ‘Camina en mi presencia y sé intachable’, es esto: esta paz. Ir bajo el movimiento del Espíritu de Dios y de esta sabiduría. Y ese hombre y esa mujer que caminan así, se puede decir que son un hombre y una mujer sabios. Un hombre sabio y una mujer sabia, porque se mueven bajo el movimiento de la paciencia de Dios”.
Una manifestación de la curiosidad mundana “es cuando nosotros queremos apropiarnos de los proyectos de Dios, del futuro, de las cosas; conocer todo, tener todo en la mano…”. Otra es la superficialidad que “aleja de la sabiduría, porque solamente interesan los detalles, las noticias, las pequeñas noticias de cada día”. Sus palabras son especialmente oportunas en un momento en que la multitarea digital favorece las distracciones compulsivas.
No es el afán de estar informado lo que preocupa al Papa, sino las continuas distracciones que quitan la serenidad. “El espíritu de la curiosidad no es un buen espíritu: es el espíritu de la dispersión, de alejarse de Dios, el espíritu de hablar demasiado”.
Y concluyó: “El Reino de Dios está en medio de vosotros: no busquéis cosas raras, no busquéis novedades con esta curiosidad mundana. Dejemos que el Espíritu nos lleve adelante, con esa sabiduría que es una suave brisa”.
El pan sucio de la corrupción
Otro aspecto de la mundanidad salió a relucir el 8 de noviembre, en su homilía diaria en Santa Marta. Glosando el pasaje evangélico de san Lucas sobre el administrador infiel, el Papa denunció “la astucia mundana” de quienes se ganan la vida “por el camino más corto” de la corrupción y el soborno.
“¡Dios nos ha pedido llevar el pan a casa con nuestro trabajo honesto! Y este hombre, administrador, lo llevaba pero ¿cómo? ¡Daba de comer a sus hijos pan sucio! Y sus hijos, quizá educados en colegios caros, quizá crecidos en ambientes cultos, habían recibido de su padre suciedad como comida, porque su padre, llevando pan sucio a casa, ¡había perdido la dignidad! ¡Y esto es un pecado grave! Porque se comienza quizá con un pequeño soborno, ¡pero es como la droga!”.
A la astucia mundana opuso la “astucia cristiana de hacer las cosas un poco esbeltas… no con el espíritu del mundo, pero honestamente. Es esto lo que dice Jesús cuando invita a ser astutos como las serpientes y sencillos como las palomas. (…) La dignidad viene del trabajo digno, del trabajo honesto, del trabajo de cada día y no de esos caminos más fáciles que al final te lo quitan todo”.