En el actual contexto nigeriano de crisis política y económica, los obispos católicos manifestaron, en su último pleno, inquietud por la intolerancia religiosa que afecta especialmente al Norte del país.
En su última conferencia, el pasado 10 de marzo, señalaron que «si no se hace nada para solucionar la intolerancia religiosa, puede propagarse a la velocidad de un incendio forestal».
Estas declaraciones tienen que ver con un clima general de islamización en regiones norteñas y con acciones violentas de extremistas religiosos. El problema de la discriminación religiosa -que no es el más grave- se percibe especialmente en esas regiones. Allí, desde 1960, año de la independencia, una pequeña oligarquía de emires fulanis -favorecidos por el antiguo gobierno colonial inglés- controla el poder.
La islamización, apoyada por las universidades de Kano y Zaria, no combate únicamente las religiones ajenas, sino también las desviaciones de los propios grupos musulmanes. La venta de alcohol está restringida y los horarios se ajustan religiosamente al ritmo del ramadán.
En diciembre del año pasado, un grupo de militantes islámicos se presentó en el palacio del emir de la ciudad de Kano con la cabeza de un cristiano acusado de blasfemia. Le habían decapitado en la prisión, con la complicidad de los guardias. Uno de los dignatarios del palacio y un profesor universitario, que criticaron la acción, fueron «condenados» con la pena de flagelación. Aunque el hecho ha sido público, las autoridades civiles no han querido valorarlo, ni ordenaron ninguna detención.
Cuatro semanas después de esta muerte -y coincidiendo con el linchamiento de otro nigeriano que había insultado a Mahoma en un mercado- el jefe de los musulmanes del país, el sultán de Sokoto, desaconsejó públicamente a los grupos fanáticos el recurso a la violencia.
En enero, la sección nórdica de la Asociación de Cristianos de Nigeria (CAN) -que reúne a las confesiones cristianas bajo la presidencia del arzobispo de Lagos- declaró que la «pasividad manifestada por el gobierno en las cuestiones que afectan a los cristianos en los Estados del Norte está llegando a ser insoportable».
Y como persistía el silencio gubernamental, la CAN organizó en febrero dos jornadas de paro total en los barrios cristianos de las ciudades de Kano y Kaduna, en el norte.
En Nigeria, de los 90 millones de habitantes, en torno al 43% son cristianos, el 41% musulmanes, y el resto pertenecen a las religiones tradicionales africanas.