El mensaje de Juan Pablo II en Austria
Viena. Todo el mundo sabía que la tercera visita de Juan Pablo II a Austria no iba a ser un paseo triunfal, sino una prueba difícil (ver servicio 84/98). Si antes de la visita el ambiente era expectante y algo frío, el Papa ha sabido romper el hielo, ha buscado el tono conveniente para atraer a los alejados y ha abordado los temas más necesarios para la renovación de la Iglesia en Austria. La supuesta crisis sólo puede superarse con la conversión personal, la unidad y un empeño renovado por la santidad.
El arzobispo de Viena, Card. Christoph Schönborn, ya lo advirtió en una rueda de prensa ante los numerosos periodistas acreditados para cubrir la visita del Papa: «La Iglesia católica en Austria es una Iglesia con problemas, pero no se puede sólo decir que está en crisis. Es una Iglesia viva, una Iglesia con mucha vitalidad». «El problema es que siempre se analiza la situación desde el punto de vista negativo. Todos utilizan las estadísticas para decir lo mal que estamos, pero no utilizan todos los datos. Actualmente hay en Austria más conversiones que nunca y eso no lo comenta nadie». La asistencia y comportamiento de los asistentes a los actos del Papa parecen dar la razón al cardenal. En todos los encuentros el Papa encontró entusiasmo y mucha juventud.
Al Papa se le ve mayor y algo cansado, pero igual de lúcido y comunicativo que siempre. En todos los encuentros supo ganarse a los asistentes, que siempre aplaudieron en los momentos más exigentes de su discurso.
«No encerrar la fe en las iglesias»
La visita ha tenido tres etapas. El viernes, 19 de junio, el Papa visitó Salzburgo. A su llegada al aeropuerto, en su primer discurso, el Papa quiso dar el tono de su mensaje: «Pax! Pax vobis! ¡La paz en este país! ¡La paz para la Iglesia en Austria! ¡La paz en las comunidades y parroquias, la paz en los corazones de los hombres!».
Salzburgo, la «Roma germánica» y sede del Primas Germaniae, celebra este año el 1200 aniversario de su erección como Arzobispado. Desde esta ciudad, han salido a lo largo de la historia muchas iniciativas misioneras y apostólicas. El Papa quiso por eso que la homilía que predicó durante la Santa Misa en la catedral versara sobre la misión apostólica. «A la luz de la actividad misionera de nuestros antepasados se nos presenta una conclusión clara: no podemos encerrar la fe en nuestras iglesias. Hay que llevarla a nuestro pequeño y gran mundo».
Aludiendo a las dificultades de la Iglesia en el país, manifestadas en que cada año se dan de baja oficialmente unas cuarenta mil personas, Juan Pablo II hizo un llamamiento a la fidelidad: «Como en el Evangelio el Buen Pastor lleva la oveja sobre sus hombros, así os he llevado yo a vosotros en mi corazón durante los últimos meses. ¡El corazón del Pastor de Roma late por todos vosotros! ¡No abandonéis el rebaño de Cristo, buen pastor! No salgáis de la Iglesia. Entrad, por el contrario, en ella, para oír el único anuncio capaz de iluminar también las tinieblas de nuestra vida».
Después de alabar la actuación de los laicos en las labores de la Iglesia, el Papa dijo claramente que sus funciones no deben confundirse con las de los clérigos: «En esta diversidad de tareas es algunas veces difícil encontrar el camino de la colaboración. La igual dignidad no significa que en la grey del Buen Pastor exista una igualdad de oficios y de actividades. Las funciones propias del ministerio episcopal y sacerdotal no pueden ser traspasadas a los laicos. Y, viceversa, los pastores deben respetar el papel específico de los laicos».
