El sustituto de la Secretaría de Estado, el arzobispo Angelo Becciu –que por su oficio trabaja cada día en estrecho contacto con el Pontífice– se explaya en declaraciones a L’Osservatore Romano (29-05-2012) sobre el robo y la publicación de documentos reservados pertenecientes al Papa. Reproducimos algunas preguntas.
— ¿Cómo ha encontrado a Benedicto XVI?
— Entristecido. Porque, según lo que se ha podido comprobar hasta ahora, alguien cercano a él parece responsable de comportamientos injustificables desde cualquier punto de vista. Ciertamente, en el Papa prevalece la piedad por la persona implicada. Pero no deja de ser verdad que el ataque que ha sufrido es brutal: Benedicto XVI ha visto cómo se publicaban documentos robados de su casa, papeles que no son simplemente correspondencia privada, sino informaciones, reflexiones, manifestaciones de conciencia, incluso desahogos que ha recibido únicamente en razón de su ministerio. Por eso, el Pontífice está especialmente dolido, entre otras razones por la violencia sufrida por los autores de las cartas o de los escritos dirigidos a él.
— ¿Puede formular un juicio sobre lo que ha sucedido?
— Considero que la publicación de las cartas robadas es un acto inmoral de inaudita gravedad. Sobre todo, repito, porque no se trata únicamente de una violación, ya en sí gravísima, de la reserva a la que cualquiera tiene derecho, sino también de un vil ultraje a la relación de confianza entre Benedicto XVI y quien se dirige a él, aunque fuera para expresar en conciencia una protesta. Razonemos: no sólo se han robado documentos al Papa; se ha violado la conciencia de quien se dirige a él como al Vicario de Cristo, y se ha atentado contra el ministerio del Sucesor del apóstol Pedro. Varios documentos publicados se enmarcan en un contexto que se supone de total confianza. Cuando un católico habla al Romano Pontífice, tiene el deber de abrirse como si estuviera ante Dios, también porque se siente garantizado de una absoluta reserva.
— Se ha querido justificar la publicación de los documentos con criterios de limpieza, transparencia, reforma de la Iglesia.
— Los sofismas no llevan muy lejos. Mis padres me enseñaron no sólo a no robar, sino también a no aceptar nunca cosas robadas por otros. Me parecen principios sencillos, tal vez para algunos demasiado sencillos, pero es cierto que cuando alguien los pierde de vista, fácilmente se desvía y lleva también a otros a la ruina. No puede haber renovación que pisotee la ley moral, ni siquiera siguiendo el principio de que el fin justifica los medios, un principio que por lo demás no es cristiano.
— Según varios comentarios, los documentos publicados revelarían un mundo turbio en el seno de la Iglesia, especialmente de la Santa Sede.
— Me parece que detrás de algunos artículos se esconde una hipocresía de fondo. Por una parte, se critica el carácter absolutista y monárquico del gobierno central de la Iglesia; y por otra, se escandaliza porque algunos, escribiendo al Papa, expresan ideas o incluso quejas sobre la organización del gobierno mismo. Muchos documentos publicados no revelan luchas o venganzas, sino la libertad de pensamiento que, en cambio, según las acusaciones la Iglesia no permite. En suma, no somos momias, y los diversos puntos de vista, incluso las valoraciones opuestas son más bien normales. Si alguien se siente incomprendido, tiene pleno derecho a dirigirse al Pontífice. ¿Dónde está el escándalo? Obediencia no significa renunciar a tener un juicio propio, sino manifestar con sinceridad y hasta el fondo la propia opinión, para después acatar la decisión del superior. Y no por cálculo, sino por adhesión a la Iglesia querida por Cristo. Son elementos fundamentales de la visión católica.