El conflicto de los belenes vuelve a casa por Navidad. Lo recordaba la periodista Pilar Rahola recientemente. Como en aquel entrañable anuncio de turrones, cada año por estas fechas vuelven a Occidente esos “brotes alérgicos” que Benedicto XVI diagnosticaba con certeza: “Aquí hay un odio de Occidente a sí mismo, que es extraño y que solo se puede considerar como algo patológico (…) de su propia historia ya sólo ve lo que es execrable y destructivo, mientras que ya no está en situación de percibir lo que es grande y puro” (1).
Occidente padece esta curiosa alergia, cuestiona sus raíces, elude la razón por la que se celebra en diciembre “una” fiesta; para no herir sensibilidades no (y anti) cristianas, remonta sus orígenes al periodo precris…
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