Mons. Dario Edoardo Viganò, prefecto de la Secretaría para la Comunicación, de la Santa Sede, ha dimitido por la confusión y suspicacia que provocó él mismo al usar de modo impropio una carta de Benedicto XVI. Nombrado hace tres años, su misión era reorganizar en una única entidad los distintos medios y organismos de información vaticanos. Su salida se produce cuando la unificación está próxima a consumarse.
El episodio que ha motivado la renuncia comenzó el 12 de marzo, en la presentación de La Teologia di Papa Francesco, una colección de once estudios de sendos autores, publicada por la Librería Editrice Vaticana. Cada uno examina desde el punto de vista teológico algún aspecto del magisterio del actual pontífice.
Viganò leyó entonces una carta que le había dirigido el 7 de febrero el Papa emérito, Benedicto XVI, con algunos comentarios sobre la colección. Era la respuesta a otra en que el prefecto le había pedido un breve texto que sirviera de presentación a los volúmenes. Benedicto decía, entre otras cosas: “Alabo esta iniciativa que quiere oponerse y reaccionar contra el tonto prejuicio según el cual el papa Francisco sería solo un hombre práctico sin especial formación teológica o filosófica, mientras que yo habría sido únicamente un teórico de la teología con escasa comprensión de la vida concreta de un cristiano de hoy. Estos pequeños volúmenes muestran justamente que el papa Francisco es un hombre de profunda formación filosófica y teológica, y por tanto ayudan a ver la continuidad interior entre los dos pontificados, pese a todas las diferencias de estilo y de temperamento”.
El caso Viganò muestra cómo un portavoz-informador puede fabricar una noticia por intereses de comunicación institucional
Al final del acto se distribuyó una nota de prensa que reproducía ese fragmento y una fotografía que pronto llamó la atención (ver abajo; clic para ampliar). Los volúmenes aparecían junto con la carta, de la que se veía la primera página y el final de la segunda y última, con la firma de Benedicto. Bajo el párrafo citado venían las dos primeras líneas de otro, pero no se podían leer porque las habían difuminado.
Foto retocada
Algunos medios interpretaron que se quería ocultar un pasaje menos favorable a la afirmación sobre los dos pontificados. En realidad, como señaló el vaticanista Sandro Magister, que había estado presente, el prefecto había leído el segundo párrafo en la presentación, aunque no lo hubiera incluido en la nota de prensa. En la parte omitida, Benedicto se excusaba de escribir el texto citado porque, según la norma que ha seguido siempre, “solo he escrito y me he pronunciado sobre libros que verdaderamente he leído”. Y en este caso, “aunque solo por razones físicas, no estoy en condiciones de leer los once pequeños volúmenes en el futuro próximo, además de que tengo otros compromisos ya asumidos”.
Pero la manipulación de la imagen daba motivo para sospechar, y el disgusto de los periodistas hizo que por fin la Secretaría para la Comunicación publicara la carta entera el 17 de marzo. Entonces se comprobó que no contenía nada que rebajara el juicio del Papa emérito sobre la continuidad entre los dos pontificados, pero se descubrió que tenía un párrafo más que Viganò no había leído en la presentación. Ahí, Benedicto manifiesta su “sorpresa” al ver que entre los autores de los estudios figure el profesor alemán Peter Hünermann, “que durante mi pontificado se significó por haber capitaneado iniciativas antipapales”. El Papa emérito recuerda, concretamente, el papel de Hünermann en la “Declaración de Colonia” contra la encíclica Veritatis splendor de Juan Pablo II, y en la fundación de la Sociedad Europea de Teólogos, concebida inicialmente “como una organización de oposición al magisterio papal” (si bien luego cambió de orientación, precisa Benedicto).
Una carta reservada
En la nota que acompañaba la carta, la Secretaría para la Comunicación negaba haber pretendido censurarla y manipularla. Justificaba no haberla publicado íntegra al principio por razones de “discreción”. Decía que la carta era “reservada” y, por eso, “solo se leyó lo considerado pertinente”, sobre la iniciativa de publicar los estudios, la formación filosófica y teológica de Francisco y la continuidad interior entre él y su predecesor.
Era natural replicar que, si la carta era reservada, no se debería haber dado a conocer nada de ella. O bien, se tendría que haber publicado entera, sin seleccionar a conveniencia las palabras de Benedicto, pues no es defendible citar sin permitir consultar el original. La explicación de la Secretaría no convenció, y Viganò decidió presentar la renuncia el día 19, como se supo dos días después, cuando el Papa la aceptó.