Las fuentes de la evangelización
Luego pasó a animar a los fieles. «Incluso aunque no haya persecuciones violentas, el testimonio de fe de los cristianos nunca es fácil. Quizás os encontréis con la indiferencia de la gente, una actitud que con frecuencia es más dura que la enemistad abierta. Los sacerdotes y sus colaboradores preparan la mesa de la Palabra y la Eucaristía. Luego experimentan una desilusión al ver que el número de los comensales que aceptan la invitación se reduce cada vez más. La mesa del bienestar y el consumismo parece mucho más atractiva. Por eso muchos de nuestros contemporáneos viven como si Dios no existiera». «La indiferencia hacia la tradición cristiana es tan peligrosa como la enemistad abierta».
«Sólo una nueva evangelización -siguió diciendo el Papa- podrá asegurar la profundización en una fe pura y segura». «Para ello tenemos las fuentes de siempre, que siguen manteniendo su contenido y frescura original: la Sagrada Escritura, con su inagotable vena de verdad; los sacramentos de la Iglesia, de los que fluye la fuerza de la presencia de Cristo; la oración, donde el alma encuentra el oxígeno regenerador de la gracia de Dios».
Dirigiéndose a los jóvenes, el Papa les dijo que contaba con ellos para esta nueva evangelización de Europa: «Aunque en algunos momentos os sintáis miembros de una grey pequeña, no debéis perder el ánimo: vosotros sois el capital del Buen Pastor. Doce hombres fueron enviados al principio para convertir el mundo. El Papa confía en vosostros, jóvenes, para volver a dar un rostro cristiano a la vieja Europa. Dad un testimonio personal. Vosotros sois ‘una carta de Cristo’ (2 Cor 3,3), ¡sois su tarjeta de visita! Quien os encuentra, debe saber que ha encontrado la buena dirección».
Acercar el Este y el Oeste de Europa
El sábado, 20 de junio, el Papa recibió por la mañana al gobierno de Austria y al cuerpo diplomático. Era el momento adecuado para referirse a las negociaciones de ampliación de la Unión Europea que tendrán lugar durante los próximos meses, en los que Austria ocupará su turno de presidencia. Juan Pablo II apeló a que esas negociaciones superen el egoísmo y particularismo nacionalista, para evitar que se levanten nuevos muros, y señaló que Austria puede desempeñar un papel de «puente» en esas relaciones. «Espero que puedan darse pasos útiles para que se acerquen todavía más el Oriente y el Occidente del continente: los dos pulmones, sin los que Europa no puede respirar».
Con su tendencia habitual a buscar amplios horizontes para la unidad europea, Juan Pablo II señaló: «La diversidad de las tradiciones oriental y occidental promoverá la cultura europea y constituirá, a través de la memoria y del intercambio recíproco, la base para la deseada renovación espiritual. Por eso se debería hablar no tanto de una ‘ampliación al Este’, sino de una europeización de toda el área continental».
Durante el discurso, el Papa aprovechó la presencia de los políticos austriacos para dejar bien claro que dentro de esa renovación de Europa se incluye también una reafirmación de la cultura del respeto a la vida. Así, les dijo con claridad que «la legalización del aborto durante los primeros tres meses del embarazo, como está admitido en Austria, es una herida sangrante en mi corazón». Igualmente, les advirtió contra la admisión de la eutanasia: «Si nos alejamos de la ley de Dios, ¿quién nos garantiza que un día un poder humano no reivindique de nuevo el derecho a decidir qué vida humana vale y cuál no vale?».
Seguir la propia vocación
Por la tarde el Papa celebró la Santa Misa en St. Pölten, la sede de la diócesis que cubre la mayor parte de la Baja Austria. El obispo de la diócesis, Mons. Kurt Krenn, es uno de los más atacados por la prensa durante los últimos meses.
El Papa dedicó la homilía de la Misa a hablar de la vocación.
