Por dos veces consecutivas en medio mes, los obispos de Polonia han animado a los ciudadanos a que acudan a las urnas en las elecciones presidenciales que tendrán lugar el 5 de noviembre. Además, han pedido a los fieles que voten a un candidato de «alto nivel» y que defienda «el derecho fundamental e inalienable del hombre a la vida, desde la concepción hasta la muerte». En una exhortación publicada el 17 de septiembre, los obispos lógicamente no recomendaron que se votara a favor de un candidato determinado, por ejemplo, al actual presidente Lech Walesa, o a la conservadora Hanna Gronkiewicz-Waltz, la gobernadora del Banco Central. Pero advertían que la elección había de ser una «elección en conciencia» y previamente, en otra declaración, habían escrito que no se eligiera a los que «participaron, durante la época del Estado totalitario, en el ejercicio del poder desde los altos cargos del Gobierno y del Partido».
Aunque entonces tampoco citaban nombres, es de dominio público que el único candidato que entra en ese capítulo es Aleksander Kwasniewski, que fue ministro de la Juventud en el último gobierno comunista de Polonia, es decir, hasta junio de 1989. Kwasniewski es uno de los que parte como favorito para pasar a la segunda y definitiva vuelta electoral, que tendrá lugar el 11 de noviembre. Sus rivales serán Hanna Gronkiewicz-Waltz o Lech Walesa, si los sondeos no fallan estrepitosamente.
La intervención de los obispos aspira a impedir el dominio de las fuerzas postcomunistas, que triunfaron en las elecciones parlamentarias de septiembre de 1993 en parte debido a la división de la derecha y en parte a causa de la baja participación. Los obispos consideran imprescindible que aquellos candidatos que «se sienten unidos a los valores tradicionales» se pongan de acuerdo para apoyar a quien tenga mayores posibilidades.
Para entender la batalla que libran la jerarquía de la Iglesia y los postcomunistas, baste recordar que el pasado 15 de septiembre la Alianza de la Izquierda Democrática (SLD, el partido de Kwasniewski) impidió que el Parlamento aceptara un informe en el que se reconocía que el Concordato no contradecía la Constitución. Se trata de un Concordato querido por la Iglesia y por el anterior gobierno, que se ultimó el 29 de julio de 1993. Sin embargo, para que entre en vigor ha de ser ratificado por el Parlamento. Tras las elecciones de 1993, y hasta hoy, los postcomunistas del SLD se han opuesto a la ratificación. Danuta Waniek, la jefa del Comité Electoral de Kwasniewski, ha dicho que «el SLD considera que el Parlamento tendría que ocuparse del Concordato después de las elecciones».