La Secretaría de Comunicación dirige medios informativos y a la vez es el gabinete de prensa de la Santa Sede
En la carta de dimisión, publicada, junto con la respuesta de Francisco, el 22 de marzo por L’Osservatore Romano, Viganò aduce como motivo la polémica provocada por su actuación, que “desestabiliza la compleja e importante labor de reforma” emprendida en los organismos de comunicación vaticanos. Recuerda que el Papa, en un discurso sobre la reforma de la Curia, subrayó que esta requería “personas renovadas”, y no simplemente un cambio de personas. Y espera que su dimisión “sea para mí ocasión fecunda de renovación”.
El Papa, en su respuesta, agradece a Viganò su “humildad y profundo sensus ecclesiae”. Le pide que permanezca como asesor del nuevo prefecto –aún no nombrado–, teniendo en cuenta que la reforma de la comunicación de la Santa Sede está en su tramo final, con la próxima incorporación de L’Osservatore Romano y de la Tipografía Vaticana al departamento unificado.
La complicada fusión
Viganò ha sido el encargado de llevar a cabo la fusión de los componentes del complejo comunicativo, creados en distintas épocas y que funcionaban por separado: L’Osservatore Romano, Radio Vaticano, Centro Televisivo Vaticano (CTV, ahora llamado Vatican Media), Consejo Pontificio para las Comunicaciones Sociales, el sitio web, la editorial, la Tipografía y el servicio fotográfico; y también la Sala Stampa u Oficina de Prensa, que es portavoz oficial y lleva las relaciones con los medios. La reorganización se basa en el plan propuesto por la comisión que presidió lord Christopher Patten, que había participado en una operación semejante en la BBC. Se trata de eliminar duplicidades y solapamientos, aprovechar recursos comunes y ahorrar gastos, y reunir todo en torno a una web (vaticannews.va) con texto, audio y vídeo, y mayor presencia en las redes sociales, mientras vatican.va permanece como sitio oficial.
Viganò, antes director de la televisión vaticana, fue nombrado para dirigir la Secretaría de Comunicación, constituida por motu proprio de Francisco en junio de 2015. Aunque no es obispo, tenía rango de prefecto, pues la Secretaría es un dicasterio. Ha tenido que enfrentarse con los clásicos problemas de toda fusión de organizaciones, que ocasiona tensiones y genera descontentos. La pieza más grande y más difícil de integrar es Radio Vaticano, con más de 300 empleados y emisiones en 36 lenguas.
Pero quizá la fusión más problemática es la de funciones. La Secretaría, por una parte, hace información con sus medios propios, y por otra es el departamento de comunicación de la Santa Sede. Uno y otro cometido se realizan por canales diferentes, pero en la práctica hay riesgo de que se mezclen, como lo ilustra el reciente caso. Promover unos estudios sobre las enseñanzas del Papa, y presentarlos a los medios, son iniciativas de comunicación institucional, propias de un gabinete de prensa. Pero Viganò presidía a la vez varios medios, mientras la Sala Stampa solo ha intervenido para dar la nota oficial de la renuncia del prefecto.
Viganò ha sido el encargado de fundir en un solo organismo los distintos componentes del sistema de comunicación vaticano
En realidad, eso no es nuevo, pues el anterior director de la Oficina, Federico Lombardi, era a la vez director general de Radio Vaticano y del CTV. La unificación formaliza la mezcla, pero no necesariamente la refuerza, pues la Sala Stampa, aun integrada en la Secretaría de Comunicación, sigue respondiendo ante la Secretaría de Estado. De hecho, un problema más frecuente que el de la confusión de funciones es que los medios vaticanos no tienen, a veces, acceso a las informaciones sobre la Santa Sede hasta que la Secretaría de Estado no da una nota oficial. Pues la Secretaría de Comunicación carece de autoridad para hacer hablar a otros organismos vaticanos. Hace tiempo lo contó, por ejemplo, el periodista de Crux Charles Collins, que antes trabajó en Radio Vaticano.
En este contexto, el caso Viganò muestra cómo un portavoz-informador puede fabricar una noticia por intereses de comunicación institucional. Si Benedicto XVI no se había pronunciado en público, no había nada que publicar. El Papa emérito envió una carta privada en respuesta a otra, también privada, del prefecto de Comunicación; no hizo unas declaraciones a la prensa. El error de Viganò es que, para subrayar algo cierto –que no hay tensiones entre el Papa actual y el emérito, y que ambos se admiran mutuamente–, seleccionó lo que le interesaba sin dar a conocer lo que no le convenía.
Lo mejor del caso es el final: la Santa Sede ha reconocido –como el propio Viganò, con su dimisión– que las buenas intenciones no justifican el uso impropio y parcial de las fuentes.