«Dios tiene un plan personal para cada uno de vosotros. Sus ojos se han dirigido cariñosamente a cada uno. Él os escucha siempre. Como un Padre atento y sensible, está siempre cerca de vosotros». El Papa recordó que «también hoy hay nuevas llamadas del Espíritu Santo». Pero hay que crear un ambiente favorable a su acogida. «Allí donde se vive con verdadera fidelidad hacia el Señor y hay un clima de religiosidad profunda y rige una predisposición al apostolado, es más fácil que el que es llamado responda con un sí. La vitalidad de una parroquia no se debe medir por el número de sus actividades, sino por la profundidad de la vida de oración. La escucha de la palabra de Dios y la celebración y adoración eucarísticas son las dos columnas fundamentales que sostienen y consolidan la comunidad parroquial».
«De nada sirve lamentarse de la falta de vocaciones sacerdotales y religiosas», advirtió el Papa. «Las vocaciones no se pueden ‘hacer’ con medios humanos. Las vocaciones se obtienen de Dios con la oración».
A los sacerdotes les recordó que «los jóvenes os miran. Ellos quieren ver que, a pesar de vuestras muchas ocupaciones, sois alegres servidores del Evangelio y que estáis contentos y felices con vuestra elección de esta forma de vida. Con vuestro ejemplo, muchos jóvenes pueden ver que ¡el sacerdocio no está pasado de moda, la vocación al sacerdocio tiene futuro!».
Muy simpático fue el momento en que el Papa, poco después, habló de la vocación de los esposos cristianos. El Papa pidió espontáneamente un aplauso «como para los sacerdotes». «¡También vuestra forma de vida es una vocación! Vosotros, padres y madres, sois la primera escuela para vuestros hijos». «Pedid al Señor que vuestros hijos sepan un día escoger su camino según el proyecto de Dios para ellos. Respetad también su libertad, para poder seguir de cerca radicalmente a Jesucristo, si reciben la llamada de Dios. Los hijos no os pertenecen. Vuestra misión consiste en formarles en libertad, para que puedan luego decidir responsablemente».
El ejemplo de tres beatos
El domingo 21 por la mañana, el Papa beatificó a Sor Restituta Kafka, Pater Anton Maria Schwartz y a Jakob Kern. Ante una multitud de 50.000 personas, el Papa aprovechó la homilía para poner como ejemplo a los tres nuevos beatos.
Presentó a Jakob Kern como «un testigo de la fidelidad al sacerdocio», que supo «unir la propia vida al sacrificio de Cristo en la Cruz y ofrecerla en sustitución por la salvación de otros». Y expresó su esperanza de que su ejemplo «pueda animar a muchos jóvenes a acoger generosamente la llamada al sacerdocio».
Del P. Anton Maria Schwartz, que hace un siglo se dedicó especialmente a los obreros y jóvenes aprendices de Viena, recordó que llegó hasta el Parlamento con sus peticiones de puestos de formación profesional para los jóvenes y del reconocimiento del descanso dominical. En su vida se encuentra también un mensaje para hoy: «Haced todo lo posible para salvaguardar el domingo. Demostrad que esta jornada no puede ser un día laborable, porque debe ser celebrada como día del Señor». También pidió apoyo a los jóvenes que buscan trabajo: «Quien procura a los jóvenes de hoy la posibilidad de ganarse la vida contribuye a hacer que los adultos de mañana puedan transmitir a sus hijos el sentido de la vida».
La figura de Sor Restituta Kafka es un ejemplo de firmeza y valentía. Aunque sus padres se opusieron, respondió a su vocación de hacerse religiosa para servir al Señor especialmente en los pobres y enfermos. «Su competencia como enfermera, su decisión y su cordialidad hizo que muchos la llamaran Sor Resoluta más que Sor Restituta». Su valentía le llevó también a no callar frente al régimen nazi; desafiando las prohibiciones de la autoridad política, mantuvo el crucifijo en las habitaciones del hospital. Por su resistencia fue detenida y, al cabo de un año, ejecutada.
