En la vigilia de oración en el Hyde Park de Londres el día 18, Benedicto XVI quiso reflexionar sobre “algunos aspectos de la vida de Newman, que considero muy relevantes para nuestra vida como creyentes y para la vida de la Iglesia de hoy”.
En primer lugar, destacó que la vida de Newman nos recuerda que estamos llamados a buscar la verdad. “Al final de su vida, Newman describe el trabajo de su vida como una lucha contra la creciente tendencia a percibir la religión como un asunto puramente privado y subjetivo, una cuestión de opinión personal. He aquí la primera lección que podemos aprender de su vida: en nuestros días, cuando un relativismo intelectual y moral amenaza con minar la base misma de nuestra sociedad, Newman nos recuerda que, como hombres y mujeres a imagen y semejanza de Dios, fuimos creados para conocer la verdad, y encontrar en esta verdad nuestra libertad última y el cumplimiento de nuestras aspiraciones humanas más profundas. En una palabra, estamos destinados a conocer a Cristo, que es ‘el camino, y la verdad, y la vida’ (Jn 14,6)”.
Pero la búsqueda de la verdad no es cómoda, y hay que estar dispuesto a pagar un precio”. La vida de Newman nos enseña también que la pasión por la verdad, la honestidad intelectual y la auténtica conversión son costosas. No podemos guardar para nosotros mismos la verdad que nos hace libres; hay que dar testimonio de ella, que pide ser escuchada, y al final su poder de convicción proviene de sí misma y no de la elocuencia humana o de los argumentos que la expongan”. Tras evocar el testimonio de los mártires, advirtió que “en nuestro tiempo, el precio que hay que pagar por la fidelidad al Evangelio ya no es ser ahorcado, descoyuntado y descuartizado, pero a menudo implica ser excluido, ridiculizado o parodiado”.
Una verdad que cambia la vida
Junto a la honestidad intelectual, hace falta también coherencia entre fe y vida. “Newman nos enseña que si hemos aceptado la verdad de Cristo y nos hemos comprometido con él, no puede haber separación entre lo que creemos y lo que vivimos. (…) Vio claramente que lo que hacemos no es tanto aceptar la verdad en un acto puramente intelectual, sino abrazarla en una dinámica espiritual que penetra hasta la esencia de nuestro ser. Verdad que se transmite no sólo por la enseñanza formal, por importante que ésta sea, sino también por el testimonio de una vida íntegra, fiel y santa”.
Pues Benedicto XVI dejó claro que la búsqueda de la verdad de la fe implica dar frutos para la transformación del mundo, responsabilidad propia de cada uno y más en este tempo. “Nadie que contemple con realismo nuestro mundo de hoy podría pensar que los cristianos pueden permitirse el lujo de continuar como si no pasara nada, haciendo caso omiso de la profunda crisis de fe que impregna nuestra sociedad, o confiando sencillamente en que el patrimonio de valores transmitido durante siglos de cristianismo seguirá inspirando y configurando el futuro de nuestra sociedad. Sabemos que en tiempos de crisis y turbación Dios ha suscitado grandes santos y profetas para la renovación de la Iglesia y la sociedad cristiana; confiamos en su providencia y pedimos que nos guíe constantemente. Pero cada uno de nosotros, de acuerdo con su estado de vida, está llamado a trabajar por el progreso del Reino de Dios, infundiendo en la vida temporal los valores del Evangelio”.
En la ceremonia de beatificación de Newman en el Cofton Park de Rednal, en Birmingham, Benedicto XVI utilizó el lema del cardenal, “cor ad cor loquitur”, “el corazón habla al corazón”. Este lema, dijo el Papa, “nos da la perspectiva de su comprensión de la vida cristiana como una llamada a la santidad, experimentada como el deseo profundo del corazón humano de entrar en comunión íntima con el Corazón de Dios”.
La oración nos espiritualiza
“Nos recuerda que la fidelidad a la oración nos va transformando gradualmente a semejanza de Dios”, añadió. La oración, dijo citando al nuevo beato, “tiene lo que se puede llamar un efecto natural en el alma, espiritualizándola y elevándola. Un hombre ya no es lo que era antes; gradualmente… se ve imbuido de una serie de ideas nuevas, y se ve impregnado de principios diferentes”.
Con esta experiencia puede entenderse que Jesucristo “nos ha asignado una tarea específica a cada uno de nosotros, un “servicio concreto”, confiado de manera única a cada persona concreta: ‘Tengo mi misión’, escribe Newman, ‘soy un eslabón en una cadena, un vínculo de unión entre personas. No me ha creado para la nada. Haré el bien, haré su trabajo”.
Benedicto XVI hizo que las enseñanzas de Newman sobre cuestiones de su época constituyen una valiosa herencia para los cristianos de hoy. “Sus intuiciones sobre la relación entre fe y razón, sobre el lugar vital de la religión revelada en la sociedad civilizada, y sobre la necesidad de una educación esmerada y amplia fueron de gran importancia, no sólo para la Inglaterra victoriana. Hoy también siguen inspirando e iluminando a muchos en todo el mundo”.
Su visión de la educación
En particular destacó su visión de la educación. “Firmemente contrario a cualquier enfoque reductivo o utilitarista, buscó lograr unas condiciones educativas en las que se unificara el esfuerzo intelectual, la disciplina moral y el compromiso religioso. (…) La colección de discursos que publicó con el título ‘La Idea de una Universidad’ sostiene un ideal mediante el cual todos los que están inmersos en la formación académica pueden seguir aprendiendo”.
Entonces y hoy se trataba de formar un laicado con una buena preparación, capaz de dar razón de su fe: “Quiero un laicado -escribía Newman- que no sea arrogante ni imprudente a la hora de hablar, ni alborotador, sino hombres que conozcan bien su religión, que profundicen en ella, que sepan bien dónde están, que sepan qué tienen y qué no tienen, que conozcan su credo a tal punto que puedan dar cuentas de él, que conozcan tan bien la historia que puedan defenderla”, escribía Newman en “La Posición Actual de los Católicos en Inglaterra”, en cita recogida por el Papa.
Benedicto XVI también presentó la extraordinaria vida sacerdotal de Newman, con su visión del ministerio pastoral llena de humanidad, citando otro de sus escritos: “Si vuestros sacerdotes fueran ángeles, hermanos míos, ellos no podrían compartir con vosotros el dolor, sintonizar con vosotros, no podrían haber tenido compasión de vosotros, sentir ternura por vosotros y ser indulgentes con vosotros, como nosotros podemos; ellos no podrían ser ni modelos ni guías, y no te habrían llevado de tu hombre viejo a la vida nueva, como ellos, que vienen de entre nosotros”.