Las relaciones diplomáticas entre la Santa Sede e Israel

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El acuerdo firmado el 30 de diciembre entre la Santa Sede e Israel, que prevé el intercambio de embajadores en los próximos meses, supone la normalización de las relaciones diplomáticas entre ambas partes. Si bien es un paso importante, su alcance es limitado ya que trata fundamentalmente de principios generales sobre la libertad religiosa y el funcionamiento de las instituciones católicas en Israel. Nada dice de las polémicas cuestiones en que hay otras partes implicadas, como los derechos de los palestinos y el estatuto de Jerusalén.

En más de una ocasión -la última en enero de 1991 con motivo de la Guerra del Golfo- la Santa Sede había manifestado que la falta de relaciones diplomáticas con el Estado de Israel no se debía a problemas teológicos, sino jurídicos. Una cosa es el diálogo interreligioso con los judíos, en el que tanto se ha avanzado desde el último Concilio, y otra la cuestión política de las relaciones con Israel. La nota del Vaticano advertía que, aunque no existieran relaciones diplomáticas, la Santa Sede no discutía la existencia del Estado de Israel. Prueba de ello eran las visitas al Vaticano de representantes del gobierno de Israel y los contactos regulares entre la Santa Sede y el Estado israelí.

Los motivos jurídicos que retrasaban la normalización de las relaciones eran: la presencia de Israel en los territorios ocupados y sus relaciones con los palestinos, la anexión de la Ciudad Santa de Jerusalén y la situación de los católicos en el Estado judío y en los territorios ocupados. Sin duda, las negociaciones entre Israel y la OLP, con el acuerdo de autonomía parcial para Gaza y Jericó, ha creado un nuevo marco y ha acelerado la normalización entre la Santa Sede e Israel.

En el acuerdo, la Santa Sede e Israel reafirman su defensa de la libertad religiosa y se comprometen a cooperar en la lucha contra el antisemitismo y todas las formas de racismo. El Estado de Israel reconoce el derecho de la Iglesia católica a ejercer sus actividades religiosas, a establecer escuelas y a desarrollar iniciativas asistenciales en Israel. Se reconoce también el derecho de la Iglesia católica a la propiedad, y se crea una comisión bilateral para buscar soluciones a las cuestiones económicas y fiscales que afectan a instituciones católicas. Otra cuestión pendiente -la personalidad jurídica católica- será también estudiada por otra comisión de expertos.

En lo que se refiere a los Santos Lugares, Israel se compromete a preservar y respetar los acuerdos del statu quo existente. Los derechos de las comunidades cristianas fueron definidos en el siglo XIX bajo el dominio turco, y prevén importantes exenciones fiscales. El Estado de Israel se obliga a respetar el carácter propio de los Santos Lugares católicos y a garantizar la libertad de culto.

En definitiva, el acuerdo se circunscribe a las cuestiones puramente «bilaterales», que en algunos puntos aún deben ser negociadas. Y deja aparte las cuestiones «multilaterales», más políticas, como el estatuto de Jerusalén y los derechos de los palestinos. En este aspecto, la Santa Sede se compromete a «mantenerse al margen de todos los conflictos puramente temporales, principio que se aplica de modo particular a los conflictos territoriales y a las fronteras disputadas».

En cuanto al estatuto de Jerusalén, Roma no niega que Israel respeta las libertades religiosas. Pero desea garantías internacionales para que los Santos Lugares queden protegidos contra la inestabilidad política. Este «estatuto particular» podría limitarse sólo a los Santos Lugares de la Ciudad Vieja. En un editorial autorizado publicado en L’Osservatore Romano con motivo del acuerdo, se insiste en que para la Santa Sede sigue siendo válido «el deber y el derecho de reclamar, como siempre ha hecho, algunas garantías internacionales». Para no reconocer la anexión israelí de Jerusalén, la nunciatura de la Santa Sede estará en Tel-Aviv, que es donde están también la mayoría de las cancillerías extranjeras.

Respecto al viaje de Juan Pablo II a Tierra Santa, por ahora no es más que un deseo del Papa. Lo que ha anunciado es que en la primavera próxima viajará al Líbano y que, más adelante, espera poder volver a Oriente Medio «para visitar los principales lugares relacionados con la fe cristiana». Pero algunos de los lugares más destacados se encuentran en la Cisjordania ocupada. Y la Santa Sede no desea dar su bendición a una ocupación militar ilegal, ni crear nuevos problemas con el mundo árabe al que pertenecen los cristianos de Oriente.

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