También de Sor Restituta, Juan Pablo II sacó un ejemplo para hoy: «No permitamos que la cruz sea excluida de la vida pública». Hay que ser fiel a las propias convicciones y, cuando sea preciso, «resistir a la moda del momento».
En su homilía, Juan Pablo II habló muy especialmente a los jóvenes. «Estos tres héroes de la Iglesia, que acabamos de incluir en el libro de los beatos, os pueden servir de ayuda y modelo. Ellos no fueron ‘fotocopias de cristiano’, sino que cada uno era un original, inconfundible y único. Ellos empezaron como vosotros: siendo jóvenes, llenos de ideales y tratando de dar un sentido a la vida».
Por último, el Papa hizo una llamada a la autenticidad en el modo de vivir la fe. «La convicción del mensaje depende de la autenticidad del mensajero. Por eso, la nueva evangelización empieza por cada uno de nosotros, por nuestra forma de vida. ¡La Iglesia de hoy no necesita ‘cristianos a tiempo parcial’, sino cristianos de una pieza! Los nuevos beatos lo fueron. En ellos podemos mirarnos».
Condiciones para un diálogo
Durante la reunión con los obispos, el Papa quisó también apoyar explícitamente la iniciativa «Diálogo para Austria» de la Conferencia Episcopal. Esta iniciativa -una especie de concilio nacional- tendrá su reunión plenaria en Salzburgo en octubre y es una consecuencia de los problemas de los últimos años. Juan Pablo II aprovechó para animar a continuar ese camino del «diálogo, que no excluya a nadie», pero «que nunca puede ser solamente una especie de apertura a la mundanización o una forma de adaptación superficial».
El Papa señaló las condiciones para que el diálogo en la Iglesia sea fructífero. Para que sea un «diálogo de salvación» hace falta un mínimo de acuerdo y de base común: «la fe viva transmitida por la Iglesia universal». «Aquel que abandona esta base común impide que el diálogo de la Iglesia sea un diálogo de salvación. Por eso es importante saber si un eventual disenso no se debe a diferencias de fondo». En tal caso, hay que resolverlas antes, si no se quiere correr el riesgo de que el diálogo se reduzca a aspectos marginales.
Otra condición es estar dispuesto a la conversión. «Sin la disposición a dejarse convertir por la verdad, todo diálogo se agota. Descender a un compromiso sería una burla».
Juan Pablo II advirtió que las interferencias de la opinión pública pueden poner en peligro el resultado del diálogo. La Iglesia no tiene nada que ocultar, pero «el éxito del diálogo está en peligro si se desarrolla ante un público no suficientemente cualificado y con la inclusión no siempre imparcial de los medios de comunicación».
Unidad entre los obispos
El Papa quiso animar también a los obispos a dar un testimonio de unidad. «El ministerio pastoral no ha sido conferido sólo a los individuos, sino a cada uno de ellos considerado como una parte del conjunto, de un colegio. (…) Un obispo solo no realiza el proyecto de Cristo. Los obispos unidos entre sí constituyen el pleno sujeto del servicio pastoral en la Iglesia». Ciertamente, «cada obispo debe tener la posibilidad de expresarse y de ejercer la propia responsabilidad pastoral». Pero sin la unidad de todos, «el único magisterio de Cristo se resquebraja en múltiples voces, y en lugar de la armonía, surge la confusión».
Por la tarde, poco antes de salir, Juan Pablo II visitó el hospicio «Caritas Socialis». Este hospicio es una institución privada de una orden religiosa que tiene como finalidad acompañar y paliar el dolor a enfermos terminales. El Papa aprovechó la ocasión para volver a rechazar la eutanasia y apuntó la necesidad de preparar a los enfermos para una muerte digna, cuando Dios quiera.
Fue un programa agotador para el Papa. De nuevo demostró que renueva sus fuerzas en cuanto entra en contacto directo con la gente. El Papa ha sabido tratar los temas que de verdad son útiles para la renovación de la Iglesia en Austria.
José María López-Barajas